Como en siglos pasados, los cristianos todavía hablan con frecuencia acerca de la necesidad de santificación. Sin embargo, no ha surgido ningún mutuo acuerdo sobre la descripción de la santificación. En la presente discusión se ha decidido describir el término en relación a lo que la Biblia dice acerca del “fruto”. La palabra “Fruto” se usa ampliamente en la Biblia, desde Génesis hasta Apocalipsis, refiriéndose a productos comestibles de la tierra así como a retoños humanos o hijos. Tanto en el AT como en el NT se usa la palabra en forma metafórica para describir acciones humanas. Otros términos relacionados con fruto también asumen significados metafóricos para referirse al comportamiento humano. Romanos 6:22 y 7:4 vinculan dicha terminología con la santificación de los creyentes. Los contextos de estos dos versículos confirman un vínculo muy estrecho entre fruto y santificación, en el pasado, así como en las vidas presentes de los cristianos en su avance hacia la semejanza a Cristo. En Gálatas 5:22-23 se relaciona con la obra del Espíritu Santo al producir la santificación presente de los creyentes.
Introducción
El apóstol Pedro exhortó a su audiencia cristiana: “Como hijos obedientes, no os conforméis a los deseos que antes teníais estando en vuestra ignorancia; sino, como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir; porque escrito está: ‘Sed santos, porque yo soy santo’” (1 Pedro 1:14-16). Así como los creyentes del AT fueron llamados para reflejar al Dios santo en su carácter y comportamiento (Lv. 11:44; 19:2; 20:7), los creyentes del NT son llamados a la misma norma. Este estilo de vida santa, que ha de caracterizar al cristiano, es definido por los teólogos como un aspecto de “la santificación presente o progresiva”. La necesidad, para el creyente, de crecer en santificación progresiva está subrayada por la exhortación en Hechos 12:14: “Seguid la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor”.
La seriedad con la cual los cristianos, en el pasado, respondieron a esta apelación por la santificación progresiva (i.e., santidad), es expresada por J.I. Packer así:
Hubo un tiempo en que todos los cristianos colocaban un gran énfasis en la realidad del llamado de Dios a la santidad y hablaban, con profunda comprensión, acerca de cómo El nos posibilitaba para ello. Los protestantes evangélicos, en particular, ofrecieron incontables variaciones sobre los temas de qué es lo que la santidad de Dios requiere de nosotros, qué implica para nosotros nuestra santidad, por qué medios y a través de qué disciplinas nos santifica el Espíritu Santo y las maneras en que la santidad aumenta nuestra seguridad, gozo y utilidad para Dios.
Packer añade,
Antiguamente, entonces, la santidad era resaltada a través de la iglesia cristiana. Sin embargo, ¡cuán distinto es hoy en día! Escuchar nuestros sermones y leer los libros que escribimos los unos para los otros y luego observar la alocada, mundana y pleitista manera en que nos comportamos como personas cristianas. Nunca te podrías imaginar que una vez el sendero de la santidad estuvo claramente marcado para los creyentes en la Biblia de tal manera que los ministros y la gente sabían lo que era y podían hablar del mismo con autoridad y confianza.
Sin embargo, aun en los siglos pasados, desde los Reformadores del siglo dieciséis hasta los expositores evangélicos del siglo diecinueve cuando “el sendero de la santidad estuvo claramente marcado para los creyentes en la Biblia”, no hubo acuerdo en lo concerniente a cuáles eran exactamente las evidencias visibles de la santificación progresiva. El difunto evangélico Anglicano del siglo diecinueve J. C. Ryle escribió:
Ahora procedo a retomar…la evidencia visible de la santificación. En una palabra, ¿cuáles son las marcas visibles de un hombre santificado? ¿Qué es lo que podemos esperar ver en él? Esta es una sección amplia y difícil de nuestro tema. Es amplia, porque ella necesita la mención de muchos detalles que no se pueden manejar de forma completa dados los límites de un trabajo como este. Es difícil, porque no es posible que ella pueda ser tratada sin cometer ofensa. Sin embargo, a cualquier costo, la verdad debe ser dicha, y hay algún tipo de verdad que, especialmente, requiere ser dicha en el tiempo actual.
Esta discusión sobre a qué se parece la santificación (i.e. la evidencia visible) en el creyente cristiano, continúa siendo parte del intercambio sobre la doctrina de la santificación en el evangelicalismo contemporáneo. Así pues, la necesidad de una mayor revisión del fruto bíblicamente identificable, de la santificación progresiva, es beneficiosa y ahora procedemos a la discusión de ese tema.
El Entendimiento Bíblico de “Fruto” y Términos Relacionados
En el NT hay muchos términos que pudieran ser estudiados como una introducción a las actitudes y acciones que deberían ser visibles en la vida del creyente cristiano. Por ejemplo, el término “Caminar” [peripateo] se usa para describir y definir la conducta que se espera de un santo (ver Ro. 13:13; Gá. 5:16; Ef. 2:10; 4:1, 17; 5:2, 8, 15; Col. 1:10; 2:6; 4:5; 1 Ts. 2:12; 4:1, 12; 1 Juan 1:7; 2:6; 3 Juan 3, 4). O, el concepto de “despojarse/vestirse” puede ser rastreado ya que permite una mejor comprensión de la conducta pre y post cristiana de un creyente (ver Ef. 4:22-32; Col. 3:8-17). Además, las órdenes dadas al santo para que las obedezca pueden ser enlistadas (ver Juan 13:34-35; 1 Juan 2:3-11; 3:23-24; 4:21; 5:2-3; 2 Juan 4-6). Sin embargo, en un artículo como este se necesita una elección. Por lo tanto, la determinación es ver lo que la Biblia enseña acerca del término “fruto”, y otros términos relacionados, como la senda tomada para describir lo que el NT enseña respecto a la santificación progresiva en relación a sus resultados visibles en la vida del cristiano.
