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Luis Vogt

La Humildad del Conocimiento Reformado y el Servicio Religioso

Una condición que todo cristiano debe tener en sus pensamientos, es que él debe pensar bíblicamente. Esto es un concepto muy frecuentemente afirmado dentro de la apologética presuposicional, Cornelius Van Til escribe:

«Cuando, en el nivel de la existencia creada, el hombre piensa de acuerdo con los pensamientos de Dios, es decir, cuando el hombre piensa en sumisión consciente a la revelación voluntaria del Dios autosuficiente, tiene, con ello, la única base posible de certeza para su conocimiento».[1]


Cornelius Van Til, Apologética Cristiana.

Cuando uno no está tomando en consideración la humildad, fácilmente frases como la anterior pueden ocasionar que si pienso en armonía con lo expuesto por el autor, tengo alguna clase de superioridad por causa de conocer la fuente de la certeza del conocimiento, sin considerar lo que dicha certeza implica en la vida del cristiano.

Teología Humilde = Conocimiento Humilde

La finalidad de la teología reformada es, soli Deo gloria, pero también lo son los medios para alcanzar dicha finalidad y por supuesto el principio. Reconocemos la humildad de nuestra teología cuando vemos que la construcción de la misma es siempre para rendirle toda y total gloria a Dios. Dejaría de ser humilde si en el principio, los medios o el final, no es con la motivación de glorificar a Dios, sino quizá, al hombre o a cualquier otra criatura.

Siempre que el Dios Trino sea el objeto de toda nuestra construcción teológica, habrá quedado el hombre relegado a su posición correspondiente, a saber, glorificar a Dios, y gozar de Él para siempre.[2] Es esta humildad la que muchas veces pasamos por alto; Cornelius Van Til era un teólogo y filósofo reformado, él creía que la teología era para la gloria de Dios y del mismo modo nos enseñó una epistemología que exalta las perfecciones de Dios. Aunque nuestra teoría del conocimiento pueda sonar muy presuntuosa, es lo que menos tiene, nuestra teoría del conocimiento también carece de elementos que sean inspirados o proyectados en el hombre, lo cual equivale a decir, que es una epistemología humilde, muy humilde, porque el hombre afirma sus pensamientos sobre la base de los pensamientos de Dios y no sobre una base propia. Reconocemos que por nosotros mismos, nuestros pensamientos, nuestra epistemología, carece de coherencia y estaría muy limitada, por ello, Greg Bahnsen dice:

«Van Til habla de nuestro “pensar los pensamientos de Dios después de Él”. Es decir, nosotros debemos pensar conforme a los patrones de la mente de Dios, realística y racionalmente. La coherencia perfecta caracteriza la mente de Dios así que para que nosotros razonemos debemos pensar con consistencia lógica».[3]

Es bastante humilde reconocer que los pensamientos de los hombres son fútiles hasta que estos sean puestos en armonía con los pensamientos de Dios. Nuestra epistemología inicia reconociendo las diferencias entre Dios y los hombres y que como hombres, no podemos tener o ser base de conocimiento certero, nuestro conocimiento puede ser verdad, únicamente en sumisión a la Palabra revelada de Dios. La humildad de nuestro conocimiento, es porque no parte de nosotros mismos para «buscar» de alguna forma encontrarse con Dios, sino porque inicia renunciando a nuestro propio pensamiento pecaminoso para someterse a los pensamientos de Dios. Podemos decir que conocemos algo, solamente porque hemos sido humildes al reconocer que cómo hombres, poco o nada de conocimiento verdadero podríamos tener (Sal. 139:17-18).


Conocimiento Humilde y el Servicio Religioso

El puritano William Ames (1576-1633) decía que, «la teología es la doctrina o enseñanza de vivir para Dios».[4] De modo que según está definición, debemos aplicar la construcción de nuestra teología humilde y conocimiento humilde, a un servicio humilde también. En 1 de Crónicas 9:26-30, se relatan ciertas actividades que hacían los levitas en su servicio al templo. Como nuestro conocimiento funciona adecuadamente luego de pensar los pensamientos de Dios después de Él, entendemos entonces que la Palabra de Dios en el anterior pasaje enseña sobre cómo personas hacían sus oficios religiosos de servir en el templo. Entendiendo a la luz del Nuevo Testamento que la Iglesia de Cristo es una nación santa de reyes y sacerdotes (1 Pe. 2:9), entendemos también que en las iglesias locales hay servicios que hacer. Las labores pueden ser muy variadas, no obstante labores, y como tales deben ser hechas.

Dios escribió sobre el servicio al templo por medio de los autores inspirados por los que otorgó su Palabra revelada. Nosotros también creemos que Él ha planificado el todo de la existencia con un orden extremadamente preciso, esto supone que hasta el más mínimo servicio hacia el Señor en nuestras congregaciones locales, Él también lo ha planeado. Esta es una verdad de nuestra teología y también lo es cuando alineamos nuestros pensamientos con los de Dios por medio de su Palabra revelada, el resultado directo es vivir nuestra teología en sumisión a los pensamientos revelados de Dios, lo cual hace que en nuestra condición de humildad veamos la necesidad de todo servicio en la iglesia local, desde lo más fundamental hasta lo más básico, todo forma parte del propósito eterno del Señor.

Sirvamos con alegría a los hermanos, no importa si conocen más o menos que nosotros en algo, nuestra teología, nuestro conocimiento y nuestro servicio, deben ser humildes, porque son para la gloria de Dios.

Por: Osward Daniel Rojas


Notas:

[1]

Cornelius Van Til, Apologética Cristiana. (Buenos Aires: Tinta Puritana, 2019), pág. 58.

[2]

El Catecismo Menor de Westminster. Respuesta a pregunta 1.

[3]

Greg L. Bahnsen, ¡Prepárate para la Buena Batalla!: La Metodología Apologética de Greg L. Bahnsen. (Powder Springs, Georgia: American Vision, Inc., 2013), pág. 197.

[4]

William Ames, La Médula de la Teología, ed. John D. Eusden (1629; Boston, MA: Pilgrim Press, 1968), pág. 77.


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