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Luis Vogt

Nuestro Mandato Cultural: un desafío para hoy

Nuestro Mandato Cultural

Dios nos ha llamado a ser parte de nuestra cultura, a mejorar las con­diciones de las personas que nos ro­dean, y a ser mejores ciudadanos en nuestras comunidades. Esto es parte de lo que se conoce como nuestro mandato cultural. La Gran Comi­sión que Cristo nos encomendó en los evangelios es sencillamente un nuevo formato de nuestro mandato cultural consignado en Génesis 1:26-28. La ordenanza original a toda la humanidad se dio en un mundo en donde el pecado no existía, y por lo tanto no tuvo que lidiar con los efectos de la caída de la raza huma­no, Cristo, por el contrario, tuvo que encomendar las ordenanzas origi­nales del mandato cultural, y añadir arrepentimiento y discipulado para lidiar con los efectos de la caída1

Dios nos llama a ser ciudadanos, padres, hijos, a tener y ejercer una vocación o carrera, Dios nos colocó en un área geográfica determinada; y esto no lo vamos a lograr de ma­nera efectiva a menos que entenda­mos que este mandato cultural se encuentra en el corazón de la vida cristiana según las escrituras. El Dr. Daniel Strange en su libro Plugged In[1] ofrece un modelo muy práctico sobre nuestro compromiso cultural, y que nos puede ser de mucha ayu­da en el desarrollo de nuestra corta disertación sobre el mandato cultu­ral que Dios nos ha dado:

¿Qué es Cultura y Por qué demos tener interés en ella?

El término Cultura puede ser asociado con las palabras latinas Colonus, la cual tiene un origen en la agricultura, pero que también se refiere a los habitantes de una colo­nia; y la palabra latina Cultus, la cual significa en términos básicos, honra y honor. Uniendo las dos palabras la­tinas, podemos concluir que cultura es el reflejo de lo que las personas honran como parte de su identidad y deseos. La palabra no necesariamen­te está arraigada al arte o el teatro.



Las razones por las que debemos tener interés en la cultura como cris­tianos pueden ser resumidas en tres:

1. No tenemos otra opción: Ser parte de una cultura es sencillamente inevitable. Somos seres sociales. Nues­tra cultura define gran par­te de lo que somos. Como cristianos estamos en Cristo posicionalmente, pero tam­bién somos miembros de una comunidad, de una so­ciedad y de un país lo que­ramos o no. Estos entornos han definido en gran parte lo que soy. Y aunque estoy en Cristo, estas cosas me definen como ser humano. Es más, mi entorno también afecta la forma como yo en­tiendo las escrituras y como veo el cristianismo[2]. Aunque el evangelio es uno solo, él te va a afectar de una mane­ra distinta dependiendo de donde seas y de tu entorno.

Esto se ve reflejado en la for­ma como distintos grupos de cristianos pasan su tiempo, cómo se visten, qué comen, e incluso cómo adoran en el culto dominical. Nuestro compromiso es celebrar la hermosa combinación entre la unidad cultural cristiana junto con su diversidad.

2. Somos seguidores de Jesús y sus ordenanzas: Queremos seguir a Jesús fielmente mientras que es­tamos en nuestra sociedad. En 1 Juan 5. 21 el apóstol Juan nos advierte en contra de seguir ídolos, los ídolos son esas cosas que quieren capturar nuestros corazones, y desviarlos del culto que le debemos a Cristo. Para po­der apartarnos de la influen­cia de tales ídolos debemos tener la capacidad intelec­tual de reconocerlos y saber cómo operan. Los ídolos son difíciles de detectar, sabe­mos que satanás es astuto como serpiente. Los ídolos pueden tener una aparien­cia benévola, éstos no siem­pre aparecen en nuestras vidas en formas agresivas de sexo o poder, a veces se en­cuentran inmersos en den­tro de lo que nosotros con­sideramos cultura. ¿cómo evitas estos ídolos a la hora de tomar decisiones políti­cas como votar? ¿cómo de­cides a qué colegio irán tus hijos? ¿cómo decides qué programa de televisión ver? En pocas palabras, ¿cómo decides cada opción del día a día que no tenga nada que ver con asuntos de la iglesia?

