por Don Carson
Recientemente la editorial Eerdmans ha publicado el libro “La Autoridad de las Escrituras Cristianas.”[1] La misma que espera ser una ayuda para todo aquel que sostiene una fe cristiana. Esto debido a que muchos cristianos han dejado de tener confianza en la autoridad de las Escrituras, por razones que no son intelectuales sino más bien culturales. Al momento de identificar es útil analizar algunos síntomas del mismo. En este artículo veremos diez maneras en los que cristianos evangélicos dejan sutilmente la autoridad de las Escrituras.
I. El uso de las Escrituras de manera selectiva.
Quizá el mejor ejemplo de esta terrible forma de usar las Escrituras es en la predicación del Evangelio de la Prosperidad, en el cual se toman algunos versos, sin tomar en cuenta su contexto, sobre Dios enviando prosperidad a la tierra ligándolos directamente con otros que hablar sobre los beneficios de ser un hijo de Dios, mientras que al mismo tiempo ignoran pasajes sobre el sufrimiento o el costo de seguir a Cristo.
Con el pretexto de evitar controversia en la Iglesia local, cristianos simplemente se hacen de la vista gorda en relación a estos temas. Sin embargo, esto no solamente ocurre en relación al Evangelio de la Prosperidad, sino también se evidencia en la manera como cristianos hablan de ciertos tópicos y casi evitan por completo hablar de otros, por ejemplo, Pobreza, Racismo, Matrimonio Homosexual, Distinciones entre el Hombre y la Mujer, etc. en los que se citan versos a manera de analgésicos para evitar una controversia, pero no ven los mismos a la luz de la enseñanza global de los Escrituras. La consecuencia de esto es que inevitablemente será la cultura la que moldeará nuestro entendimiento en estos tópicos en lugar de las Escrituras.
II. Vergüenza sobre la enseñanza de las Escrituras en ciertos tópicos.
Este segundo punto está relacionado al primero. Es lamentable, pero frecuentemente los predicadores evitan predicar sobre ciertos tópicos debido a la vergüenza que sienten sobre la enseñanza de las Escrituras sobre los mismos, o simplemente ignoran, voluntaria o involuntariamente, la enseñanza bíblica sobre dicho tópico.
Esta vergüenza del texto se evidencia de cuatro maneras diferentes. A veces se evidencia como falta de estudio. El predicador no ha estudiado el tema lo suficiente como para enseñarlo, (Por ejemplo, Escatología, Ideología de Género, etc.). A veces por la dificulta del tópico, (Por ejemplo, Predestinación, etc.). A veces porque la congregación está dividida sobre el tema (¡Muchos temas!), y a veces simplemente porque al predicador no le gusta la enseñanza de la Biblia sobre este tema (Por ejemplo, el Infierno, Juicio, final, etc.).
III. Publicación de libros que aprueban aquello que Dios condena.
Por ejemplo, recientemente la editorial Zondervan público el libro “Dos posturas sobre la Homosexualidad, la Biblia y la Iglesia.”[2] En el cual se argumentaban dos posturas diferentes sobre la practica homosexual dentro de la Iglesia, una afirmándola y otra negándola, haciendo parecer como si ambas fueran enseñanzas bíblicas, en las cuales puede haber varios puntos de vista entre creyentes. No, el hecho de que alguien crea en ‘Sola Fide’, y las otras ‘Solas’ de la Reforma no lo convierte instantáneamente en ortodoxo, si la creencia de las mismas no está secundada por la práctica de las mismas.
El problema no solo con este libro, sino con libros que siguen el mismo tipo de formato es que pueden llevar al público a pensar que dos o más posturas sobre un tópico en particular (Infierno, Elección, Bautismo, etc.), son igualmente bíblicas porque se usa la Biblia. Esto es falso.
Un Testigo de Jehová usa la Biblia, de manera equivocada. La justificación de un libro: “Tres puntos de vista sobre Y”, es que los mismos tengan una base cristiana confesional común, de lo contrario en contrario en unos pocos años podría aparecer un libro como: “Tres puntos de vista sobre si Jesucristo es Dios”.
IV. El Arte de la ignorancia dominante.
Es la creencia de que todos los pasajes bíblicos sobre un tema determinado son exegéticamente confusos o poco claros, y que por lo cual no podemos conocer la voluntad de Dios en este asunto en particular (tema que ha sido claramente enseñando por la Iglesia a lo largo de los siglos).
