Nunca se enfatizará suficiente la importancia de las relaciones personales. La vida sobre la tierra consiste de relaciones entre personas. Generalmente vivimos en una red muy compleja de ellas. ‘Porque ninguno de nosotros vive para sí,’ dice el apóstol Pablo. ‘Ningún hombre es una isla,’ decimos también. Tenemos familia, amigos, colegas; están las personas a quienes servimos, las personas que nos sirven, y todos ellos tienen derecho a nosotros. Por lo tanto, es verdaderamente importante que aprendamos a cultivar buenas relaciones. No sea que nos ocurra como a ese misionero al que le preguntaron cómo se sentía, y respondió que muy bien, excepto que no podía soportar a sus colegas misioneros, y no podía llevarse bien con las personas del país al que había ido a servir… ¡pero por lo demás le estaba yendo muy bien!
Respeto por el valor de la persona: la creación y la redención
Esta primera sección se refiere a los fundamentos que tenemos los cristianos para mantener vínculos sanos. La base de una buena relación es el respeto, y el respeto se basa en el valor. Sin embargo, es importante que tengamos una perspectiva cristiana del valor; el valor de las personas no se mide por su profesión o por su agradable personalidad, su posición social, el tamaño de su casa o de su coche. El valor humano es intrínseco. Esta es una diferencia básica entre la mentalidad cristiana y la mentalidad del mundo, y afecta muy profundamente las relaciones entre las personas.
Los cristianos tenemos mejores fundamentos que otras corrientes para servir a los seres humanos, porque no lo hacemos por lo que creemos que van a ser en el futuro, sino por lo que ya son: no nos inspira la evolución sino la creación. Si la creación es la primera base del valor humano, la segunda es la redención en Jesucristo.
Un versículo que ha sido de gran ayuda para mí es Hechos 20:28, que está en el discurso de despedida que Pablo dio en Mileto a los ancianos de la iglesia en Éfeso:
Por tanto, mirad por vosotros y por todo el rebaño en que el Espíritu Santo os ha puesto por obispos para apacentar la iglesia del Señor, la cual él ganó por su propia sangre.
¿Ha notado la referencia que se hace a la Trinidad en este versículo? Ella es la base del cuidado pastoral de la iglesia de Dios. Aunque el texto dice ‘del Señor’, algunos manuscritos dicen ‘de Dios’. Creo que la forma correcta es la segunda. La Iglesia de Dios fue ganada por la sangre de Cristo y el Espíritu Santo fue designado guardián de esta Iglesia.
Esto es de gran ayuda para mí como pastor: tanto el Padre como el Hijo y el Espíritu Santo están comprometidos en el bienestar de las personas. Por eso es para mí un privilegio estar involucrado en su servicio. Creo que necesitamos recordarnos continuamente quiénes son estas personas a las que estamos llamados a servir.
Honestamente, no todas las personas a las que tengo que atender en la iglesia me resultan agradables… A veces tengo ganas de decirles a algunos que se vayan, o salir corriendo yo mismo. Pero esa expresión de Pablo me ayuda a superar esta situación. Mientras les estoy hablando en voz alta, también estoy hablándoles silenciosamente en mi corazón, diciéndoles: ‘A lo mejor no valen mucho de acuerdo a algunos criterios terrenales, pero ustedes son preciosos para Dios. Él los hizo a su imagen; Cristo los ama y murió por ustedes, y es un privilegio para mí servirles porque conozco su valor.’ Puede parecer gracioso, pero pensar así mientras hablamos me ayuda a cambiar mi actitud hacia ellos; puedo amarlos y cuidarlos. La base de una buena relación es reconocer que el valor humano es intrínseco porque se debe a la creación y a la redención.
‘En nombre del Señor… como trabajando para el Señor…’
Quisiera compartir con ustedes un principio que me parece revolucionario. En Colosenses 3:17, Pablo expresa: ‘Y todo lo que hacéis, sea de palabra o de hecho, hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de él.’ Y en el versículo 23: y ‘todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres.’