El Término “Fruto”
El término “fruto” aparece muchas veces en la Biblia. Las formas sustantivas (Hebreo peri) se encuentran alrededor de 122 veces en el AT y 65 veces en el NT. Las formas verbales asociadas con estos sustantivos (i.e., “llevar, o producir fruto”) aparecen 29 veces en el AT y 8 en el NT. Como se puede notar, es la forma sustantiva la que se usa predominantemente, aunque también encontramos el uso verbal y adjetival. El sustantivo “fruto” es el resultado del verbo “llevar o producir Fruto”, y esto puede ser descrito como “fructífero” que es la forma adjetival. Tanto en el AT como en el NT también se puede encontrar el concepto/término opuesto, “infructuoso” (2 Reyes 2:19; Ef. 5:11; Tito 3:14; 2 Pedro 1:8).
El término “fruto” está ampliamente extendido en la Escritura. Es introducido en Génesis 1 y su uso final se encuentra en Apocalipsis 22. Tanto en su primer, como último, uso bíblico, se refiere al producto comestible de los árboles: “Después dijo Dios: Produzca la tierra hierba verde, hierba que dé semilla; árbol de fruto que dé fruto según su género, que su semilla esté en él, sobre la tierra. Y fue así. Produjo, pues, la tierra hierba verde, hierba que da semilla según su naturaleza, y árbol que da fruto, cuya semilla está en él, según se género. Y vio Dios que era bueno” (Gn. 1:11-12), y “Después me mostró un río limpio de agua de vida, resplandeciente como cristal, que salía del trono de Dios y del Cordero. En medio de la calle de la ciudad, y a uno y otro lado del río, estaba el árbol de la vida, que produce doce frutos, dando cada mes su fruto; y las hojas del árbol eran para la sanidad de las naciones” (Apocalipsis 22:1-2). De acuerdo a Génesis 1:29: “Y dijo Dios: He aquí que os he dado toda planta que da semilla, que está sobre toda la tierra, y todo árbol en que hay fruto y que da semilla; os serán para comer”, Dios creó las plantas y los árboles con el propósito de dar a los humanos y a los animales lo que ellos pudieran comer de modo que sustentaran sus vidas. Aquí encontramos el significado más básico de “fruto”, el producto comestible de un árbol. En Apocalipsis 22, en el estado eterno, el árbol de la vida producirá su fruto en un ciclo mensual. No está explícitamente establecido que era para que la humanidad lo comiera, sin embargo muy probablemente está implícito ya que fue por eso que Dios dio el fruto de los árboles en la primera creación. Este árbol sustentará la vida de las naciones al ser comido. Este significado básico de “fruto”, el producto comestible de un árbol, se encuentra a través de todo el AT y el NT (Lv. 23:40; 26:4, 20; 27:30; Neh. 10:35, 37; Sal. 1:3; 148:9; Ec. 2:5; Ez. 36:20; Mt. 7:17-19; 21:19; Ap. 22:2).
El significado básico de “fruto” también puede ser extensivo para incluir todos los productos comestibles del suelo/tierra, incluyendo plantas, vegetales y granos así como árboles (Gn. 4:3; Dt. 7:13; 26:2, 10; 30:9; Sal. 107:34, 37; Jer. 7:20; Stg. 5:7). En pocos casos, en el AT, “fruto” se refiere al producto no comestible de un árbol, i.e., el cedro (Ez. 17:9, 23) y el ciprés (Os. 14:8). En dos pasajes, el fruto de la tierra (i.e., el producto comestible de la tierra) se distingue de los árboles (Jer. 7:20; Mal. 311).
Tres significados derivados de “fruto” ocurren, partiendo de su significado básico, esencial, de producto de un árbol/o, la tierra. En primer lugar, “fruto” es usado con frecuencia en el AT en la frase “fruto del vientre”, i.e., niños (Gn. 30:2; Dt. 7:13; 28:4, 11; 30:9; Sal. 127:3; Is. 13:18). El sustantivo “fruto” también puede usarse solo, en referencia tanto a vástagos humanos (Sal. 21:10; Os. 9:16) y animales (Dt. 28:4; 30:9). Un uso del verbo “llevar fruto”, especialmente cuando aparece con el verbo “multiplicar”, es llevar vástagos, bien sea humanos (Gn. 1:28; 9:1, 7; 17:20; 28:3; 35:11; 47:27; 48:4; Ex. 1:7; Lv. 26:9; Jer. 23:3) o animales (Gn. 1:22; 8:17). Este uso de “fruto” como vástago se encuentra sólo una vez en el NT (Lc. 1:42). Así, de su significado básico de producir a partir de un árbol o de la tierra, “fruto” llegó a ser usado en la Biblia para referirse al producto del vientre, tanto humano como animal.
