Al entrar ahora a la última sesión de nuestro estudio de Lutero y la Reforma, quiero ver brevemente algunas de las respuestas críticas hechas por Roma a las aseveraciones y afirmaciones de la Reforma protestante. Hubo muchas reacciones y respuestas de ese tipo, además de la excomunión de Lutero y su condena como hereje por León X. Pero los tres temas principales que salieron a la palestra en el siglo XVI incluyen lo siguiente:
En primer lugar, lo que Roma escuchó de Lutero y los reformadores fue un tipo de antinomianismo. Antinomianismo es una palabra teológicamente sofisticada para un espíritu de anarquía o libertinaje, donde cualquiera dice que todo lo que tiene que hacer es creer y puede vivir cualquier tipo de vida impía que elija y aun así ser salvo. Es equivalente a lo que llamaríamos gracia barata o «creencia fácil».
Y, para contrarrestar eso, los reformadores tuvieron que hacer distinciones delicadas sobre lo que entendían por fe salvadora. Como mencioné antes, la fórmula de Lutero era que somos justificados por la fe sola, pero no por una fe que está sola. Lo veremos con más profundidad en unos momentos. Pero por ahora en la definición inicial de los ingredientes de la fe salvadora, los reformadores mencionaron tres elementos específicos.
Esos elementos, por supuesto, se declararon en latín, estos incluían la notitia, assensus y fiducia. Ahora, esos tres elementos implicaban esto. La notitia son los datos. Nadie es justificado por creer en nada. Escuchan en la cultura que no importa lo que creas, siempre y cuando seas sincero. Bueno, si eso fuera cierto, entonces podrías poner tu confianza en Satanás y si sinceramente pones tu confianza en Satanás, serías salvo. Así que eso es absurdo. Obviamente, desde una perspectiva cristiana y bíblica, importa profundamente qué es lo que crees.
Hay un contenido en el evangelio que uno debe entender con la mente y estar informado al respecto, que incluye la persona y la obra de Jesús, Su actividad salvadora. Y entonces, cuando decimos que somos justificados por la fe, no es por una fe vacía o una fe desnuda o una fe en general. Es una fe en la persona y obra de Jesús. Y hay contenido real allí. Es algo que estamos creyendo. No solo eso, esa información o datos que creemos, requieren de nuestra afirmación intelectual.
Si te digo que Jesús nació de una virgen y que Él murió una muerte que fue expiatoria y que fue resucitado para nuestra justificación y digo, ¿entiendes eso? Tú respondes: «sí». Yo digo, ¿crees eso? Lo que estoy preguntando en ese momento es: ¿afirmas que esas declaraciones sobre Jesús son verdaderas? ¿Asientes intelectualmente a la veracidad de esas proposiciones?
Ahora, si llegamos hasta ese punto, todo lo que hemos hecho hasta ahora es calificar para ser demonios, porque la Biblia dice que incluso los demonios creen y tiemblan, pero lo que esto significa es que el diablo conoce los hechos, conoce los datos y no solo conoce los datos, sino, sabe que los datos son verdaderos. Utiliza todo lo que sabe para persuadir a la gente de que no es verdad, pero él sabe muy bien, intelectualmente al menos, cognitivamente, el diablo sabe la verdad.
Así, el tercer elemento que los reformadores agregaron fue la fiducia y eso significó una confianza personal y una aprobación voluntaria de Jesús, no el simple asentimiento intelectual de la mente a la verdad de las proposiciones, sino que es la respuesta del corazón que pone su confianza en el Cristo vivo. Ahora, el filósofo cristiano del siglo XX Gordon Clark desafió esto, diciendo que incluso la fiducia es en realidad un ejercicio intelectual, que, en el acto de confiar, nuestra mente participa en eso. No tengo nada que refutar a eso. Creo que tiene toda la razón.
Edwards dijo algo muy similar allá por el siglo XVIII cuando su obra concluyente sobre la «Libertad de la Voluntad», Lutero, perdón, Edwards definió la voluntad como la elección de la mente. Ahora distinguimos entre la mente y la voluntad, entre pensar y elegir, pero lo que Edwards estaba entendiendo es que no se puede elegir algo que la mente rechaza. Y cuando la mente tiene una cierta afinidad hacia una proposición y la adopta, eso se llama elegir o querer. Pero no hay ningún órgano al lado del hígado o del bazo que se llame «el órgano de la voluntad».
