Las palabras de Cristo a Pedro: “Tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia”, han sido fuente de una larga controversia. El catolicismo romano afirma que estas palabras prueban que a Pedro le fue dada supremacía sobre los demás apóstoles y que este honor ha sido transferido a los sucesivos papas de la Iglesia Católica y Romana. En palabras de Leonardo De Chirico, en su reciento libro “El Papado”: “No hay nada de petrino en la confesión de fe de Pedro. Es Dios quien se la ha revelado y Pedro quien la expresado. La iglesia (ekklesia), la comunidad de los discípulos de Jesús, será construida sobre la verdad (la roca) de que Jesús es el Cristo.”
¿Qué factores ayudaron al triunfo de la hegemonía papal?
Las circunstancias históricas que elevaron a Roma a un lugar de preeminencia sobre las demás iglesias de Occidente fueron las siguientes:
1. La destrucción de Jerusalén en el año 70 d.C dejó a la cristiandad primitiva (Hch 15) sin centro espiritual y geográfico. Roma capital cosmopolita del Imperio, daba una imagen universal y representativa (Ireneo). El martirio de Pedro (en Roma según “Carta de Dionisio, obispo de Corinto a Timoteo”) y Pablo, también en Roma, unió de por sí, los nombres de los insignes apóstoles de la Iglesia a la capital. De ahí la leyenda de la fundación de la Iglesia romana. Más tarde, el traslado de la capital del Imperio de Roma a Constantinopla, dejó a la iglesia romana con plena libertad de movimiento en Occidente. El hecho de que Roma fuese el único patriarcado occidental, y a causa de esto, los emperadores de Constantinopla concedieran poderes jurisdiccionales al obispo de Roma para que, en nombre de la autoridad imperial, dirigiese la disciplina eclesiástica en Occidente y hasta la civil y política (Código Justiniano).
2. Las invasiones de los bárbaros, separaron todavía más a Roma tanto de la Cristiandad oriental como del control imperial de Constantinopla.
3. La coronación de Carlomagno por el papa León selló esta separación y marcó el principio de una hegemonía imparable en Occidente. Hasta este momento, la primacía de Roma en líneas generales se había desarrollado de conformidad, y dentro de los límites, del orden episcopal y sinodal existente en la Iglesia Católica Antigua. Las donaciones de extensos territorios que los reyes francos hicieron a los papas. Los Estados Pontificios confieren al poder temporal del papado las bases materiales para sus apetencias hegemónicas. La proliferación de documentos (especialmente las Decretales Pseudo-Isidorianas), apoyando las pretensiones romanas dieron apoyo teórico a las ambiciones de los pontífices.
4. El deseo de los obispos de verse libres del poder feudal multiplicó las falsificaciones documentales mediante las cuales el episcopado occidental se declaraba sujeto al Romano Pontífice de manera absoluta. El lugar del episcopado como fuerza preponderante, surgen las nuevas órdenes religiosas (Cluny, sobre todo) como ejércitos avanzados al servicio incondicional de los planes hegemónicos romanos, que juran fidelidad inquebrantable y voto de obediencia al sumo pontífice.
5. Por si esto no fuera poco, se romanizan las liturgias nacionales (En España la liturgia mozárabe) y los usos canónicos tradicionales de las otras iglesias de Occidente.
6. La irrupción del islam sirvió indirectamente a los fines del Papado. La conquista musulmana acalló la voz independiente de la iglesia de África y de España, en Occidente y de Siria y Arabia en Oriente. La teología escolástica dio forma a todo esto tomando las falsas Decretales y otros documentos espúreos para crear la base para la teología de la Iglesia y del Papado.
En palabras de teólogo español D. José Grau: “El obispo de la capital comprendió que podía hacer jugar las circunstancias históricas a su favor y convertirse en el heredero de las antiguas glorias imperiales romanas, mudándolas en una metamorfosis teocrática. Recogió el manto de los césares y lo adornó con una tiara”
¿Han sido los papas infalibles y autoridad suprema?
Vamos a citar a continuación solo algunas de las muchas ocasiones en las cuales la autoridad e infalibilidad papal fue puesta en tela de juicio: “En una ocasión – añade Calvino -, el obispo de Roma intentó arrogarse derechos parecidos a los de Farnese[1], en el concilio de Cartago. Sin embargo, los obispos africanos se opusieron firmemente a tan deshonestas ambiciones, y cuando el obispo romano dio a entender que pretendía la jurisdicción sobre todas las iglesias porque la misma le había sido dada por un canon del concilio de Nicea, los africanos no dieron mayor crédito a ello y remitieron a Constantinopla, y otras ciudades griegas, la investigación del caso. Finalmente, fue descubierto que las actas del Concilio habían sido falsificadas por el muy Santo Padre…”[2]
En otra ocasión el concilio de Pisa (1409) abrió un proceso contra dos papas (Gregorio XII en Roma y Benedicto XIII, en Aviñón) y los depuso por “herejes” y cismáticos”, por contravenir el artículo de fe sobre la Iglesia una y santa, pues su negativa a dimitir voluntariamente impedían el camino de la reunificación eclesial. El concilio eligió un nuevo papa a Alejandro V (1409-1410), a quien sucedió Juan XXIII al año siguiente (1410-1415). Así se pasó de la “perversa dualidad” a la “maldita trinidad” (a la “trinitas non benecdicta, sed maledicta”).[3]
En el año 1647 el Papa Inocencio X rechazó como herética la idea de que Pedro y Pablo fueron por igual cabezas de la iglesia. El hecho de que Pablo resistió a Pedro “cara a cara” (Gá. 2:11) no niega la posición suprema de Pedro, dice Roma, pero la verdad es que Pedro no tenía ni mayor autoridad que Pablo, ni un lugar de preeminencia sobre el resto de los apóstoles. La infalibilidad del Papa fue reiterada en el Primer Concilio Vaticano en 1870, que declaró que “si alguno niega…el bendito apóstol Pedro tiene sucesores perpetuos en su primacía sobre la iglesia universal, sea anatema”. El concilio también procedió a afirmar que el Papa posee poder de jurisdicción plena y suprema sobre toda la iglesia, no solo en cuestiones de fe y moral sino también en la disciplina eclesiástica y en el gobierno de la iglesia.