En segundo lugar, comenzando en el AT, y llegando a ser su uso predominante en el NT, particularmente en las cartas neotestamentarias, “fruto” es usado metafóricamente para referirse a las acciones producidas por una persona, el fruto de la vida de uno, i.e., comportamiento, conducta. Este concepto, introducido en el AT (Prov. 1:31; 11:30; Is. 10:12; Jer. 21:14; 32:19), es retomado, y desarrollado, por autores del NT (Mt. 3:8; 7:16-20; Ro. 6:21, 22; 7:4; Gá. 5:22; Ef. 5:9; Fil. 1:11; He. 12:11). Estrechamente vinculada está la idea de “fruto” como el producto o resultado de los pensamientos de uno (“el fruto de planes”, Jer. 6:19), del habla (“el fruto de la boca”, Prov. 12:14; 13:2; 18:20) o acciones (Is. 3:10; Jer. 17:10; Os. 10:13; Mi. 7:13).
En tercer lugar, en el NT “fruto” también puede referirse a la consecuencia, o resultado, de las acciones de uno (Ro. 1:13; Fil. 1:22) o la ganancias devengadas (i.e., producida) por esas acciones (1 Co. 9:7; Fil. 4:17; 2 Ti. 2:6).
En Mateo 7:15-20, en la conclusión del Sermón de la Montaña, las palabras de Jesús se refieren a la fructificación natural de los árboles y son aplicadas al producto de las vidas de los individuos. El dice: “Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos, o higos de los abrojos? Así, todo buen árbol da buenos frutos, pero el árbol malo da frutos malos. No puede el buen árbol dar malos frutos, ni el árbol malo dar frutos buenos. Todo árbol que no da buen fruto, es cortado y echado en el fuego. Así que, por sus frutos los conoceréis” (Mt. 7:15-20). “Las imágenes vívidas de esta sección son extraídas tanto de la vida animal (Mt. 7:15) como de las plantas (7:16-20) y se supone que intentan describir a los falsos profetas que hacen peligrar el camino de los discípulos”. Jesús empieza por comparar a los falsos profetas con animales. Aun cuando exteriormente ellos parezcan ovejas, “una metáfora común del AT para el pueblo de Dios (ver Salmos 78:52; 100:3)”, son en realidad lobos despiadados, feroces enemigos naturales de las ovejas. Luego, Jesús continúa mediante el uso de la analogía extendida de la planta o el árbol. Debido a que los falsos profetas profesarán ser siervos de Dios, los creyentes sólo discernirán su verdadera naturaleza a medida que vayan evaluando sus palabras y acciones. Los versículos 16a y 20 repiten la misma verdad al pie de la letra, inclusive. Aquí “fruto” es usado en un sentido metafórico refiriéndose al producto de los falsos maestros. Su práctica no va a ajustarse a sus declaraciones; sus acciones revelarán su verdadero carácter. Sin embargo, en los versículos 16b-19, “fruto” es usado con su significado literal. A la distancia, las moras en un espino pueden dar la apariencia de ser uvas, y las flores en un cardo pueden ser confundidas con higos. Sin embargo, al ser inspeccionadas desde más cerca, y con más aproximación, la realidad de la viña y del árbol de higo se hace clara por la naturaleza de sus frutos. De este modo se puede elaborar un juicio, a partir de sus frutos, en relación a qué árboles necesitan ser conservados y cuáles necesitan ser cortados y quemados. El principio esencial enseñado en Mateo 7:16-20 es: así como un fruto natural, el producto de un árbol, muestra evidencia visible de la vida y carácter del árbol, así también lo hace el fruto metafórico, las palabras y acciones de los seres humanos, ellas dan evidencia de su vida y carácter. Este es un principio que se aplica no sólo a los falsos profetas, sino también a los cristianos profesantes (Stg. 3:12).
Términos Relacionados
En el AT una cantidad de otros términos son usados con “fruto”. El fruto se encuentra en la “rama” (daliyot, Jer. 11:16; Ez. 17:6, 7, 23; 31:7, 9, 12; anap, Lv. 23:40; Sal. 80:11; Ez. 17:8, 23; Mal. 4:1) de un “árbol”. El árbol obtiene nutrición a través de sus “raíces” (shoresh, 2 R. 19:30; Job 18:16; 30:4; Is. 37:31; Jer. 12:12; Ez. 17:7, 9; 31:7; Amos 2:9; Mal. 4:1). Tal como Kedar-Kopfstein nos lo hace notar:
El fruto, junto con las hojas (Sal. 1:3) y las ramas, (Ez. 36:8) son una parte de la imagen del árbol saludable cuyas raíces se han extendido en forma extravagante (2 R. 19:30; Jer. 17:8). La destrucción de un árbol así comienza con el atrofiamiento de sus raíces y termina con la sequedad del follaje y su incapacidad de producir fruto (Sal. 1:3; Os. 9:16; Am. 2:9). El merisma en estos pasajes y otros similares evoca al árbol completo mencionando solamente sus raíces, por una parte, y su fruto, por la otra.
Un término importante del AT es el verbo samah, que tiene el significado de “echar retoños, crecer” cuando se usa en referencia a árboles, plantas y grama (Gn. 2:5,9; 41:6, 23; Ex. 10:5; Salmos 104:14; 147:8). Un árbol saludable es aquel que echa retoños de la semilla en la tierra y entonces crece, extendiendo más y más ramas llenas de fruto. Esta misma imagen de germinar, de cultivos en crecimiento con una cosecha final es ilustrada en la parábola registrada en Marcos 4:26-29.