La voluntad es una actividad de la mente, es lo que Edwards quería exponer. Una idea similar fue expuesta en el siglo XVII por Turretin, quien distinguió no tres, sino seis o siete aspectos involucrados en la fe salvadora. Pero todas esas pequeñas sutilezas estaban tratando de llegar al hecho de que la diferencia entre el asentimiento que Satanás tiene y el asentimiento que debemos tener a fin de ser salvos, es que debemos estar de acuerdo con la dulzura de Cristo, con la hermosura de Cristo, con la excelencia de Cristo. Satanás conoce la verdad objetiva de la persona de Jesús, pero odia la verdad. Él no ve ni reconoce la excelencia de Jesús, la hermosura de Jesús debido a su odio y eso era lo que los reformadores percibieron.
A lo que también estaban tratando de llegar es que la fe salvadora no es alguna afirmación ligera donde alguien levanta la mano en una reunión evangelística y debido a que hizo una profesión de fe; por lo tanto, tiene fe salvadora. No, la fe salvadora es producida por la obra regeneradora de Dios el Espíritu Santo. Y si es real, si es genuina, entonces esa persona está vinculada, por el único instrumento de justificación por esa fe, a Cristo y recibe todo lo que Él es y todo lo que ha hecho.
La segunda objeción importante dada por Roma a la postura protestante en el siglo XVI fue que la postura reformada de la justificación tenía a Dios en lo que Roma llamó: «una ficción legal que en realidad socava la integridad de Dios». Lo que quisieron decir con una ficción legal, ya saben lo que es una ficción. Una ficción es algo que es imaginario. Algo inventado. No necesariamente corresponde con la realidad y la pregunta que están planteando es: ¿cómo Dios, en su perfecta justicia y santidad puede declarar que un pecador es justo, cuando en realidad no es justo?
Eso pondría a Dios en una declaración ficticia. Y, por supuesto, la respuesta protestante a eso fue muy simple. Dice que la razón por la cual Dios declara a las personas justas es porque Dios realmente imputa la verdadera justicia de Cristo a esa persona. No hay nada ficticio en lo absoluto sobre la justicia de Cristo y no hay nada ficticio en lo absoluto sobre la imputación misericordiosa de Dios de esa justicia a alguien que, bajo análisis, no la tiene en sí mismo.
Pero la tercera y, de lejos, la más importante objeción que Roma dio en el siglo XVI y que usó como argumento bíblico para su rechazo de la postura protestante en el Concilio de Trento en la sexta sesión, fue la enseñanza de Santiago con respecto a la justificación. En el segundo capítulo del libro de Santiago leemos lo siguiente: «¿No fue justificado por las obras Abraham nuestro padre cuando ofreció a su hijo Isaac sobre el altar?». Ese es el versículo 21. Y luego el versículo 23, «Y se cumplió la Escritura que dice: «Y Abraham creyó a Dios y le fue contado por justicia», y fue llamado amigo de Dios.
Ustedes ven que…», escuchen lo que Santiago dice: «Ustedes ven que el hombre es justificado por las obras y no solo por la fe». Ahora, ¿podrías tener, posiblemente, una declaración más clara, declarativa e indicativa de la que encontramos aquí en el libro de Santiago, en la que Santiago dijo: «Ustedes ven que el hombre es justificado por las obras y no solo por la fe». Ese texto fue llevado a Lutero una y otra y otra vez y en un momento de debilidad, incluso cuestionó la canonicidad del libro de Santiago, diciendo que Santiago era una «epístola de paja». Ese fue su último recurso.
Pero cuando los estudiosos ven la diferencia entre la enseñanza de Pablo en Romanos 3, 4 y 5 y la enseñanza de Santiago en el capítulo 2, la ven de diferentes maneras. Algunas personas dicen que el libro de Santiago fue escrito antes de la epístola a los Romanos y uno de los puntos en la agenda de Pablo al escribir Romanos fue corregir el error que fue enseñado por Santiago en su epístola. Otros dicen: No. Romanos fue escrito primero y después Santiago y parte de la agenda de Santiago era ofrecer un correctivo a la enseñanza errónea del apóstol Pablo.