Mike Ovey menciona como este argumento se usó en contra de la divinidad de Cristo, en la controversia entre Atanasio y Arrio. El partido pro-arriano en el Concilio de Sirmium llego a la conclusión de que la enseñanza bíblica sobre este asunto era tan oscura que no podía saberse. Sin embargo, los padres ortodoxos como Hilary de Poitiers y Atanasio de Alejandría respondieron que lo afirmado por el Concilio no solo era un error, ¡sino ‘Blasfemia!’.[3] Esta creencia de que no hay suficiente evidencia en la Escritura para saber lo que la misma afirma sobre un tópico determinado (que ha sido claramente afirmado por la Iglesia a lo largo de los siglos) está más viva que nunca. Quizá el mejor ejemplo de esto es el debate sobre el Matrimonio Homosexual. En el cual cada vez mas evangélicos apoyan un Matrimonio Homosexual, “Siempre y cuando el mismo sea monógamo. Lo que la Biblia condena es la promiscuidad, ya sea homosexual u heterosexual, violación y otras ofensas similares.”[4] Esta enseñanza es en contra de lo que claramente las Escrituras afirman: La santidad de Matrimonio entre un hombre y una mujer.
V. Permitir que nuestras categorías de Teología Sistemática domestiquen lo que la Escritura realmente dice.
Este punto no es un ataque a la Teología Sistemática, ni tampoco un menosprecio a la utilidad de la disciplina. Sino que más bien la Teología Sistemática tiene como función entender las Escrituras de manera fiel y con un sentido pedagógico, salvaguardándonos de hacer exegesis de manera irresponsable, a través de la manipulación lingüística, sino tomando la enseñanza de la totalidad de las Escrituras sobre un tópico en particular. En un sentido, nuestra Exegesis forma nuestra Teología Sistemática, pero al mismo tiempo también nuestra Teología Sistemática influye en nuestra exegesis. Esto no solo es la manera como debería ser, sino que también es inevitable.
A lo que me refiero es a la tendencia en algunos predicadores de imponer una doctrina en particular sobre la enseñanza particular de un pasaje.
Conclusión.
Recientemente me encontraba leyendo Éxodo 7-11, en el cual se mencionan las plagas que Dios envió a Egipto y el endurecimiento del corazón de Faraón, y me fue inevitable recordar con pesar y vergüenza algunos de los pecados exegéticos de mi juventud. Tenía poco más de veinte años y me habían invitado a predicar en el grupo de jóvenes y predique se este pasaje. En el mismo “cuidadosamente” explique el endurecimiento del corazón de en tres estados: A. ‘Faraón endureció su corazón’. B. ‘El corazón de Faraón fue endurecido’, y que C. ‘Dios endureció el corazón de Faraón’. A lo cual procedí a explicar que primero Faraón endureció su corazón por voluntad propia, y que luego como consecuencia de esto su corazón fue endurecido y que finalmente Dios endureció su corazón como juicio a Faraón por endurecerse si mismo. El problema es que la narrativa no menciona ese orden para nada, pero me pareció que eran excelente puntos para un sermón. El problema es que mi Teología, tan pobre y poco profunda como era, había domesticado al texto, haciéndole decir lo que yo quería que dijese. Poco sabia yo en ese entonces que la Biblia habla sin la menor pizca incomodidad de la responsabilidad humana, pero al mismo tiempo de la completa y absoluta Soberanía de Dios, sin que una anule la otra. Debemos ser sabios y humildes para no permitir que nuestras categorías teológicas domestiquen la enseñanza de las Escrituras.
Adaptado por Daniel Caballero, de: Carson, D. A. ‘Subtle Ways to Abandon the Authority of Scripture in Our Lives’. Themelios 42.1 (2017): 1–12. Archivo original: http://tgc-documents.s3.amazonaws.com/themelios/Themelios-42-1-editorial.pdf
[1] D. A. Carson, ed., The Authority of the Christian Scriptures (Grand Rapids: Eerdmans, 2016).
[2] Preston Sprinkle, ed., ‘Two Views on Homosexuality, the Bible, and the Church , Counterpoints’ (Grand Rapids: Zondervan, 2016).
[3] Michael J. Ovey, “Off the Record: The Art of Imperious Ignorance,” Themelios 41 (2016): 5–7.
[4] Jen Hatmaker’s interview with Jonathan Merritt, “The Politics of Jen Hatmaker,” Religion News Service , 25 October 2016, http://religionnews.com/2016/10/25/the-politics-of-jen-hatmaker-trump-black-lives-matter-gay-marriage-and-more/
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