El Salmo 1 describe la bendición de un hombre justo, un hombre piadoso que vive de acuerdo con las demandas de Dios. Es un hombre que no conduce su vida de acuerdo al consejo, o dirección, de los impíos, los enemigos de Dios y sus normas (v. 1). Más bien, obtiene sus directrices para la vida de la ley de Yahveh, una ley en la cual se deleita y medita continuamente (v. 2). Este hombre es representado como un árbol robusto, bien nutrido, fructífero (v. 3). El prospera y no perecerá cuando el hombre impío sea juzgado (vv. 3b-6). De este modo, la misma Biblia usa aquí la imagen de un árbol fructífero para describir a un hombre piadoso.
Esta imagen de un árbol enraizado en suelo fértil, llevando abundante fruto es usada por muchos escritores para ilustrar la santificación progresiva del cristiano. La siguiente descripción, de Kenneth Prior, que incorpora el lenguaje de John Owen en su obra On the Holy Spirit [Sobre el Espíritu Santo], ilustra este uso.
En otras palabras, un cristiano crece desde adentro como un organismo. John Owen comenta la manera en que la Escritura tan frecuentemente compara el crecimiento del cristiano, en gracia y santidad, al crecimiento de los árboles y las plantas. Aquí está una de las comparaciones que él hace: “Estos árboles y plantas tienen el principio de su crecimiento dentro de ellas mismas. Ellas no crecen de inmediato debido a una ayuda externa casual —u ocasional— sino a partir de su propia virtud seminal y humedad radical. No es de otra manera en el progreso de la santidad; tiene una raíz, una semilla, un principio de crecimiento en la tierra. Toda gracia es una semilla inmortal y contiene en ella un principio de gracia viviente, Juan 4:14. Aquello que no tenga en sí mismo vida y un poder de crecimiento no es gracia. Y por lo tanto, cualquier obra que los hombres lleven a cabo, dirigidas por la luz natural, o urgidas por convicciones de palabra, si las mismas no proceden de un principio de vida espiritual en el corazón, no son el fruto de la santidad”. Es importante notar la profundidad a la cual un cristiano crece. No es sólo un asunto de ir formando en la vida hábitos frescos, aunque esto muy bien tenga que ocurrir. Más bien, el crecimiento del cristiano es interno y brota desde lo más íntimo de su ser, donde el Espíritu Santo de Dios está obrando. El crecimiento que no es más que la formación de hábitos frescos podría ser como atar fruto a las ramas de un árbol—totalmente superficial.
Esto conduce, naturalmente, a otra comparación que John Owen hace: “El crecimiento de los árboles y las plantas es secreto e imperceptible y sólo es discernido por sus efectos y consecuencias; el ojo más avizor puede discernir poco de su movimiento. Así es también en el progreso de la santidad. No es tampoco discernible de inmediato por aquellos en quienes está, o por otros que lo observan, excepto por sus frutos y efectos”.
¿Existe garantía en el NT para vincular la imagen de “fruto” a la santificación en esta forma? Un pasaje nos conduce a una respuesta afirmativa.
Una Asociación de “Fruto” con Santificación (Romanos 6:22; 7:4)
“Aunque la terminología de santificación se encuentra sólo en 6:19 y 22, estos capítulos [Romanos 6-8] han sido caracterizados, con frecuencia, como una declaración clásica de la doctrina”. Pablo usa el término “fruto” cuatro veces en estos tres capítulos (el sustantivo se encuentra en 6:21 y 22, y el verbo en 7:4 y 5). De manera significativa, en Ro. 6:22, los términos “fruto” y “santificación” son usados literalmente en la misma cláusula, “Tenéis por vuestro fruto la santificación”. De este modo, los versículos Ro. 6:22 y 7:4 demuestran una asociación de “fruto” con santificación en el NT.
El Contexto: Romanos 6:1-7:6
En Romanos 5, Pablo declara los beneficios que se acumulan, de parte de Dios, para los que han sido justificados. Los creyentes disfrutan de reconciliación con Dios (5:1-11) y la imputación de la justicia de Cristo (5:12-19). Para los santos la gracia sobreabundó y ahora debe reinar “por la justicia para vida eterna mediante Jesucristo, Señor nuestro” (5:20-21). Sin embargo, Pablo entonces trata (6:1b) con la pregunta, “¿Perseveraremos en el pecado para que la gracia abunde?”. Su respuesta (6:2a) es un enfático “¡En ninguna manera!”. En los siguientes versículos Pablo explica por qué los cristianos ya no pueden tener un estilo de vida de pecado (6:2b-10) y continúa la explicación con su primer imperativo en la carta (6:11). En estos versículos Pablo escribe acerca de la santificación definitiva, progresiva y (posiblemente) futura, de los creyentes.