Otros dicen que no importa quién escribió primero o segundo. Este es un claro ejemplo de que los diferentes apóstoles del primer siglo tenían diferencias teológicas y no hay una postura monolítica consistente de la justificación que se encuentre en el Nuevo Testamento. Pero aquellos que creen que la Biblia es la Palabra de Dios y que el libro de Santiago está inspirado por el Espíritu Santo y que el libro de Romanos está inspirado por el Espíritu Santo, no pueden salir del problema con tanta facilidad. Se enfrentan a la difícil tarea de conciliar los dos libros.
Ahora, sería bueno decir que cuando Santiago habla de justificación, usa una palabra griega y cuando Pablo habla de justificación usa una palabra griega diferente. No, el problema es que ambos usan la misma palabra griega dikaiosune. Ahora, también sería bueno decir que cuando Santiago estaba hablando, habló de un patriarca como ejemplo para dar este punto de vista y Pablo usó un testimonio diferente de la historia para su punto de vista, pero otra vez, por desgracia, la prueba A en la doctrina de justificación de Pablo es Abraham y en la doctrina de la justificación de Santiago su prueba A es Abraham también.
Así que cuanto más vemos esto, más se complica la trama y mayor parece ser la dificultad para conciliar las dos posturas. Ahora, creo que, para reconciliarlas, tenemos que ver dos puntos muy importantes. Aunque ambos se refieren a Abraham. La cita de la justificación de Abraham que usa Pablo está en Génesis capítulo 15 y otra vez, en Romanos Pablo trabaja el argumento de que Abraham fue considerado justo antes de haber hecho cualquiera de las obras de la ley, antes de haber sacrificado a Isaac en el altar.
De modo que desde el capítulo 15 en adelante, Abraham ya estaba en un estado de justificación, pero cuando Santiago habla de Abraham como su testigo favorito. Se refiere a la actividad de Abraham en Génesis 22, que es el registro de la obediencia de Abraham al llamado de Dios a sacrificar a su hijo Isaac en el altar. Entonces, cuando Santiago está hablando de la justificación de Abraham, se está refiriendo principalmente a la acción que tiene lugar en Génesis 22, donde Pablo está argumentando el punto de que Abraham es justificado libremente y por gracia, sin haber hecho ninguna obra, sin merecer nada, viendo hacia Génesis 15.
Pero creo que la verdadera resolución del conflicto se da al analizar lo siguiente. ¿Qué pregunta está respondiendo Pablo en Romanos? ¿Es la misma pregunta que Santiago está abordando en Santiago capítulo 2? Creo que esa es la clave para entender estos dos escritos de Pablo y Santiago. Y para ver eso, veamos Santiago, cuando en el versículo 14 del capítulo 2, hace esta pregunta: «¿De qué sirve, hermanos míos, si alguien dice que tiene fe, pero no tiene obras? ¿Acaso puede —y podemos usar comillas aquí—, «puede esa —comillas— «fe» salvarlo?
Si un hermano o una hermana no tienen ropa y carecen del sustento diario, y uno de ustedes les dice: «Vayan en paz, caliéntense y sáciense», pero no les dan lo necesario para su cuerpo, ¿de qué sirve? Así también la fe por sí misma, si no tiene obras, está muerta».
Ahora, ven que la pregunta que Santiago está tratando de hacer es esta: si alguien dice que tiene fe, pero no tiene obras, es decir que no hay obras que se deriven de su confesión de fe, ¿puede ese tipo de fe salvarlo? Bueno, ¿cómo respondería Lutero a esa pregunta? Claro que no. Es por eso que Lutero dijo: «Somos justificados por la fe sola, pero no por una fe que está sola». Si la fe que profesamos es una fe desnuda sin ninguna evidencia de obras, esa no es fe salvadora. No salva a nadie. Esa fe está muerta. No es lo que Lutero llamó una fides viva.
