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Luis Vogt

¡UNA CITA A LA CUAL NO FALTARÁS!

Actualizado: 25 oct 2020

Estimado lector:

Quizá usted y yo no nos conocemos; posiblemente nunca nos veamos. Sin embargo, quiero escribirle una carta personal. Le escribo porque usted y yo tenemos más cosas en común de las que usted puede percatarse. Aunque nunca nos lleguemos a conocer en este mundo, un día estaremos en la presencia uno del otro porque ambos poseemos un alma inmortal. Con esta alma debemos presentarnos ambos delante de Dios, Creador suyo y mío, en el gran día del juicio final. “Tal como está establecido que los hombres mueran una sola vez, y después el juicio.” (Heb. 9:27)


Usted podrá intentar todo lo posible por alejar de usted el pensamiento de la muerte. Pero ni así podrá usted escapar del hecho de que usted debe morir. Usted sabe que debe morir y encontrarse con Dios. Quizá usted rehúse pensar sobre la muerte porque usted también sabe que tras la muerte viene el juicio tan cierto como tras el día viene la noche. Por tanto, con toda seriedad, podría acaso hacerle una pregunta más significativa que ésta: ¿Qué sucederá con usted cuando muera?

La Biblia, la conciencia, el sentido común, todos le declaran que existe una eternidad a la cual usted debe enfrentarse. Por ello, por su propio bien no evada esta pregunta:

¿Estoy preparado para morir y encontrarme con Dios para ser juzgado?

Siento tener que decirle que millones de personas actualmente piensan que están preparados para encontrarse con Dios, los cuales terminarán en el infierno tras el gran día del juicio final. Esto es lo que Dios nos dice en Su Palabra Santa: “Muchos me dirán en aquel día: '¡Señor, Señor! ¿no profetizamos en Tu Nombre? ¿en Tu Nombre no echamos demonios? ¿y en Tu Nombre no hicimos muchas obras poderosas?' Entonces yo les declararé: 'Nunca os he conocido. ¡Apartaos de Mí, obradores de maldad!'” (Mat. 7:22-23)

¿Alguna vez ha considerado que terrible despertar les espera a todos aquellos que transitan por esta vida pensando que todo está bien con ellos y que ese día escucharán al estar presentes delante del Dios Altísimo, “Nunca os he conocido”? No hay palabras que describan la angustia del alma para aquellos que recibirán esta sentencia: “Apartaos de Mí, obradores de maldad”.

¿Estaremos también usted y yo entre los “muchos” decepcionados de quienes Cristo habla en Mateo capítulo 7?

Estimado lector, concédame por favor 5 minutos de su tiempo para intentar mostrarle quienes terminarán en el infierno y quienes en el paraíso.


La senda ancha a la destrucción eterna

En primer lugar, honestamente debo decirle que la Biblia nos informa en Mateo 7 que la vasta mayoría de la gente será enviada al infierno. “Ancha es la puerta, y espacioso el camino que lleva a la destrucción, y son muchos los que entran por ella. Pero cuan estrecha es la puerta y angosto el camino que lleva a la vida, y son pocos los que la hallan.” Quizá esto le suene cruel, pero este triste hecho es cierto no porque Dios es cruel; más bien, somos crueles con nosotros mismos. Desafiamos a nuestro Creador en forma deliberada y despreciamos Su amor, a la vez que quebrantamos Sus mandamientos los cuales nos han sido dados para nuestro verdadero bienestar. Por tal rebelión y perversidad, todos hemos ganado la muerte y el infierno. Estas son las únicas dos cosas que merecemos, “porque todos pecaron y no alcanzan la gloria de Dios” (Rom. 3:23), y “la paga del pecado es muerte” (Rom. 6:23).


¿Qué clase de personas están incluidas en esta vasta multitud destinada al infierno?