El papado y las Sagradas Escrituras
¿Existe evidencia en la Biblia de que la supuesta autoridad distintiva de Pedro sea transferible? ¿Existe algo tal como la denominada “sucesión apostólica”? ¿Encontramos en algún lugar evidencia de que Pedro fuera infalible en sus pronunciamientos y este don haya sido igualmente transmitido a sus sucesores, los obispos romanos? El primer concilio eclesiástico se reunió en Jerusalén y fue dirigido por Jacobo (no por Pedro, aunque él estuvo presente); las conclusiones del concilio se presentaron a las demás iglesias para que fueran aceptadas según les “pareciera bien”, y no como imposiciones que debían seguirse sin tener en cuenta que las demás iglesias estuviesen o no de acuerdo. Por lo cual, toda conclusión de un concilio debe someterse a prueba para ver si está en conformidad con las Escrituras (Hch. 15:22-29) En el Nuevo Testamento la posición más elevada de liderazgo es la de anciano u obispo (ambas palabras en griego se usan para describir el mismo ministerio en la iglesia). En ningún lugar del Nuevo Testamento se ve a un obispo en particular ejerciendo autoridad sobre las demás iglesias, y mucho menos que alguno de ellos afirme tener autoridad sobre la cristiandad como un todo. Los ancianos (obispos) de cada iglesia local solo son responsables por sus propios miembros. El peligro de investir con autoridad indebida a un solo hombre es que cuando este falla las otras iglesias caen en su mismo error. Cristo es la cabeza, y como tal lo presentó Pedro como piedra principal del ángulo (1 P. 2:6). Con la misma claridad enseñó que todo creyente es un sacerdote ante Dios (1 P. 2:4- 7). En cuanto a la posición de los ancianos u obispos: “Apacentad la grey de Dios que está entre vosotros, cuidando de ella, no por fuerza, sino voluntariamente; no por ganancia deshonesta, sino con ánimo pronto; no como teniendo señorío sobre los que están a vuestro cuidado, sino siendo ejemplos de la grey” (1 P. 5:2-3) Cristo dio a Pedro la autoridad de atar y desatar (Mt. 16: 18-20), pero no solo a él sino a todos los apóstoles en Mateo 18:18 y en Juan 20:23. A Pedro le fueron dadas las llaves del reino porqué él fue el escogido para abrir la puerta del evangelio mediante la predicación a los judíos y los gentiles (Hch. 2, 10, 15)
¿Qué futuro tiene la figura del Papa?
En palabras del anterior papa Ratzinger “Los líderes religiosos, dijo, se están dando cuenta cada vez más que en un mundo globalizado se necesita una voz global para abordar la importancia de los “valores religiosos” y los postulados perjudiciales del secularismo”. Este es el nuevo papel que el papado quiere desempeñar según el libro “Luz del mundo: el papa, la iglesia y las señales de los tiempos”. Esta es la enorme ampliación de fronteras del papado que abraza tanto al ecumenismo como al diálogo interreligioso. Por supuesto que este no es el alcance completo de la visión católica del oficio papal, pero prepara el camino para alcanzarlo.
Hacemos nuestro, el último párrafo con el cual De Chirico concluye su libro “El Papado”, publicado por Editorial Peregrino: “Todo el proceso que llevó a la formación del papado comenzó con fundamentos bíblicos erróneos. Después creció siguiendo modelos imperiales e intereses políticos. En lugar de cuestionarse a la luz de la Palabra de Dios, se le dio un enfoque dogmático y un estatus de infalibilidad en el Vaticano I. Ahora intenta encontrar nuevas maneras de expresión sin cambiar nada esencial de lo acumulado con el tiempo. Continúa creciendo, aun habiendo tenido un comienzo ilegítimo. La única reforma necesaria es regresar a las Escrituras y estar dispuestos a obedecer sus enseñanzas, sin importar el costo.”
El papel del papado hoy en día es similar al de las viejas monarquías inmersas en un esfuerzo mediático de “aggiornamento”, que las ha convertido en una especie de relaciones públicas internacionales. En el caso del papado y debido a las coyunturas geopolíticas, hoy más que nunca, y en la búsqueda de una “alianza de civilizaciones y religiones”, el papado ecuménico, tolerante, políticamente correcto y mediático ha vuelto a recuperar su protagonismo político.
ELCR, 2018
[1] Alessandro Farnese; Valentano, 5 de octubre de 1520-Roma, 2 de marzo de 1589) fue un eclesiástico italiano. Nieto del papa Paulo III, del mismo nombre, e hijo del duque de Parma Pedro Luis Farnesio, fue cardenal durante más de cincuenta años, administrador de una docena de diócesis, diplomático y mecenas.
[2] citado de “Catolicismo Romano: Orígenes y Desarrollo, Tomo I, José Grau.
[3] Así describe la situación Klaus Schatz, en su libro “Los concilios ecuménicos”. Benedicto XIII, conocido como el papa Luna, Pedro Luna acabaría sus días en Peñíscola (España).
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