Dos observaciones son significativas. En primer lugar, el énfasis de Pablo en 6:2b-11 está puesto sobre la santificación definitiva. En la conversión, expresada aquí por el bautismo, los creyentes eran unidos con Jesucristo en su muerte. Justo como Cristo murió al pecado, i.e., el fue separado del dominio del pecado (v. 10), de esta manera, con Él, el cristiano también ha sido separado del dominio del pecado (vv. 6, 11). Y así como Cristo ha sido ahora levantado de los muertos y vive para Dios, i.e., Él vive para glorificar a Dios (v.10) de modo que los cristianos sean habilitados, a través de la unión con él en su resurrección, a vivir estilos de vida que glorifiquen a Dios (v. 11). En segundo lugar, los creyentes están llamados a considerar (imperativo) estas verdades (indicativo) como la realidad (v. 11). Los cristianos pueden, y deben, vivir como “esclavos de la justicia”, y ya no más como “esclavos del pecado”, en la medida que respondan obedientemente a estas verdades conocidas (6:16-23).
Pablo continúa su primer imperativo esencial (6:11) con otros tres (6:12-13). Junto con considerarse a sí mismos en la misma manera en que Dios lo hace, como muertos al pecado y vivos para Dios (6:11), los creyentes no deben permitir que el pecado reine en sus cuerpos (v. 12), ni tampoco presentar los miembros de sus cuerpos al pecado como instrumentos de injusticia, sino presentarse a sí mismos como vivos de entre los muertos y los miembros de sus cuerpos como instrumentos de justicia (v. 13; ver Ro. 6:19; 12:1). Los cristianos no tienen la responsabilidad de morir al pecado y estar vivos para la justicia, sin embargo, se les ordena actuar sobre la base de su unión con Jesucristo para asegurarse de que ya no se comportan bajo la autoridad del pecado. Su nueva posición bajo la gracia, i.e., la nueva era en la cual la libertad del poder del pecado está disponible, significa que el pecado ya no reinará más sobre ellos (v. 14).
Una vez más (6:15) Pablo trata con una pregunta, “¿Pecaremos porque no estamos bajo la ley, sino bajo la gracia?”, y nuevamente responde con el enfático “¡En ninguna manera!”. Su punto básico es, “Cualquiera que sea el poder al que ustedes voluntariamente se sometan…ustedes son esclavos del poder al que obedecen y sólo tienen dos poderes entre los cuales escoger” (6:16). Al analizar 6:16-23, Pablo asocia los dos poderes con las dos condiciones del creyente, la anterior y la actual:
Al respecto el libro de Romanos nos dice:
6:16
La esclavitud al pecado que resulta en muerte, La esclavitud a la obediencia que resulta en justicia
6:17-18
Ustedes eran esclavos del pecado; Ustedes se convirtieron en esclavos de la justicia
6:19
Ustedes presentaron sus miembros como esclavos de la inmundicia y la anarquía lo cual resultó en más anarquía
Ahora presentan sus miembros como esclavos de la justicia lo cual resulta en santificación
6:20-22
Cuando ustedes eran esclavos del pecado… Qué beneficio estaban obteniendo de las cosas… La consecuencia de aquellas cosas es la muerte
Pero ahora, habiendo sido liberados del pecado y esclavizados a Dios ustedes obtienen su beneficio [de lo cual ahora se avergüenzan] que resulta en santificación y la consecuencia es la vida eterna
6:23
La paga del pecado es la muerte; La dádiva gratuita de Dios es vida eterna en Jesucristo nuestro Señor
Nuevamente, hay dos observaciones significativas. La primera es, que en los versículos 18 y 22 Pablo afirma que los creyentes de Roma habían dado evidencias de santificación progresiva desde su conversión. El elogia su obediencia (vv. 17-18; ver 16:19). Los cristianos de Roma eran conocidos por su fe (1:8) y su madurez (15:14). De hecho, la presentación de Pablo, en esta carta, era sólo un recordatorio para estos santos (15:15). La segunda es que, sin embargo, Pablo deja claro que la santificación de ellos no estaba aún completa. Algo estaba todavía faltando en su fiel obediencia a Dios (19a; ver 1:11b). Así como habían obedecido, en el pasado, presentándose a sí mismos como esclavos a Dios para justicia (16, 17-18), necesitaban perseverar en obediencia al presentarse continuamente a sí mismos como esclavos de la justicia lo cual resultaría en su mayor santificación (v. 19). Su santificación final esperaba su glorificación a la vida eterna en el futuro (vv. 22, 23).
En el capítulo 7, Pablo explica la relación de los creyentes del NT con la Ley Mosaica. De la misma manera en que la unión con la muerte de Cristo resultaba en un “destronamiento” del pecado por parte de los creyentes (6:2-10), así también ha resultado en la muerte de los cristianos a la Ley y su unión a Jesucristo (7:1-4). De este modo, las antiguas pasiones pecaminosas levantadas por la Ley estaban produciendo muerte, sin embargo ahora los hermanos sirven en la novedad del Espíritu Santo (7:1-6). Pablo desarrolla más adelante el papel del Espíritu Santo en la vida de los creyentes en Romanos 8:1-30.
Romanos 6:22
Romanos 6:22 es el único versículo en el NT donde los términos “fruto” y “santificación” se mencionan juntos. Pablo introduce el término “santificación” en 6:19 en contraste con el término “iniquidad”. La estructura paralela demuestra el contraste:
Así como ustedes presentaron sus miembros como esclavos a la inmundicia y a la iniquidad lo que resultó en mayor iniquidad, así ahora (ustedes) presenten sus miembros como esclavos a la justicia para que resulte en santificación.