(1) Toda persona impía terminará en el infierno. Esto incluye a aquellos que abiertamente viven en perversión, haciendo cosas tales como: pasar el tiempo en bares y gastar el dinero en bebidas alcohólicas y drogas, involucrarse en relaciones sexuales ilícitas, emplear el Domingo como cualquier otro día de la semana, ver diariamente la manifestación gráfica del pecado a través de la televisión, jurar contra Dios al emplear Su Santo Nombre en vano, vivir una vida de rebelión en contra de los padres y toda autoridad dada por Dios.

Tales personas impías terminarán en el infierno a menos de que el Señor los lleve a un verdadero arrepentimiento y conversión mediante el poder de Su gracia. ¿Pertenece usted a este grupo? Si es así, ¡le urjo a que busque la gracia que produce arrepentimiento, confesión y conversión, antes de que sea tarde para siempre para buscar al Señor!

(2) Toda persona mundana terminará en el infierno. Me refiero a aquellos que se abstienen de pecar deliberadamente, pero cuyas vidas están estrechamente unidas al mundo, quienes viven sin pesar alguno cuando en forma continua hacen cosas tales como: ponerse a sí mismo antes y por encima de Dios estimar las posesiones y riquezas mundanas más que a las riquezas de la gracia de Dios, promover los deseos de otras personas por encima de la voluntad de Dios conforme es revelada en Su Palabra, valorar las necesidades de la vida cotidiana por encima de la necesidad de un Salvador para sus almas inmortales, considerar los resultados del pecado como más trágicos que ofender y pecar contra su santo Creador quien les colma de bendiciones, creer que es más importante lo que sus vecinos y amigos piensan de ellos que lo que Dios piensa de ellos.

Los tales terminarán en el infierno a menos de que el Señor los lleve a un verdadero arrepentimiento y conversión mediante el poder de Su gracia. ¿Pertenece usted a este grupo?

Si es así, debo decirle: si usted llegase al cielo no tendría felicidad en él, porque el Señor del cielo no es su amigo -lo que a Él le place a usted no le agrada; lo que a Él le disgusta a usted no le ocasiona problema. Su Palabra no es su consejero; Su luz no es delicia para usted; Su ley no es su guía. A usted poco le importa escuchar de Él; mucho menos hablar con Él. Estar para siempre en Su compañía sería algo que usted no podría soportar; la convivencia con santos y ángeles le fastidiaría. En relación a su vida cotidiana, la Biblia poco significa para usted, Cristo menos aún, y la salvación es una cuestión innecesaria. "¡Despiértate, tú que duermes, y levántate de entre los muertos, y te alumbrará Cristo!"... “No podéis servir a Dios y a las riquezas” (Efe. 5:14; Mat. 6:24).

(3) Muchas personas religiosas terminarán en el infierno. Es posible ser condenado al infierno a pesar de acudir a iglesias fieles, de ser maestros de escuela dominical, o inclusive ministros. La religión puede ser nuestro tema favorito, nuestra conversación puede versar sobre Dios y Jesucristo, y nuestro diario caminar puede parecer intachable -todo esto sin que nuestra alma sea salvada de la destrucción.

Podemos ser tan religiosos como las 5 vírgenes insensatas en Mateo 25, poseyendo la misma confesión, la misma expectativa, las mismas lámparas, y la misma apariencia externa de las 5 vírgenes prudentes -y aun así perecer. Podemos ser tan religiosos como Acab, del cual la Palabra dice, “...rasgó sus vestiduras, puso cilicio sobre su cuerpo, ayunó y se acostó con el cilicio; y andaba humillado” (I Reyes 21:27) -y aun así ser inconverso.

Es posible experimentar convicciones comunes de pecado e impresiones de Dios y de Sus santos atributos -inclusive reconocer el pecado y en cierta formar humillarse, gemir y orar por el mismo, temer cometer pecado de nuevo- y aun así no poder entrar en el reino de los cielos. Piense en Caín, Saúl, y Judas.

