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Luis Vogt

Tres cosas indispensables en el ministerio

¿Como administrar el tiempo en el ministerio?

Es muy conocida la expresión de Efesios 5:16: ‘Aprovechando bien el tiempo, porque los días son malos.’ El tiempo es un bien muy valioso. Todos tenemos la misma cantidad: sesenta minutos en cada hora, y veinticuatro horas en cada día. Sin embargo, algunos lo aprovechan bien y otros no.


Por lo general, los pastores y otros líderes en la tarea de la iglesia no tenemos una rutina diaria formal, igual cada día, de manera que tenemos que construir nuestro propio horario diario. Personalmente, encuentro que es útil hacer una lista de las cosas que tengo que hacer; después determino las prioridades y trato de asignar a cada asunto el tiempo que creo que me va a tomar realizarlo.


¿Por qué cosas estuviste orando esta mañana?

Por las mañanas, me es de gran ayuda orar pensando y poniendo en la lista todo lo que voy a hacer delante de Dios. Manteniendo este hábito, uno rara vez se olvida un compromiso. Cuando alguien olvida que tiene una cita, le pregunto: ‘¿Por qué cosas estuviste orando esta mañana?’ Creo que es de mucha ayuda orar poniendo la agenda del día delante de Dios. De esta manera, podemos afrontar con Dios todo lo que nos espera: tal vez una responsabilidad muy grande que preferiríamos no asumir o quizás una persona con la cual nos vamos a ver. Siempre encuentro que los problemas se aminoran si los afronto en oración antes de empezar el día.

El doctor Martyn Lloyd-Jones me dijo una vez que la presión sanguínea influye en el horario de más actividad de cada persona; algunas despiertan frescas y lúcidas y se van cansando progresivamente a lo largo del día. Otras despiertan cansadas; a lo largo del día se van reanimando, y se encuentran en su mejor momento a las dos de la madrugada. Yo encuentro intolerables a estas personas, porque mi presión sanguínea funciona de la otra manera. Me acuesto muy cansado, pero despierto fresco. Encuentro maravilloso tener unas dos o tres horas antes del desayuno, sin las interrupciones del teléfono, cartero, visitas o familia; pero reconozco que todos somos diferentes y que no tenemos que imitarnos unos a otros.


¿Qué estuviste leyendo esta mañana?

Espero que también apartemos tiempo para leer. Necesitamos plantearnos una meta realista; hay demasiados pastores y líderes que nunca leen; a la inversa, algunos seminarios esperan que pasemos todas las mañanas estudiando. Creo que todos podemos darnos un tiempo cada día para leer. Además, deberíamos apartar una mañana, una tarde o una noche por semana, esto es, un período más largo como de cuatro horas. Es decir, una hora diaria y una sesión de cuatro horas una vez a la semana, suman aproximadamente diez horas semanales, en las que seguramente podemos leer un libro. Un libro por semana son cincuenta o más al año; realmente creo que esta es una meta razonable que uno se puede imponer.

Un segundo aspecto de la disciplina del tiempo, es algo que podría llamar ‘días tranquilos’. Yo tenía solamente 29 años de edad cuando me designaron rector de la iglesia All Souls. Era una tarea superior a mis habilidades y a mi experiencia; las responsabilidades rápidamente me taparon y derribaron. Surgían eventos para los cuales había olvidado prepararme; después empecé a tener ‘pesadillas de pastor’: soñaba que estaba a mitad de camino hacia el púlpito, ¡y repentinamente recordaba que me había olvidado de preparar el sermón! Supongo que en aquellos días no estuve lejos de sufrir un colapso nervioso. Pero un día fui a una conferencia para pastores y uno de ellos hizo una sugerencia muy sencilla, que es lo único que recuerdo de esa conferencia. Honestamente, creo que me salvó la vida. Dijo que todo pastor debería tomarse un día tranquilo al mes, alejarse de su familia y su congregación, buscar introducirse en la mente de Dios, y esforzarse por ver hacia el futuro en los próximos meses, para saber hacia dónde ir.

Esa fue palabra de Dios para mí. Inmediatamente marqué en mi agenda cuál sería ese día al mes; puse una pequeña ‘T’ de tranquilidad, y le pedí a un amigo que vive a pocos kilómetros de Londres que me permitiera pasar mi día en su casa; nadie más sabía dónde estaba, excepto mi secretaria, para el caso de que hubiera alguna emergencia.

Aparté para mi día tranquilo aquellas cosas que requerían tiempo, serenidad y oración: cartas difíciles de contestar, problemas sobre los cuales tenía que meditar, un artículo que tenía que escribir, la planificación de los próximos meses. Lo único que puedo decir es que la carga se me aligeró inmediatamente y casi nunca volví a tener ‘pesadillas de pastor’. Estos días de tranquilidad de cada mes se volvieron tan importantes que durante unos diez o quince años decidí que fueran semanales. Recomiendo que por lo menos tengan uno al mes, especialmente para mirar hacia el futuro.


