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Luis Vogt

¿Qué es la “teoría de la estupidez” y por qué es importante?

Teoría de la estupidez: Cuando se junta con el poder. Se hace evidente que todo fuerte ascenso del poder, ya sea de carácter político o religioso, infecta de estupidez a gran parte de la humanidad, razonaba Bonhoeffer. Casi como si se tratara de una ley psicológico-sociológica, donde el poder de uno necesita de la estupidez del otro.


Un especialista de la Universidad de Oxford analizó este concepto político y social abordado por Dietrich Bonhoeffer, el famoso teólogo protestante opositor al nazismo que fue asesinado por el régimen de Adolf Hitler. Acá, sus conclusiones y argumentos sobre por qué opina que es más importante temerle a los “estúpidos” que a los “malvados”.

Es una palabra habitual de escuchar. Cuando hay una conversación en la que uno de los interlocutores no comprende un aspecto que podría parecer obvio, es usual que se le califique como “estúpido” abiertamente o como un secreto a voces.

Ya sea en un debate sobre la veracidad de hechos ampliamente corroborados por la comunidad científica o en una plática casual en la que —por ejemplo— alguien pregunta cuál era el apellido de Hitler.

El término es común y a veces puede ser utilizado únicamente con el propósito de denigrar u ofender a otro individuo.

También es una pieza clave a la que se hace referencia en comedias cinematográficas y rutinas humorísticas, pero, ¿qué hay más allá de las “estupidez” y por qué numerosos especialistas se han dedicado a estudiarla desde diversas áreas?

El académico de la Universidad de Oxford y autor del libro Mini Philosophy: A Small Book of Big Ideas (2021), Jonny Thomson, analizó la “teoría de la estupidez” de Dietrich Bonhoeffer en un artículo que escribió para Big Think.

En él, el profesor de filosofía describió los argumentos del alemán de por qué considera importante temerle más a los “estúpidos” que a los “malvados”, bajo una mirada política y social.

La “teoría de la estupidez” de Dietrich Bonhoeffer

Para Bonhoeffer, un teólogo protestante opositor al nazismo que fue asesinado por el régimen de Adolf Hitler en 1945, la estupidez es peor que la maldad (es decir, generar sufrimiento a otros conscientemente), debido a que la primera puede ser manipulada y utilizada para los fines de la segunda.

Si bien, existen ciertos casos en donde la estupidez puede parecer divertida —por ejemplo, en una película hollywoodense que se transmite por televisión un fin de semana— , esta puede generar problemas en la vida cotidiana.

Thomson explicó en su artículo sobre las ideas de Bonhoeffer que, a diferencia de las películas de superhéroes en donde los villanos suelen ser claramente identificables —por sus disfraces o actitudes estereotipadas—, en la vida real es más difícil de separar, ya que el “mal” tiende a operar de manera oculta.

“Se puede protestar contra él; se puede denunciar y, si es necesario, impedir con el uso de la fuerza”, escribió Bonhoeffer. Pero el problema, es cuando aquello va de la mano con la estupidez, a través de factores que la hacen menos visible y, por lo tanto, más difíciles de reconocer.

Aquello ocurre, según el autor, por dos motivos: porque tendemos a ser más tolerantes con la estupidez (debido a que muchas veces no la tomamos en serio) y porque las personas consideradas como “estúpidas” podrían omitir argumentos confeccionados desde un razonamiento lógico.

“Ni las protestas ni el uso de la fuerza consiguen nada aquí; las razones caen en saco roto; los hechos que contradicen los prejuicios de uno simplemente no necesitan ser creídos —en esos momentos la persona estúpida incluso se vuelve crítica— y cuando los hechos son irrefutables, simplemente se dejan de lado como inconsecuentes, como incidentales. En todo esto, la persona estúpida, en contraste con la maliciosa, está completamente satisfecha de sí misma y, al irritarse fácilmente, se vuelve peligrosa al pasar al ataque”, detalló Bonhoeffer.

El concepto de la “estupidez” de Bonhoeffer aplicado en la política

Según la interpretación de Thomson, la estupidez como tal no es una amenaza seria para la sociedad, pero sí pasa a serlo cuando se encuentra con intenciones de “maldad” en el poder político.

“Tras una observación más atenta, se hace evidente que todo fuerte auge del poder en la esfera pública, ya sea de naturaleza política o religiosa, infecta de estupidez a una gran parte de la humanidad”, escribió el alemán.

Para él, esto ocurre porque la “estupidez” no inhabilita la posibilidad de obtener cargos públicos y porque, en palabras de Thomson, “la naturaleza del poder exige que las personas renuncien a ciertas facultades necesarias para el pensamiento inteligente”, tales como la reflexión, el pensamiento crítico y la independencia.

Dicho de otra forma, “el argumento de Bonhoeffer es que cuanto más se integra alguien en el establishment, menos individuo se convierte”, en el sentido de que tiene menos control para operar bajo sus propios criterios, a pesar de que estos sean fundamentados.

“Es como si ‘eslóganes, lemas y similares (...) se hubieran apoderado de él. Está hechizado, cegado, maltratado y abusado en su propio ser’”, citó el académico de Oxford, para luego añadir desde su perspectiva que cuando eso ocurre, “los pensadores inteligentes y críticos tienen ahora un guion que leer, en el que involucrarán sus sonrisas en lugar de sus cerebros”.

Una de las conclusiones más destacadas de la “teoría de la estupidez” de Bonhoeffer es que esta tiene un enorme potencial para afectar a las personas que forman parte de un sistema, como se ve en las dictaduras y los grupos de personas que defienden ciegamente las violaciones a los Derechos Humanos.

En palabras de Thomson: “Hace más daño un idiota poderoso que una banda de maquiavélicos intrigantes (...) sabemos cuándo hay maldad y podemos negarle poder”.

“Pero la estupidez es mucho más difícil de eliminar, por eso es un arma peligrosa. Como a los malvados les cuesta hacerse con el poder, necesitan que los estúpidos hagan su trabajo. Como ovejas en un campo, una persona estúpida puede ser guiada, dirigida y manipulada para hacer cualquier cosa. El mal es un maestro de marionetas, y nada le gusta tanto como las marionetas descerebradas que se lo permiten, ya sea en el público en general o en los pasillos del poder”.


Apuntaba Hegel que los grandes hombres son aquellos que en su tiempo tuvieron conciencia de lo que era necesario. Dietrich Bonhoeffer (Breslau, 1906), además de uno de los teólogos más importantes del siglo XX, fue un hombre que tuvo esa conciencia, que él llamó “teología de lo concreto”, y que llevó hasta las últimas consecuencias: morir por intentar salvar al resto. Rompió la distancia entre pensamiento y acción, y ello lo destinó a ser un profesor que en clase enseñaba que Cristo significaba libertad, a ser pastor para crear comunidad y, finalmente, a acabar ahorcado en el campo de concentración de Flossenbürg, acusado de estar detrás de la conspiración que intentó asesinar a Hitler.

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