Necesitamos más que una religión sentida a medias y que acudir a una iglesia. Necesitamos de la obra irresistible y regeneradora del Espíritu Santo para poder nacer de nuevo y ser convertido. Solo entonces es cuando podemos amar a Dios con todo nuestro ser -el ingrediente faltante en los ejemplos previos- y ansiar tener a Dios como el hombre sediento ansia agua fría. Solo entonces la gracia de Dios nos permite prepararnos para encontrar al Señor. “Mira, pues, no sea que la luz que hay en ti sea tinieblas” (Lucas 11:35).


¿Como puedo saber si estoy incluido entre aquellos que irán al cielo?


La senda angosta a la vida eterna

Todos aquellos que han de ir al cielo confesarán que su salvación ha sido un gran milagro de la gracia gratuita del Señor. Serán almas que verdaderamente han nacido de nuevo por el poder del Espíritu Santo (ver Juan 3). Serán personas que han sido convertidas por Dios, lo cual implica que experimentan tres cosas: (1) una pena profunda por su propia iniquidad, (2) una inmensa alegría por la salvación en Cristo Jesús, y (3) una sincera gratitud a Dios por Su gran salvación (ver Rom. 7:24-25; Salmos 50:15).

(1) Cuando el Espíritu Santo comienza a obrar la salvación en un pecador El no empieza revelándole a Cristo. Por naturaleza no hay cabida para Cristo en nuestros corazones. Mas bien Él le confronta cara a cara con su trágica miseria y peligroso estado de pecaminosidad delante de Dios. El pecador es llevado a experimentar: una pena sentida desde el fondo de su corazón sobre sus innumerables pecados actuales en sus pensamientos, palabras y acciones contra Dios que todo lo sabe una pena sentida desde el fondo de su corazón sobre el vivir sin Dios, sin Cristo, y sin esperanza en el mundo; una pena sentida desde el fondo de su corazón sobre su terrible pecado original adquirido al caer juntamente con Adán, comprendiendo que su corazón es una fuente de contaminación y corrupción en su totalidad; una pena sentida desde el fondo de su corazón no solo porque la carga del pecado es muy pesada para ser llevada, sino también porque encuentra imposible liberarse por sí mismo de esta carga una pena sentida desde el fondo de su corazón cuando él es traído al punto en que se da cuenta de que él no puede salvarse a sí mismo pero aun así él debe ser salvo, por lo cual implora “Señor, tú eres justo y tienes todo el derecho de separarme de ti para siempre, pero será posible que haya algún camino en Ti para escapar de Tu castigo divino y ser restaurado en Tu misericordia?”


¿Se considera usted también un pecador miserable, despreciable, consternado, culpable y perdido -un pecador que por experiencia sabe que no hay esperanza de salvación en usted mismo?


(2) Cuando el pecador experimenta que no tiene futuro alguno más que la condenación, y que el Espíritu Santo le habilita a abandonarse a Dios como único refugio, ese mismo bendito Espíritu le ha de mostrar el indescriptiblemente rico y magnífico camino de salvación y liberación de Dios mediante la sangre y sacrificio completo del Señor Jesucristo. El pecador es llevado a experimentar: una necesidad de Cristo; una visión hermosa, completa y pertinente de la obra redentora de Cristo; una revelación de Cristo en su alma mediante la Palabra y Espíritu, a través de la cual comprende la forma en que Cristo enteramente obedeció la ley y llevó por completo el castigo del pecado en sustitución de pecadores caídos y despreciables; una aplicación de Cristo mediante la cual puede ceñir a Cristo con gozo indecible como su Salvador y su salvación.


¿Ha experimentado usted también algo de Cristo como el gran camino de liberación mediante el poder del Espíritu Santo aplicando la Palabra de Dios a su alma? ¿Le ha provocado un deseo de conocer a Cristo más y más como su Todo-en-Todo -conocerle experimentalmente como el Salvador único y diligente que salva hasta lo imposible?