En su experiencia pre-cristiana, los romanos habían entregado sus cuerpos, de una forma activa, a la práctica de la impureza, probablemente inmoralidad sexual (ver 1:24) e iniquidad, la desobediencia a las normas de Dios (ver 1:28-32). Esta actividad condujo sólo a (eis, lo cual indica resultado) mayor iniquidad. Sin embargo, si los creyentes obedecieran al Señor entregando sus cuerpos y permitiendo que las normas de Dios los gobernaran, esto los conduciría a su santificación progresiva, a su crecimiento en cuanto a haber sido apartados para Dios y de los caminos del mundo. “Comprometiéndonos nosotros mismos como esclavos para hacer lo que es justo delante de Dios (´justicia´) resulta en una vida que va en aumento, en el hecho de estar centrada en Cristo, y que está renunciando al mundo”.
Los versículos 20-22 están estrechamente vinculados al versículo 19 mediante la partícula “porque” (gar). Pablo está explicando la urgencia de su mandato en el versículo anterior. Los creyentes deberían presentar sus cuerpos como esclavos de la justicia por causa de su nueva condición. Un contraste similar, como en el versículo 19, entre su experiencia pre-cristiana y la realidad de su post conversión, es presentado en los versículos 20-22:
Así como su “fruto” pre-cristiano (comportamiento, conducta) ahora produce en ellos vergüenza cuando lo recuerdan, de la misma manera su “fruto” cristiano resulta (eis) en su santificación progresiva como en el versículo 19. El fin de sus acciones vergonzosas es la muerte eterna, sin embargo su santificación progresiva culminará en vida eterna. Aquí “fruto” tiene el significado de ser la evidencia visible que demuestra que la santificación progresiva se está llevando a cabo en las vidas de los creyentes.
Romanos 7:4
En el AT, la Ley dada a Israel en el Monte Sinaí les proporcionó la guía y las regulaciones de Dios. Israel fue amado, llamado y rescatado por el Señor (Dt. 7:7-8) además de ser separado de las demás naciones, para el Señor, antes que se diera la Ley en Sinaí (Ex. 19:4). Sin embargo, Israel podía cumplir su llamado como “nación santa” obedeciendo las estipulaciones de la Ley dada por el Señor a través de Moisés en Sinaí (Ex. 20:1—Núm. 10:10). El fruto visible de la santificación para el Israel nacional había de ser la obediencia a la Ley Mosaica.
Sin embargo, en este punto, Pablo en Romanos no sólo ha declarado que la Ley no puede justificar, lo cual es una verdad confirmada en el AT (3:19-20, 28; 4:1-8), sino que también ha dado a entender que ella es impotente para santificar (5:20-21; 6:14). El va a llamar a la Lay “santa” y al mandamiento “santo, justo y bueno” (7:12), sin embargo la ley era “débil por la carne” (8:3). Aunque fue dada por el Señor como un agente santificante, la Ley era incapaz de controlar la tendencia pecaminosa de Israel (7:7-25). En vez de santificar a la nación, la Ley fue más bien un testigo de la total pecaminosidad de Israel. Así pues, la Ley vino a ser un agente de “pecado” (7:8-11). Los creyentes del NT están unidos a Cristo para ”llevar fruto” para Dios, pero no mediante la obediencia a la Ley Mosaica. De hecho, Pablo hace eco de su enseñanza concerniente al pecado, en el capítulo 6, con la Ley en el capítulo 7, tal como lo muestra la siguiente carta. Romanos 6:16-23
16 ¿Acaso no saben ustedes que, cuando se entregan a alguien para obedecerlo, son esclavos de aquel a quien obedecen? Claro que lo son, ya sea del pecado que lleva a la muerte, o de la obediencia que lleva a la justicia. 17 Pero gracias a Dios que, aunque antes eran esclavos del pecado, ya se han sometido de corazón a la enseñanza[a] que les fue transmitida. 18 En efecto, habiendo sido liberados del pecado, ahora son ustedes esclavos de la justicia.
19 Hablo en términos humanos, por las limitaciones de su naturaleza humana. Antes ofrecían ustedes los miembros de su cuerpo para servir a la impureza, que lleva más y más a la maldad; ofrézcanlos ahora para servir a la justicia que lleva a la santidad. 20 Cuando ustedes eran esclavos del pecado, estaban libres del dominio de la justicia. 21 ¿Qué fruto cosechaban entonces? ¡Cosas que ahora los avergüenzan y que conducen a la muerte! 22 Pero ahora que han sido liberados del pecado y se han puesto al servicio de Dios, cosechan la santidad que conduce a la vida eterna. 23 Porque la paga del pecado es muerte, mientras que la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús, nuestro Señor. La estructura de 7:1-6 también se hace eco en 6:1-23. Pablo empieza el párrafo (1-3; ver 6:1-14) reafirmando el principio de que la muerte humana lo libra a uno del “señorío” de la Ley. De la misma manera, Dios hizo morir a los creyentes al “señorío” de la Ley a través de su unión con Cristo en su muerte. Esta muerte también les permitió unirse (como en un matrimonio) al Jesús resucitado. Esta unión con Jesucristo ha de resultar en “fruto”, conducta que glorifica a Dios (v. 4). Luego (5-6; ver 6:15-23) identifica la Ley con su vida antigua y su liberación de la Ley con su vida actual. Mientras que previamente la Ley fue usada por la carne para despertar las pasiones pecaminosas que resultaron en muerte espiritual, ahora la libertad de la esclavitud de la Ley significa que los cristianos pueden, como siervos de Dios habilitados por el Espíritu Santo, vivir vidas piadosas.