3. Porque amamos a Cristo: ¿Quién es Jesús? Es el mis­mo que dijo, “Toda autoridad me es dada en el cielo y en la tierra.[3] Abraham Kuyper, primer ministro de Holanda a finales del siglo XIX dijo que no hay una sola pulgada en toda la creación sobre la cual Cristo no pueda decir, Mio! Cristo es el señor de todo, él es el Nombre sobre todo nombre. Nosotros, por lo tan­to, como sus embajadores, te­nemos el deber de retar esas áreas de la cultura donde los principios Bíblicos que exal­tan el nombre de Jesús son atacados o burlados, nuestra función es derribar argumen­tos y presentar defensa de la fe que nos ha sido deposita­da.


¿cómo estás defendiendo la Biblia de los relatos an­ti-creacionistas en tu trabajo o escuela? ¿Cómo estás de­fendiendo la posición bíblica binaria de hombre y mujer?


II Corintios 10.5 nos enseña a derribar argumentos so­metiendo todo pensamiento a la obediencia a Cristo, este mandato no sólo nos anima a alejarnos de los ídolos, sino que también nos alienta a participar de la cultura y exal­tar el mandato de Cristo en todas sus esferas.

¿Cómo lo Hacemos?

Hace poco decía que A. Kuyper enseñó el señorío de Cristo en todas las esferas de la creación. Kuyper tam­bién enseñó que el cristianismo vive en una antítesis constante con la co­rriente del mundo que se levanta con­tra el Reino de Dios. Kuyper decía que el mundo analiza todas las cosas que están pasando (muerte, enfermeda­des, guerras, etc.) y concluye que son normales. Nuestra cultura tiende a normalizar todo lo que el nuevo pen­samiento del mundo nos arroja; pero el cristianismo mira las cosas de la corriente del mundo como anormales[4]

Este mundo es un mundo caído, incluyendo su cultura. Este mundo, o sea, esta corriente que analiza la realidad que nos rodea, no es el mundo que Dios creo bueno ori­ginalmente, por lo tanto, los cristianos tenemos que buscar su mejoramien­to, y buscar que las cosas regresen a su estado bueno y puro como Dios lo creó ya que es un mundo mancillado por pecado (Gen. 6.5) desde el mo­mento que el hombre pecó y desobe­deció el pacto que tenía con Dios en Edén (Rom. 5.12). Kuyper creía que los cristianos somos una nueva crea­ción, y[5]que hemos sido iluminados con un nuevo principio, por lo tanto, a nosotros se nos ha dado el privilegio de ser sal y luz en la tierra. Como cris­tianos siempre vamos a estar vivien­do una tensión o antítesis con la co­rriente del mundo; esta tensión va a ser evidente, por ejemplo, en la forma como los cristianos debemos educar a nuestros hijos, y cómo el mundo los educa en cuestiones de honestidad, ética, sexualidad y valores entre otros. Nuestra meta como cristianos que re­conocemos que todas las esferas de la creación le pertenecen a Cristo, es la de no cederle al mundo la última palabra en cuanto a las cosas cultura­les, y nosotros limitarnos únicamente a las cosas de la iglesia.

¿Entonces cómo participamos de la cultura?

Primero que todo, debemos de­rribar argumentos que el mundo nos propone y señalándolos como anor­males, o como dice Nancy Pearcey, comprobando que sus argumentos no concuerdan con el mundo que esta allá afuera, el mundo que Dios creo. Segundo, nuestra participación cultural debe estar dirigida, entre otras cosas, a lo que Richard Mouw denominó nuestro deber civil, esto es, no solo no debemos alejarnos de la cultura, sino que también debemos buscar su mejoramiento y bienestar sin dejar que ésta nos afecte en nues­tra cosmovisión cristiana. Jesús oró para que Dios nos mantuviera en el mundo, no para que nos alejara de él. Según Mouw podemos buscar el mejoramiento de nuestra cultura ha­ciendo caso a las palabras de Jehová en Jer. 29. 5-7, o sea, procurando y buscando la paz de nuestra comuni­dad. Mouw dice que un Israel exilia­do, optó por trabajar por la paz de sus captores, en vez de buscar venganza porque entendió que fue Jehová quien los había puesto allí. Pero en todo ese proceso, Israel no perdió su identidad como pueblo elegido que honra a Dios. Esto es ser embajadores de la gracia común de Dios, la cual él derrama sobre justos e injustos, ésta es una forma cómo podemos participar culturalmente en nuestra sociedad[6]