(3) Finalmente, aquellos que verdaderamente experimentan el camino de salvación del Señor en Jesucristo expresarán también una sentida gratitud por tan gran liberación: “¿Qué daré a Jehová por todas sus bendiciones para conmigo?” (Salmos 116:12). Ellos desean entregar todo, alma y cuerpo, en las manos del Señor por toda la eternidad, yacer a Sus pies en sumisión verdadera, y confesar, “Sea hecha Tu voluntad, como en el cielo así también en la tierra.” A pesar de nuestras transgresiones, deseamos vivir para la gloria de Dios por sobre todas las cosas, y servir a nuestro prójimo con amor para su bienestar espiritual y temporal.

Estimado lector, examínese a usted mismo.


¿Por cuál senda camina usted?


¿Transita usted por la senda ancha a la destrucción eterna o por la senda angosta a la vida eterna? En este mundo hay muchos caminos diferentes, pero en el mundo espiritual solamente existen dos, los cuales nunca se cruzan. Son tan opuestos uno del otro como la oscuridad es de la luz, Satanás de Dios, lo natural de la gracia, y el infierno del cielo. Solo Dios, en Su gracia gratuita, nos puede remover de la senda ancha que lleva a la destrucción y colocarnos en la senda angosta que lleva a la vida eterna.

Pecador, rogamos a usted, apártese de sus caminos de pecado y maldad. Implore a Dios por una verdadera conversión, quien no solo dijo, "os es necesario nacer de nuevo”, sino que también dio testimonio de Si mismo, “el Hijo del hombre ha venido a buscar y a salvar lo que se había perdido.” Su alma está perdida y su condición es miserable; por ello, ruegue al Señor que le muestre esto, para que pueda haber lugar dentro de usted para el mensaje del evangelio de Jesucristo y El crucificado.

Permítame dejarle una última advertencia. En los veintisiete libros del Nuevo Testamento se menciona al infierno 234 veces. Si el camino de la vida fuera de 27 millas, y hubiera 234 anuncios a lo largo de este camino que leyeran, “Este camino lleva al infierno”, ¿permanecería usted en dicho camino? Mientras usted permanezca un pecador incrédulo, sin arrepentimiento, sin Cristo, autosatisfecho, usted continúa en este camino al infierno. El infierno es el fin de una vida religiosa o mundana que permanece sin Cristo.

Este corto mensaje es también otro anuncio enviado a usted por el Señor para advertirle que todos los caminos del hombre terminan en la muerte. “Buscad a Jehová mientras puede ser hallado, llamadle en tanto que está cercano” (Isaías 55:6).

¿Cuántos anuncios más le enviará el Señor a su camino antes de que Su paciencia se agote, y cumpla Su propia Palabra: “tal como está establecido que los hombres mueran una sola vez, y después el juicio”?

Apresúrese, pecador, por su propia vida. El hilo de su existencia aún no ha sido cortado, pero cada vez es más delgado y frágil. El Señor aún le está llamando: “Vivo yo, que no quiero la muerte del impío, sino que el impío se aparte de su camino y viva, dice el Señor Jehová; apartaos, apartaos de vuestros malos caminos; ¿por qué moriréis?” (Ezeq. 33:11)

La puerta de la gracia aún está abierta. El trono de Cristo aún no se cierra. ¿Escuchará usted Su voz antes de que sea demasiado tarde? “Besad al Hijo, no sea que se enoje y os perdáis del camino; pues se enciende de pronto su ira. Bienaventurados todos los que en Él se refugian” (Salmos 2:12).

Todos aquellos que han vivido sin Dios en la tierra estarán sin Dios en el infierno. Qué terrible será experimentar junto con el hombre rico en Lucas 16, “en el infierno, estando en tormentos, alzó sus ojos... y gimiendo, dijo: ...estoy atormentado en esta llama.”

Querido amigo, deseo advertirle con amor. Ni usted ni yo podemos escapar de la muerte. Es una cita a la cual no faltaremos... pase lo que pase.


¿Está usted preparado para morir?


Sinceramente,

Joel R. Beeke

Joel Robert Beeke es un pastor y teólogo cristiano estadounidense. Es ministro de la Congregación Heritage Reformed en Grand Rapids, Michigan, y Presidente del Seminario Teológico Puritano Reformado, donde también es profesor de Teología Sistemática y Homilética.

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