Fruto Específico Visible (Romanos 12:3—15:13)
Pablo no dejó a la imaginación de los Romanos el aspecto que tendría, en las conductas visibles de ellos, ser siervos de la justicia habilitados por el Espíritu Santo. Después de renovar el imperativo de 6:19 de presentar sus cuerpos a Dios (12:1), y otros mandatos para no conformarse a este siglo sino ser transformados como ejemplos de la vida justa asociada con el siglo venidero (12:2), Pablo procede a explicar en detalle las obligaciones de los cristianos de Roma usando imperativos y participios imperativos (12:3-15:13). Se les ordenó a los creyentes a pensar y actuar con humildad (12:3-8), aborrecer el mal y aferrarse a lo que es bueno (12:9-21), obedecer a las autoridades gobernantes (13:1-7), actuar en amor los unos para con los otros, vestirse del Señor Jesucristo y no proveer para los deseos de la carne (13:11-14), aceptarse el uno al otro para la gloria de Dios (14:1-15:13). Pablo pone en claro que la santificación debe tener frutos visibles en las vidas de los santos de Roma.
De esta manera, Romanos 6:22 y 7:4, particularmente, proveen en el NT la garantía para vincular el concepto de “fruto” con el de “santificación”. La santificación progresiva será evidente en el “fruto” de la vida de un cristiano. Una descripción de este “fruto” se presenta en Gá. 5:22-23 hacia donde la presente discusión se dirige ahora.
El Fruto Resultante del Espíritu Santo (Gálatas 5:22-23)
“La expresión ‘el fruto del Espíritu’ es una metáfora usada por Pablo para describir las virtudes que manifiestan las realidades de la vida en Cristo. Pablo no habla del fruto de la fe, sin embargo el sí habla explícitamente del ‘fruto del Espíritu’”. Gálatas 5:22-23 es el único texto en el NT que menciona explícitamente el “fruto del Espíritu”. Sin embargo, en estos versículos Pablo presenta una lista de virtudes asociadas con los creyentes cristianos que contrasta con el estilo de vida “carnal” (5:19-22). Este estrecho contraste entre los vicios no cristianos y las virtudes cristianas es común en las cartas de Pablo (Ef. 4:25-32; Col. 3:15-17; 2 Ti. 2:22-25; Tito 3:1-3). Por lo tanto, Gá. 5:22-23 enlista una muestra de virtudes, o gracias, que eran necesitadas, especialmente por los cristianos de Galacia, cuando Pablo escribió.
El “Fruto” Identificable
En el contexto de Gálatas 5, Pablo exhorta a los creyentes a “andar en el Espíritu” (16, 25; ver Ro. 8:4). Al ellos permitirse a sí mismos ser guiados por el Espíritu Santo (18; ver Ro. 8:14), los cristianos no están sujetos a la Ley Mosaica (ver Ro. 7:4-6). El resultado de esta guía del Espíritu debería ser el “fruto” producido por el Espíritu (22-23) en vez de las “obras” de la carne (19-21). Aquí, el fruto es visto, completamente, como la consecuencia de la actividad del Espíritu Santo. Sin embargo, otros pasajes del NT exhortan a los santos a poner estas prácticas dentro de su estilo de vida. Esta es una defensa obvia del principio de Fil. 2:12-13 y 2 P. 1:3-11. Dios les ha dado a los creyentes todo lo que ellos necesitan para una vida cristiana de piedad. Sin embargo ellos necesitan ser diligentes para poner en práctica en sus propias vidas estos dones dados por Dios.
La siguiente carta define el “fruto del Espíritu” en Gá. 5:22-23 y también expone dónde, en el NT, son ordenados estos rasgos para los creyentes.
El “Fruto” La Definición Exhortaciones a los cristianos
El Amor
La decisión, y acción resultante, de poner a Dios y a los otros antes que uno mismo
Mt. 22:34-40; Juan 13:34; 1 Co. 16:14; Ef. 5:2; Col. 3:14; 1 Juan 4:7
El Gozo
Un sentido interior de bienestar que resulta de la esperanza en Dios/Cristo que conduce al júbilo
Ro. 12:12, 15; Fil. 3:1; 4:4; Santiago 1:2; 1 P. 4:13
La Paz
Un estado de integridad y serenidad que resulta de la armonía con Dios y el hombre
2 Co. 13:11; Ef. 4:3; Fil. 4:7, 8; Col.3:15; 2 T. 2:22
La Paciencia
Soportar el mal sin ira; Sufrido
Ef. 4:2; Col. 3:12; 2 T. 4:2;
La Benignidad
Una actitud y acciones corteses
Col. 3:12; 2 T. 2:24
La Bondad
Una actitud magnánima que resulta en generosidad
Ro. 12:9, 21; Gá. 6:10; Ef. 4:28
Fe/Fidelidad
Lealtad, confiabilidad
Ap.2:10
Mansedumbre
Una humilde sumisión a la voluntad de Dios que resulta en tolerancia
Gá. 6:1; Ef.4:2; Col. 3:12; 1 T. 6:11
La Templanza
Contención de las pasiones de uno
2 P. 1:5-6
Un Ejemplo de la Instrucción en la Santificación Progresiva: El “Fruto” del Andar Cristiano en Colosenses
Cada una de las 21 Epístolas del NT se puede describir como proveniente de un autor, conducido por el Espíritu Santo, dando una lección de santificación progresiva a su audiencia. Aquí tenemos un ejemplo, a través de un recorrido “rápido” en la carta de Pablo a los fieles hermanos en Colosas.