El único tipo de fe que justifica a alguien es una fides viva, una fe vital, una fe viva, una fe que está viva y muestra su vida por la obediencia, por las obras que le siguen, ¿qué obras contribuyen y cuánto a la justificación? Ninguna. El fundamento de nuestra justificación no se encuentra en las obras que se derivan de nuestra justificación. Pero si las obras no se derivan de nuestra justificación, esa es una prueba contundente de que no somos personas justificadas, que no tenemos fe salvadora.
Y entonces, la pregunta que Santiago está haciendo es si una persona dice que tiene fe y no tiene obras, ¿esa fe lo salvará? «No, esa fe está muerta y es esteril». Él dijo, «pero alguien dirá: “Tú tienes fe y yo tengo obras. Muéstrame tu fe sin las obras, y yo te mostraré mi fe por mis obras”». Vemos aquí que la pregunta que está considerando la mente de Santiago, es la manifestación o la demostración de fe. ¿A quién? ¿Acaso Dios tiene que esperar para ver mis obras y así saber si mi profesión de fe es genuina? ¿No sabía Dios que Abraham poseía fe salvadora allá por Génesis 15?
Y Pablo elaboró el argumento de que una vez que esa fe real, auténtica y genuina estaba presente, Dios lo consideraba justo. Pero si te digo, tengo fe y no tengo obras, ¿qué otra manera tengo de demostrarte que mi profesión de fe es auténtica excepto por mi obediencia, por la manifestación de mis obras? Ahora, cuando Pablo usa el término justificar, lo está usando en el sentido teológico más elevado de cómo una persona es hecha justa delante de Dios, ante la barrera de su justicia y se reconcilia en un estado de salvación.
Cuando Santiago está hablando de la justificación aquí, está hablando de justificar la profesión de fe ante los hombres. Jesús mismo usó el término «justificación» de una manera similar, cuando dijo: «Pero la sabiduría es justificada por todos sus hijos». ¿Qué quiso decir con eso? Él no quiso decir que la sabiduría es llevada a una relación de reconciliación con Dios al tener bebés. Lo que quiso decir fue que un acto que pensamos que era prudente o un acto sabio se demostrará que es sabio por el fruto que da.
Y entonces, lo que Santiago está abordando aquí es la demostración o manifestación de la fe verdadera. Y cuando dice: «Abraham nuestro padre fue justificado por obras, cuando ofreció a su hijo Isaac sobre el altar». No ante Dios, sino que él reivindicó o demostró que su profesión de fe era genuina para que todos nosotros lo viéramos. Y continúa diciendo: «la fe actuaba juntamente con sus obras, y como resultado de las obras, la fe fue perfeccionada; y se cumplió la Escritura que dice: “Y Abraham creyó a Dios y le fue contado por justicia”». De modo que fue justificado, no a los ojos de Dios, sino a los ojos de los hombres. Su profesión de fe está reivindicada. Ahora su alma está puesta en un estado de reconciliación.
Ahora, si vemos eso cuidadosamente y pensamos en las diferentes preguntas que se están abordando, verán que la dificultad se evapora. Pero cuando Pablo está tratando con la doctrina de la justificación en el sentido de nuestra reconciliación final con un Dios justo y santo, escribe toda esta epístola para explicar cómo se logra la salvación final y está ahí en Romanos 1, 2, 3, 4, 5, donde el apóstol, ya saben, trabaja el argumento de que no es por las obras de la ley, pero es por la fe, aparte de las obras de la ley, que somos justificados, que no somos justificados por nuestra propia justicia, sino por la justicia de Cristo.
Ahora permítanme terminar diciendo esto. Es dable decir y así lo creo, que la doctrina de la fe no es realmente tan difícil de entender. No se requiere un doctorado en teología para sondear el contenido de la doctrina. Tan sencilla como es, tan fácil de entender, es una de las verdades de la Escritura más difícil de entrar en el torrente sanguíneo, que de verdad entendamos que no hay nada que podamos hacer para ganar, para merecer, para agregar al mérito de Jesucristo, que cuando estemos ante el tribunal de Dios, iremos sin nada en nuestras manos, excepto aferrarnos a la cruz de Cristo y poner nuestra confianza en Él y solo en Él.
Por eso los reformadores terminaban su confesión siempre con las palabras: «soli Deo gloria». Solo a Dios es la gloria, porque la salvación es del Señor.
R.C.SPROUL
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