Martin Lutero decía que nosotros los cristianos somo los de­dos de Dios en su creación. Juan Cal­vino también fue un gran creyente en la participación cultural del creyente en todas las esferas de la creación, Calvino, por ejemplo, se propuso que cada ámbito cultural de Génova fuera un reflejo del evangelio, por lo cual hizo propuestas para mejorar el sistema de alcantarillado de esta ciudad, para la creación de fábricas que dieran empleo a los pobres, la creación de un sistema de salud que satisficiera las necesidades de los más necesitados en Génova, incluso hizo propuestas al estado para el cobro de tasas de impuestos más justas y equi­tativas para que la gente pagara lo justo. También fue un aboga­do de la gente trabajadora y propuso sueldos más justos y que notó como los empleadores “desangraban” a los trabajadores. Concluye que el trabajo y el comercio son dones que Dios nos ha dado y que tienen que ser tratados de manera justa y misericor­diosa con principios bíblicos y por el bien del prójimo[7]

Dios nos de valor para no despreciar nuestra cultura, pero también nos de valor para seña­lar lo que hay malo en ella, y también nos de las fuerzas para procurar el bienestar de nuestro prójimo y en­torno, incluso cuando ese entorno se opone a las cosas de la deidad.

Génesis 1. 28; 2. 15; Sal. 8. 5, 6

Nuestra Vocación Cultural:

En el libro de Genesis tenemos el primer trabajo encomendado al hom­bre “fructificad y multiplicaos; llenad la tierra y sojuzgadla” la primera frase nos llama a desarrollar la sociedad, o sea, construir familias, escuelas, ciudades, gobiernos, leyes, etc. la se­gunda frase nos llama a dominar el mundo natural plantando árboles, construyendo puentes, diseñando computadores, o componiendo mú­sica, etc.[8]

Este mandato también es conocido como el Mandato Cultural. Este mandato nos recuerda que nues­tra primera orden fue construir civili­zaciones para el mejoramiento de la creación. Esto quiere decir además que nuestros trabajos “seculares” no son trabajos o actividades de segunda clase accesorias a nuestras actividades de la iglesia. Es nuestro llamado más alto, para el cual fuimos creados origi­nalmente. Esto puede resultar ofensi­vo para algunos pastores, pero es, si lo pensamos muy reconfortante para los cristianos que saben en el fondo que su vocación no es servir a Dios dentro de la iglesia, sino afuera de las pare­des de la iglesia sin perder su identi­dad como cristianos, pero que les da miedo reconocerlo. La forma como servimos al Dios creador es al tener cuidado y señorío sobre la creación que él nos ha encomendado Salmo 8. 5, 6. Nosotros somos la cúspide de la creación de Dios, somos los únicos seres creados a la imagen de Dios, y somos los únicos en los cuales Dios depositó órdenes y un pacto de obras. Nuestro dominio sobre la creación es una autoridad delegada, así como la de un mayordomo. Nuestra función no es hacer con la creación cuanto nos parezca, sino hacerlo todo, sea que bebamos o que comamos, para la gloria de Dios.

Nuestro Llamado a Procurar el Bienestar de la Cultura:

Nuestro cuidado de la cultura proviene precisamente del cono­cimiento de que fue Dios quien la creó. Sabemos que el mundo que nos rodea no es un accidente quí­mico de un proceso evolutivo, sino que proviene de la creación de un ser inteligente y con propósito. Tam­poco somos ambientalistas, éstos le rinden culto a la creación como si fuera ella la madre tierra[9]

Le ren­dimos culto al creador haciendo las cosas que él nos manda, no a la cria­tura. Somos, todos los seres huma­nos, quiéranlo o no, representantes de un rey supremo. Este mandato cultural no fue revocado por la caí­da del hombre. El pecado ha tocado todo lo que el hombre toca, pero eso no nos hace menos humanos, seguimos siendo recipientes de la imagen de Dios, y, por lo tanto, se­guimos con la tarea sagrada de lle­var a cabo este mandato cultural. El hecho de que es un mandato para toda la raza humana no lo hace me­nos cristiano. La dificultad de llevar a cabo el mandato cultural hoy día es que, como dije el domingo pa­sado, el pecado toca todo lo que el hombre toca. El plan de procrear y multiplicar, después de la caída, se hace con dificultad en las preñeces para las mujeres, el plan de domi­nar la tierra se hace con el sudor de nuestra frente y con mucho trabajo debido a que nos encontramos en un mundo que está viviendo las consecuencias del pecado de nues­tros primeros padres. Como cristia­nos redimidos, ahora tenemos una nueva naturaleza, la cual hace que llevemos a cabo este mandato de una forma un poco mejor que la de los que no han sido iluminados con el evangelio. El cristiano debe emular los actos creativos de Dios en la creación, esto lo logramos al participar en la cultura, como dice Daniel Strange:

ya sea que construyamos edifi­cios, diseñemos apps, si compo­nemos un soneto musical, o si enviamos un Tweet, ya sea que cocinemos o que veamos un programa de cocina, - desde lo más sublime hasta lo más trivial, en todo mostramos con nuestras palabras o acciones que fuimos creados a la imagen de Dios”[10]

El mandato cultural es un llamado de 24 horas al día, no es algo que hacemos sólo cuando no estamos “ocupados”.

El Dilema del Ateísmo:

Romanos 1. 18-23 nos describe un cuadro muy triste para los que tratan de ocultar a Dios de los even­tos del día a día. Por un lado, nos enseña que la existencia de Dios se hace claramente visible a través de las cosas creadas, de modo que ellos no tienen excusa, y debido a que no pueden ocultar la evidencia tan cla­ra de la necesidad de un creador, el hombre hace todo lo posible para intercambiar la verdad de la exis­tencia de Dios por la mentira. Es en este punto donde el hombre decide rendir culto a algo más que a Dios, esto es, decide rendirle culto a la creación antes que, al creador, esto es a lo que Juan Calvino se refiere cuando describe a la raza humana como una fábrica Idólatra. Una cosa es cuidar y procurar el bienestar de la creación y de la cultura, otra cosa muy distinta es adorarla por encima del Creador. Nosotros seguimos los lineamientos del diseñador para nuestra participación cultural. Fran­cis Shaeffer detecta este dilema del ateísmo en el que no pueden ocul­tar a Dios, y concluye que desde el siglo V a.C en la filosofía Griega, el hombre ha intentado por todos los medios dividir el mundo en dos niveles, o sea, entre naturaleza y gracia. En el “segundo piso”, en donde se encuentra la gracia, o las cosas espirituales, este piso o nivel debe limitarse a la devoción priva­da o a las cosas de fe personales; el primer piso, o sea, la naturaleza, la cual comprende todo lo que nos rodea, o sea la cultura, la ciencia, las universidades, gobiernos, etc. debe tratarse como hechos (con respeto), y no como religión, ésta es pública. Tristemente, el cristiano moderno también ha asimilado esta forma dualista de pensar, en la cual el cris­tiano entiende erróneamente que su calidad de vida espiritual o de santidad aumenta entre menos se involucre con las cosas culturales o de la creación, a éste le han enseña­do a llamar la participación cultural como el equivalente a participar de las cosas de la corriente del mun­do. Cuando esto sucede, dejamos de obedecer a Dios a lo que él nos ha llamado primariamente, esto es, enseñorearnos de la creación y sojuzgarla. Nunca veremos en la Biblia una ocasión en la cual se nos llame a vivir en una especie de monasticismo aislados de las cosas del mundo creado. La Biblia sí nos llama a una metanoia, esto es a un cambio en nuestra forma de ver el mundo, Cristo no oró al padre para que nos sacara del mundo. Pablo nos dice que ahora que somos cris­tianos debemos alejarnos de los ídolos y de leyes impuestas por los hombres tales como no manejes, ni gustes, ni aun toques.[11]

Pablo escri­be estas amonestaciones precisa­mente en respuesta a la seducción de las filosofías griegas que ame­nazaba al judaísmo. La Biblia sí nos enseña, más bien a transformarnos y no conformarnos con lo que el mundo llama normal, o sea que, el que roba, que no robe más[12]que nuestro sí sea si[13], que no calum­niemos al hermano, y que seamos más misericordiosos[14], etc.