Pablo se dirigió a los creyentes cristianos como “santos” (1:2) reconociendo su santificación posicional.
Pablo dio gracias a Dios el Padre porque la palabra de verdad, el evangelio, en el cual los colosenses habían creído, estaba llevando fruto, particularmente en su creciente amor, por todos los “santos”, generado por el Espíritu Santo (1:3-8).
Pablo oraba, sin cesar, porque los creyentes de Colosas fueran llenos del conocimiento de la voluntad de Dios con el propósito de que ellos “anduvieran como es digno del Señor”, “llevando fruto”, “creciendo”, “fortalecidos” y “dando gracias”. (Observe que Pablo estaba orando por la santificación progresiva de ellos). Pabló afirmó que Dios el Padre los había facultado para una herencia en el reino de Cristo a través de la redención de su Hijo (1:9-14).
Pablo anunció la obra creativa y reconciliadora de Cristo, y su propio papel, en la proclamación de la verdad de Dios a los gentiles. Pablo trabajó en su ministerio dado por Dios de manera que en última instancia pudiera “presentar perfecto en Cristo Jesús a todo hombre” [santificación final] (1:15—2:5).
Pablo ordenó a los colosenses a que condujeran sus vidas (“andar”) de acuerdo con la enseñanza que habían recibido en relación a Cristo y no permitieran que nadie los descarriara con simples enseñanzas humanas que despreciaran la verdad concerniente a Cristo (2:6-15).
Pablo exhortó a los creyentes a poner en práctica la verdad concerniente a su posición en Cristo y a que no se sometieran a meros abordajes de auto-esfuerzos humanos para vivir una vida que honre a Dios (2:16—3:4).
Pablo ordenó a los creyentes a que actuaran conforme a su identificación con la muerte de Cristo despojándose de su anterior estilo de vida impío y colocándose su nuevo comportamiento que honre al Cristo (incluyendo benignidad, mansedumbre, paciencia, amor y paz [ver Gá. 5:22-23]) (3:5-17).
Pablo ordenó que estas actitudes y acciones, en general piadosas, debieran ser manifestadas en la vida diaria, el matrimonio, la crianza de hijos, el trabajo, la oración y la conversación (3:18—4:6).
Pablo envió sus saludos finales, y su apelación final, a los colosenses (4:7-18).
Conclusión
El creyente posicionalmente santificado evidenciará una piedad en crecimiento y una semejanza a Cristo a medida que aprende y obedece la Sagrada Escritura lo cual el Espíritu Santo posibilita. Este estilo de vida obediente es el “fruto” visible de la santificación progresiva. Esta santificación progresiva culminará en su santificación completa cuando Jesucristo aparezca y el creyente sea transformado a su semejanza (1 Juan 3:2). Entonces, el crecimiento en semejanza a Cristo se convertirá en una total semejanza a Cristo en carácter. Peterson hace una buena descripción de este proceso:
El llamado de la Escritura es a vivir demostrando las implicaciones prácticas de nuestra santificación persiguiendo la santidad como un estilo de vida. Hemos de hacer esto mirando hacia atrás a la cruz y hacia adelante a la resurrección cuando, por la gracia de Dios, compartiremos su carácter y vida por completo. Hemos de crecer en nuestro conocimiento de Dios y su voluntad de modo que podamos reflejar mejor su santidad en cada aspecto de nuestras vidas. Debemos ‘andar guiados por el Espíritu’ (Gá. 5:25 NVI), de manera que el fruto del Espíritu pueda revelarse en nosotros. Como ‘santos y amados de Dios’ debemos abandonar los valores, actitudes y prácticas que pertenecen al ‘viejo yo’ y vestirnos de ‘el nuevo yo, el cual conforme a la imagen del que lo creó se va renovando hasta el conocimiento pleno’ (Col. 3:10).
La aplicación de esta verdad al creyente cristiano está bien expresado en estas aleccionadoras palabras de Ryle:
Tales son las marcas visibles de un hombre santificado. No quiero decir que ellas tengan que ser vistas por igual en todo el pueblo de Dios. Admito libremente que, en el mejor de los casos, las mismas no son perfecta y completamente exhibidas. Sin embargo, puedo decir confidencialmente que las cosas de las cuales he estado hablando son las marcas espirituales de la santificación y que quienes no saben nada de ellas pudieran muy bien dudar si poseen alguna gracia del todo. Sea lo que sea lo que a otros les plazca decir, nunca rehuiré decir que la genuina santificación es algo que puede ser visto y que las marcas que me he esforzado en esbozar son más o menos las marcas de un hombre santificado.
El creyente cristiano ha de “seguir… la santidad sin la cual nadie verá al Señor”. El ha de buscar el ser santo, porque su Dios es santo.
por Keith H. Essex
Todas las citas a menos que de indique lo contrario han sido tomadas de La Santa Biblia, versión RVR60 ©Sociedades Bíblicas en América Latina, 1960).
Comments