¿Cómo está tu tiempo devocional?

Otra área en la que es importante ser disciplinado para evitar el estancamiento es la práctica devocional: la lectura diaria de la Biblia y la oración.

Los pastores y líderes cristianos necesitan conocer la totalidad de las Escrituras. La mayor parte de las interpretaciones erróneas se deben a un conocimiento parcial de las Escrituras. El más seguro de los principios hermenéuticos es buscar una comprensión global de la Biblia; después aprendemos a interpretar cada texto a la luz de su contexto, y la parte a la luz del todo.

Martyn Lloyd-Jones me presentó hace veinticinco años un original método de lectura bíblica. Es un calendario muy simple, que se llama ‘Pan Diario: Calendario de Lectura Bíblica’. Fue escrito por un pastor escocés en 1848, para persuadir a su congregación a leer toda la Biblia en un año; quería que leyeran dos veces el Nuevo Testamento y una vez el Antiguo, para que pudieran absorber la totalidad de la Biblia. Esta es una disciplina bastante ardua, pero creo que es de gran valor: no se empieza el primer día de enero con Génesis 1 a 4, y el 2 de enero se sigue con Génesis 5 a 9 sino que, el primer día del año, empezamos con los cuatro grandes comienzos de las Escrituras: Génesis 1, Esdras 1, Mateo 1 y Hechos 1. Cada uno trata de un nacimiento: Génesis 1 es el nacimiento del universo, Esdras 1 es el renacimiento de la nación después del exilio de Babilonia, Mateo 1 es el nacimiento de Jesús, y Hechos 1 es el nacimiento de la Iglesia. Empezamos con los cuatro grandes comienzos y los seguimos a lo largo de un año.

Nada me ha ayudado más para encontrar los temas de las Escrituras y ver cómo los pasajes se van interrelacionando unos con otros. Mi práctica es la de leer tres capítulos por la mañana y uno por la noche. La lectura de tres capítulos toma aproximadamente quince minutos, así que podemos añadir un poco de estudio a esta lectura general.

¿Cómo podemos mantener fresca nuestra lectura bíblica y evitar que se estanque y se vuelva rutinaria? Mi respuesta es que necesitamos llegar a ella con expectativas; no debemos empezar la lectura sin antes tener unos minutos de meditación. Necesitamos recordarnos a nosotros mismos que Dios nos habla a través de lo que dijo antes. Él está más ansioso y deseoso de hablarnos que nosotros de escucharlo. El propósito de la lectura bíblica es escuchar la voz viviente de Dios, y necesitamos llegar a ella con una expectativa viva.


¿Cómo está tu vida de oración?

Quiero decir también algo sobre la oración. Creo que todos la encontramos un poco difícil, sobre todo porque nos cuesta trabajo concentrarnos. ¿Alguna vez han pensado en esta paradoja? Cuando nos acercamos en oración a Dios sabemos que estamos en comunión con él. Nada nos satisface más; el tiempo se detiene y no tenemos prisa por terminar. En la oración, nuestra comunión con el Padre celestial es una realidad. A lo mejor no sucede esto con frecuencia, pero creo que todos lo hemos experimentado en algún momento y lo hemos encontrado profundamente satisfactorio. Siendo así, deberíamos estar motivados a orar. Sin embargo, se da la paradoja de que, cuando se acerca nuestro tiempo de oración, nos sobreviene una extraña aversión; cientos de inocentes alternativas se presentan en nuestra mente: escribir una carta, visitar un amigo, leer una revista, etc. ¿Cuál es la razón de esta ilógica reacción? El diablo sabe que la oración es el secreto más grande de la vida cristiana, y está dispuesto a hacer todo lo posible por detenernos. Esta es la única explicación que puedo encontrar sobre la resistencia a la oración.

Conclusión.

Por lo tanto, quisiera compartir con ustedes algo que he encontrado muy útil. Necesitamos ganar la batalla de lo que yo llamo ‘el umbral’. A veces me imagino una pared muy alta, y a Dios del otro lado de la pared; allí, en un jardín florido, él nos está esperando. Parece una idea un poco infantil, pero a mí me ayuda. En mi cuadro mental, la única manera de atravesar la pared para llegar al jardín es una pequeñísima puerta, y delante de ella está el diablo con la espada en la mano, listo para pelear a cada paso para evitar que pasemos a la presencia de Dios. Es en este momento cuando necesitamos vencer al diablo en el nombre de Cristo. Esta es la batalla del umbral. Pienso que hay muchos de nosotros que nos damos por vencidos en la oración antes de haber ganado la batalla del umbral. La mejor manera de ganar esta batalla, según mi experiencia, es usando las promesas de la Escritura.

Adaptado de: John Stott, Desafíos Del Liderazgo Cristiano(Buenos Aires: Certeza Argentina, 2002), 50–68.
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