Notarán que en ambos versículos se repite la frase: ‘Y todo lo que hagáis…’ Aquí hay algunas pautas de aplicación universal que se complementan maravillosamente. El versículo 17 habla de hacer cosas en el nombre del SeñorJesús; hacer algo en su nombre es hacerlo como su representante o apoderado. A la vez, el versículo 23 habla de hacer cosas para el Señor, bajo sus órdenes, es decir, como siervos.
De acuerdo al primer versículo, debo tratar a mi vecino como si yofuera Jesucristo. Pero de acuerdo al segundo versículo, debo tratar a mi vecino como si élfuera Jesucristo. Cuando me comporto con una persona ‘en el nombre del Señor’, debo darle el respeto y la atención que Jesucristo le hubiera dado. A su vez, de acuerdo con el segundo versículo, debo darle el respeto y la cortesía que le daría a Jesucristo mismo. En toda relación, Jesucristo juega ambos papeles: debo tratar a mi prójimo como si yo fuera Cristo, y debo tratarlo como si él fuera Cristo mismo. Ambas pautas son revolucionarias y las dos juntas son doblemente revolucionarias.
¿Qué haría Jesús?
Según el primero de estos versículos, nos acercamos a los demás en el nombre de Cristo: representamos a Jesús. Somos sus embajadores sobre la Tierra. Aprendemos a considerar a las personas como él las consideró y aprendemos a tratar a las personas como él las trató: honramos a las mujeres como él las honró, amamos a los niños como él lo hizo, mostramos compasión a aquellos que lo necesitan, como él lo mostró, y nos humillamos para lavar los pies de otros como lo hizo él. La pregunta en cada situación es: ¿Qué haría Jesús?
Charles Sheldon relata en su libro In his steps (En sus pasos) un suceso ocurrido durante la gran depresión hacia 1930. Era sábado y el pastor estaba sentado en su estudio, preparando el sermón. Su texto era 1 Pedro 2:21: ‘Porque también Cristo padeció por nosotros, dejándonos ejemplo para que sigáis sus pisadas.’ De pronto sonó el timbre; el pastor soltó una grosería en voz baja, se asomó por la ventana y vio un hombre obviamente desempleado. El pastor le dijo que estaba ocupado preparando su sermón, pero en seguida volvió a sonar el timbre. Cuando el pastor bajó para hablar con el vagabundo, este le contó una larga historia de sufrimiento y de desempleo. De alguna forma, el pastor lo sacó de su casa lo más rápido posible, para seguir preparando su sermón. Llegó el domingo y dio un mensaje brillante y elocuente. Pero al terminar, oyó un gran disturbio en la parte trasera de la iglesia; alguien estaba acercándose por el pasillo central y con espanto vio que era el mismo mendigo. Cuando llegó adelante, se dio vuelta y, dirigiéndose a la congregación, les dijo: ‘He estado escuchando el sermón de su pastor acerca de cómo seguir los pasos de Jesús…’ Pasó a explicar lo que había ocurrido el día anterior cuando había ido a pedirle ayuda, y terminó diciendo: ‘Cuando me cerró la puerta, no pude dejar de preguntarme si Jesús hubiera hecho esto.’ Y luego se desmayó de hambre.
Conclusión.
Creo que es fácil entender cómo esta experiencia revolucionó a aquella iglesia. Al domingo siguiente el pastor desafió a la congregación para que se comprometieran a no hacer nada sin antes preguntarse qué haría Jesús en esa circunstancia. El resto del libro relata lo que le pasó a cada una de las diferentes personas. Y aunque parte del libro es un tanto sentimental, hace un fuerte énfasis en que, no importa qué hagamos, debemos hacerlo en el nombre del Señor Jesús, como sus representantes.
Adaptado de: John Stott, Desafíos Del Liderazgo Cristiano (Buenos Aires: Certeza Argentina, 2002), 69-83.
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