Tres Respuestas Erróneas al Mandato Cultural:

1. En el Mundo, Pero no del Mundo: Dios nos habla a través de sus revelaciones, natural y especial, a cuidar y sojuzgar la tierra, o sea, a participar de la cultura. Pero ¿qué hacemos ante tan obvio mandato? Algunos cristianos prefieren mirar el mundo desde fuera, esto es, se encierran en una burbuja espiritual, (la gracia), y de ahí no salen. Se tapan sus oídos para no oír el ruido que está allá afuera. Suelo escuchar a cristianos darme esta res­puesta cuando les hablo de la inminente realidad de la cosmovisión liberal, se pa­ralizan, y dicen cosas como, “¡Jesús ven pronto!”. De esta manera, piensan ellos, que se mantienen seguros de las influencias de la cultura.

2. Yo no me Siento en Silla de Escarnecedores: Otra respuesta común es la de atacar al no creyente como una mala influencia, la res­puesta es más o menos así, “yo no me voy a contaminar con esos mundanos”. Juz­gan como mal todo lo que no sea eclesial. De hecho, a la hora de predicar de Je­sucristo, lo hacen más bien en juicios morales, y no en­señando su obra misericor­diosa y expiatoria en la cruz.

3. Adaptación: Otros son se­ducidos de tal forma por todo lo que la cultura ofrece que se vuelve imposible saber si son cristianos o no. Recorde­mos que Pablo nos habla a que mientras que estemos en el mundo no podemos conformarnos, sino transfor­marnos por la renovación de nuestro entendimiento. También sucede con iglesias que queriendo atraer nuevas personas se adaptan a estilos musicales, de motivación y de entretenimiento hasta el punto de que dejan de ser iglesias y se convierten en centros de reunión con diver­sos propósitos. Estas iglesias olvidan que el Señor se en­cargará de añadir a los que han de ser salvos siempre y cuando éstas perseveren en una adoración sincera a Dios sin ídolos.

Para Pensar:

El propósito de este artículo es demostrar con bases bíblicas que el mandato cultural es nuestra primera tarea como seres humanos. No es exclusiva para cristianos, pero aun así creemos, como dice Richard Mouw, que, por tener una nueva identidad, los cristianos podemos llevar a cabo este mandato de una mejor manera que los no cristianos. Llevar a cabo este mandato cultural requiere que nosotros seamos muy sensibles a lo que Dios nos ense­ña en su palabra para no mezclar nuestra fe con otras cosmovisiones dañinas que existen en nuestra cultura. Mandato cultural es una orden divina para renovar y mejorar nuestra cultura, no a acomodarnos a ella. Soy un firme creyente q esta es nuestra tarea principal en esta tierra. Las demás cosas como el evangelismo y el discipulado vienen como una consecuencia ló­gica de un corazón que entiende la importancia de estimar la cul­tura como algo que Dios creó para nuestro deleite y para su gloria. Va a ser imposible hacer un llamado a Cristo cuando nuestra actitud es de juicio o altivez en contra de los que forman parte de nuestra cultura.

También quise demostrar que es posible ver un programa de te­levisión, leer un libro, o jugar un video juego sin afectar nuestra fe, y que, por el contrario, estas activi­dades nos pueden alimentar como creyentes ya que a través de éstas podemos apreciar la gracia común de Dios en el día a día. Pero este tema lo dejo estar para otra ocasión.

Amen.

Alvaro E. Tuñón Batista

Máster en Teología

(Chicago Theological Seminary)

[1] 3 Daniel Strange, Plugged In. [2] El entorno y las situaciones sociales también afectaron la forma como los escritores bíblicos escri­bieron sus cartas, epístolas, y libros. Ellos no fueron robots siendo impulsados por un motor.. [3] Mateo 28. 18 [4] 5 En una nota similar, RC Sproul basándose en el libro de Romanos, deduce que el cristiano no debe conformarse al siglo que esté dominando la esfera pública, sino que debe transformarse con la renovación de su entendimiento. . [5] II Cor. 5. 17y [6] Rom. 12. 20; Santiago 1. 27 [7]Lectures on Foundations of Protestant Theology. Dr. S. Donald Fortson. Reformed Theological Seminary. [8]Nancy Pearcey, Total Truth, Capítulo 2. [9] 10 Douglas J. Moo, Cuidado de la Creación, Una Teología Bíblica del Mundo Natural, P. 26. [10] 11 Daniel Strange, Plugged In, P. 41 Kindle Version. . [11]Colosenses 3. 20-23 [12] Efesios 4. 28 [13] Mateo 5. 37 [14] Santiago 1. 26, 27

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