Para que la iglesia recupere su credibilidad, su lugar y su poder catalizador dentro de la sociedad necesita de hombres, pero el tipo correcto de hombres, cristianos osados. Hombre que vivan en el Espíritu, pero que también anden por el Espíritu. Nuestra iglesia suspira hoy por hombres que no teman a los sacrificios en la batalla, que no se asusten por amenazas de muerte, porque ya murieron a las seducciones de este mundo. Al estar libres de las compulsiones de su entorno, no se verán forzados a hacer las cosas por las circunstancias; su única compulsión vendrá de lo íntimo y de lo alto. Un tipo de libertad necesaria, si queremos tener nuevamente entre nosotros quienes nos representen ante el gobiernos, las autoridades y la sociedad, necesitamos hombres llenos de poder. De esos que jamás tomarán decisiones motivados por el miedo a otros hombres; que no seguirán ningún camino impulsados por el deseo de agradar a las autoridades de turno; ni ministrarán a otros por causas financieras; jamás realizarán un acto religioso por simple costumbre; ni se permitirán a sí mismos ser influenciados por el amor a ser reconocidos o por mantener una buena reputación.
Sabemos que mucho de lo que la iglesia hace en nuestros días, lo hace motivado por el miedo (de los que observan, de lo que los otros dicen y hacen) los conduce a creer en lo que el mundo espera que ellos hagan, deben hacer, la influencia opresiva de la opinión pública es quien llama a hacer a esos profetas, no la voz de Jehová. La verdadera iglesia jamás debe sondear las expectativas públicas antes de lanzarse a sus iniciativas. El verdadero hombre oye la voz de Dios y avanza, totalmente independiente del apoyo popular o de la falta de este apoyo. Ellos conocen la voluntad de Dios y la hacen, y entonces…el pueblo les sigue y la única recompensa de tales líderes es la satisfacción de estar haciendo lo correcto en un mundo errado. El verdadero hombre jamás será un tirano religioso, ni procurará ejercer señorío sobre la herencia que pertenece a Dios. El miedo y la falta de seguridad personal han llevado al hombre a aplastar a sus semejantes porque tienen un interés que proteger, alguna posición que asegurar. Pero el hombre verdadero jamás; porque no tiene nada que proteger, ninguna ambición que perseguir, ningún enemigo que temer. Sí, la iglesia y el mundo necesitan estos hombres de verdad, que hagan del cristianismo evangélico un cristianismo vivo. Hombres que sepan buscar en oración y mucha humildad la fuerza y el poder divinos. Dios oirá los clamores de los tales, así como Él oyó los clamores de Israel en Egipto y enviará liberación. Es así como Él actúa entre los hombres. Y cuando estos hombres vengan… serán hombres de Dios, hombres de coraje. Tendrán a Dios a su lado, porque tendrán cuidado de permanecer al lado de Él; serán cooperadores con Cristo e instrumentos en las manos del Espíritu Santo… Versión libre tomado de A.W.Tozer
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