¿Se puede sustituir la predicación y la comunión presencial con la virtual? ¿La iglesia podrá mantenerse en la virtualidad?
La pandemia provocada por el covid-19 sometió a gran parte de la iglesia mundial a tomar las redes sociales y el ciberespacio como estrategia para mantener su comunicación y la vida como congregación. Pero, ¿se puede sustituir la predicación y la comunión presencial con la virtual? ¿La iglesia podrá mantenerse en la virtualidad?
Crecí asistiendo a la iglesia domingo a domingo desde los seis años, pero algo que nunca pensé experimentar como cristiano fue dejar de hacerlo por seis meses consecutivos. A pesar de ser el encargado de las transmisiones por internet de la iglesia local donde asisto, y que pude presenciar gran parte de las predicaciones, el sentido de reunirme con la congregación no estaba; no había comunión con otros hermanos, tampoco el canto congregacional, ni la oración mutua, ni mucho menos el saludo fraternal. La virtualidad nos arrebató como iglesia de Cristo bendiciones que solo la presencialidad puede otorgarnos.
La mayoría de los creyentes en medio de la cuarentena fueron alimentados por varios meses con predicaciones a través de Whatsapp, Facebook, Youtube y/o Zoom. Pero ¿este método fue suficiente para cumplir con la ordenanza divina de congregarnos? ¿La iglesia podrá mantenerse a futuro con la virtualidad? Estas y otras consultas fueron respondidas por una serie de pastores y líderes cristianos en varios lugares del mundo, quienes nos compartieron sus experiencias en medio de la pandemia.
Alberto Puente, pastor en la ciudad de Sevilla, España, cree que la predicación virtual nunca será igual que la presencial. Para él, la predicación no puede estar desconectada de otros elementos que son parte de la liturgia evangélica y que hacen que un culto gire en torno a la palabra de Dios. Al respecto el pastor destaca algunas de las bendiciones que aporta el servicio presencial: “El cantar las verdades de Dios de unos a otros, las oraciones basadas en arrepentimiento y pastorales, la recogida de ofrendas como ejercicio de adoración, los testimonios de hermanos, la fraternidad entre los creyentes, y la participación en las ordenanzas (bautismo y santa cena)”.
Por su parte, Alexis Pérez, pastor en el país caribeño de Cuba, está de acuerdo con lo dicho por Puente: a pesar de que se puede transmitir el mismo mensaje en ambas plataformas, durante la predicación online se pierde la interacción física con la congregación: “La predicación, a pesar de que muchos la consideran un monólogo, pues el predicador es el único que habla, es realmente un diálogo entre el predicador y el oyente, quien se exterioriza en gestos, miradas, etc. [La presencialidad] afecta tanto al predicador como al oyente.”
La predicación tiene como objetivo impactar a toda una comunidad congregada en un lugar. Por lo tanto, la interacción antes, durante y después de la predicación es un elemento esencial de cómo el mensaje es recibido e interiorizado por el pueblo de Dios. Por tal razón, el pastor cubano manifiesta que el acto de adorar y tener comunión los unos con los otros, como Cuerpo de Cristo, debe ser realizado con todo el cuerpo en el mismo lugar. “El pueblo de Dios reunido en un lugar físico, bajo la predicación de la Palabra de Dios y adorando unido al Creador y Salvador, es algo que la iglesia ha hecho históricamente sin importar persecuciones o pandemias. ¡Las circunstancias externas no deben jamás cambiar los principios bíblicos, aunque mantener estos nos lleven nuevamente a las catacumbas!”, culminó.
Sin duda alguna, los consultados confluyeron en que, a pesar de que en época de cuarentena la predicación online sirvió para alimentar a la iglesia, esta no cumple con el modelo establecido por Dios para con su pueblo.
3, 2, 1, ¡Acción!
En los tiempos de cuarentena, los predicadores pasaron de exponerle la palabra a decenas o miles de personas a dirigirse a una o varias cámaras. La falta de un público real se convirtió en un reto que, semana tras semana, los pastores tuvieron que afrontar. Cambiaron la mirada y las reacciones de una congregación expectante por el lente brillante y silencioso de una cámara de video o un celular.
Para Nicolás Osorio, pastor de la Iglesia Bautista Renacer en Bogotá, Colombia, fue muy frustrante no tener una audiencia concreta. “Cuando tenemos una audiencia hipotética o etérea, perdemos de vista lo que es la predicación, y fácilmente podemos caer en el error de simplemente dar un discurso genérico y olvidar nuestra audiencia”, afirmó.
Según el pastor Alberto Puente, mirar a una cámara no es lo mismo que mirar a la congregación. El llamado a la reflexión y arrepentimiento después de la predicación no es lo mismo cuando no se puede mirar a los hermanos a los ojos. A pesar de que la predicación online fue un arreglo temporal, siempre estuvieron convencidos de que la iglesia no podría sobrevivir a largo plazo en la virtualidad.
“Los retos han sido grandes. No es lo mismo pararse delante de una congregación compartiendo el mismo espacio físico que pararse delante de una cámara a kilómetros de distancia. Ha sido, en su mayor parte una experiencia fría, distante, en la cual he perdido la interacción con la congregación en el momento de la predicación. También ha sido más difícil concentrarse por las nuevas distracciones de mirar a una cámara o monitor”, explicó el pastor Alexis Pérez.
En el caso de Jeremy Meeks, director del Curso de Chicago en Predicación, su mayor reto en medio de la pandemia y la predicación virtual fue, aparte de enseñar con emoción sin la presencia de la familia de Cristo, el tener que recordar continuamente que estaba predicando a través de una cámara a seres humanos que estaban luchando como él para continuar en fe en un tiempo difícil. “Debo que tener en mente, en cada momento, que la palabra sirve a la comunidad, hasta cuando las situaciones son menos que ideales.”
En estos tiempos difíciles para la iglesia, donde muchos creyentes se enfriaron por la falta de comunión y adoración conjunta, se demostró cuán necesaria es la vida y el servicio congregacional para mantener el fervor por el servicio a Dios. La pandemia nos enseñó como creyentes a valorar la adoración conjunta y, en tanto nos sea posible, no dejar de congregarnos, como muchos tienen por costumbre (Hebreos 10:25).
¿Iglesias virtuales?
En el ejercicio de mi labor como periodista tuve que realizar algunas entrevistas a varios pastores de la ciudad donde resido para conocer cómo estaban afrontando como congregación el aislamiento obligatorio. Entre el grupo de líderes religiosos, uno de ellos me manifestó que no aspiraba volver a reunirse presencialmente hasta que toda su congregación estuviera vacunada. La entrevista fue realizada para mediados de 2020 y, a la fecha de hoy (comienzos de febrero), Colombia todavía no ha aplicado la primera vacuna de inmunización contra el Covid-19.
Pero esta realidad, por extravagante que parezca, se ha convertido en un común denominador en muchas iglesias alrededor del mundo. La pandemia exterminó iglesias completas de la realidad física y las envió a la virtualidad.
Para el miembro del ministerio Simeon Trust, Nicolás Osorio, pensar en iglesias virtuales es desconocer lo que en realidad es una iglesia. “Una iglesia virtual es una contradicción de términos”, acotó. Para él, estas congregaciones afrontan el peligro de perder de vista lo que es realmente la iglesia, y al ocurrir esto, la plenitud de Cristo deja de ser comunicada en la tierra, porque la iglesia es la que hace visible el evangelio, la que hace visible la plenitud del Salvador.
Al respecto Jeremy Meeks, expresó: “aunque entiendo la tentación, creo que están equivocados. Esta posición demuestra una falta de entendimiento teológico en cuanto a la importancia de la presencialidad. Si estaremos así en el cielo para siempre, creo que es importante que aquí/ahora también lo estemos.”
Así mismo, manifestó que uno de los mayores peligros de este tipo de iglesias es que alimenta la pereza y el consumismo de los seres humanos, ya que preferimos la privacidad total y satisfacer nuestros propios deseos. “La predicación virtual abre las puertas a una vida así. Se constituye en una práctica medio lamentable por causa de una pandemia”, expresó Meeks.
El pastor español Alberto Puente, por su parte, cree que, ante el modelo de una iglesia virtual, la iglesia deja de ser iglesia. “La iglesia no es una escuela o un taller. Es una familia unida en un pacto de membresía que necesita relacionarse humanamente para poder llevar a cabo la edificación, confesión, restauración, etc.”
De igual manera, el pastor Alexis Pérez asegura que el peligro de este tipo de iglesias es asumir que todo va bien en la vida de algún hermano por el solo hecho de estar presente en una predicación a través de redes virtuales. También expresa que existe el peligro de que la iglesia se sienta bien con este tipo de predicación, y piensen que están bien con Dios por el solo hecho de ver estas predicaciones.
Predicación presencial
El pastor Nicolás Osorio explica claramente las razones por las cuales la predicación debe ser presencial. “Mi entendimiento de la predicación dominical es que es un momento que trasciende a lo natural de escuchar un discurso. Es el momento en el que el Espíritu de Dios obra en Su pueblo reunido a través de la Palabra de Dios expuesta fielmente. Por supuesto, el Espíritu Santo puede obrar en cualquier persona a través de una predicación por YouTube o cualquier otra plataforma, pero no se puede reemplazar la congregación del pueblo de Dios para escuchar la Palabra y esperar la obra del Espíritu.”
Osorio aclara que su intención no es llegar a una perspectiva mística de la predicación, pero sí demostrar cómo Dios actúa en toda la Biblia. “Pasajes como Esdras 8, Hechos 2, 1 Corintios 14, etc., me permiten ver que el momento en el que el pueblo de Dios está congregado para escuchar la Palabra de Dios es importante, y eso no lo provee ninguna aplicación”, puntualizó.
En países como Cuba, el pastor Pérez cuenta que, a diferencia de otras naciones, ellos no tenían la conectividad suficiente para transmitir las predicaciones de manera online, sin embargo, eran grabadas y luego repartidas a los hogares en memorias USB. Tras siete meses de cuarentena estricta, volvieron a reunirse presencialmente, donde la asistencia y el entusiasmo desbordaron todas sus expectativas. “La iglesia respondió bien a la predicación virtual, pero entiende que debe ser usada sólo circunstancialmente”.
La falta de comunión y comunicación personal arropada con la afectación que producen las redes sociales al negarle al ser humano una interacción real y física, pudo haber llevado a los creyentes a un cansancio por la modalidad de los servicios virtuales. “Deseábamos el día cuando estaríamos juntos de nuevo. Lo aprecian (el servicio virtual), pero fue difícil determinar cómo estaban. Mucho más pasa en un domingo antes y después del sermón. No tener ese tiempo con los miembros es sumamente difícil. Sin ese tiempo, es casi imposible determinar cómo la iglesia está respondiendo a la predicación”, finalizó Jeremy Meeks.
POR Adrián Jaimes Torrado
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