…Apologética, una actividad en peligro de extinción
[…] santificad al Señor Dios en vuestros corazones, y estad siempre aparejados para responder con mansedumbre y reverencia á cada uno que os demande razón de la esperanza que hay en vosotros.
1 Pedro III:15
0. Aproximación
No es de extrañar que para muchos, los términos “apología” y “apologista” sean confundidos con “ecología” o “ecologista”, hoy en día, cuando la menor discrepancia argumentativa sobre un determinado punto de vista suele tildarse de “intolerancia”. En medio de una sociedad que promueve la tolerancia, preferimos ocuparnos de problemas relacionados con la paz o con el medio ambiente, lo cual es indiscutiblemente importante. Pero a quienes procuran ser intransigentes en algún punto de vista moral o religioso, se los cataloga de fanáticos e intolerantes. El concepto de tolerancia es el más intolerante que hay, puesto que tolera las mayorías, pero discrimina las minorías.
Este distorsionado concepto de tolerancia incluso se ha filtrado en las iglesias cristianas, donde cualquier intento por mantener una postura doctrinal estricta es tomado como un atentado contra la unidad de la iglesia. Y precisamente la unidad, que no analizaremos aquí, es otro de los conceptos que han sido contaminados con el error.
En la Biblia, principios como el amor, la tolerancia, la humildad, la paz y la unidad están en perfecto equilibrio con principios como la integridad, el temor de Dios, el celo, la justicia, la verdad y la pureza doctrinal. Un buen ejemplo de este equilibrio es el pasaje considerado al comienzo (1 Pedro 3:15): aquí el apóstol Pedro nos insta a prepararnos para responder con mansedumbre a la pregunta “¿por qué crees?”. Responder fue traducido de ἀπολογίαν que significa “defensa”, esta palabra es un sustantivo, pero en el contexto cumple la función de verbo, así que puede ser mejor traducida como “presentar defensa” o simplemente “defender”. De modo que una buena paráfrasis del pasaje sería “estén siempre preparados para exponer su defensa con mansedumbre y reverencia a quien les pregunte porqué creen”. Esto se puede resumir en dos conceptos claves: (1) defender la fe y (2) hacerlo con humildad y respeto. Además de lo ya mencionado, no debemos descuidar el hecho de que, mediante el ejercicio de la defensa de la fe, estamos “santificando a Dios en nuestros corazones”, es decir, retribuyéndole su Gloria.
I. Apologética de los apóstoles
ü Fe en hechos reales
Apologética deriva del término griego ἀπολογία, cuyo sentido original era el de “discurso en defensa de la verdad que uno cree”. La apologética, como actividad necesaria, estuvo arraigada en los mismos comienzos de la iglesia cristiana. La defensa que argüían los primeros cristianos, incluyendo los mismos apóstoles, trataba de lograr el reconocimiento de la fe cristiana como revelación verdadera. En aquellos tiempos, los cristianos eran, ante todo, personas que predicaban la verdad del evangelio, aquello que habían visto y oído[1]. Esta declaración puede ser rastreada a lo largo de todo el Nuevo Testamento y su importancia radica en que le otorga veracidad a la creencia cristiana. En otras palabras, el cristianismo nunca fue tomado como una fe ciega en fantasías, sino al contrario, la fe de los apóstoles siempre estuvo fundada en hechos.
Según lo expresa el mismo Pablo, “si Cristo no resucitó, vana es entonces nuestra predicación, vana es también vuestra fe” (1 Corintios 15:14). Por esto sabemos que lo valioso de la fe es el objeto de nuestra fe -es decir, Cristo, la resurrección, la Biblia- y no la fe en sí misma. Pues no sirve de nada creer en un castillo en las nubes, si tal hecho es absolutamente falso. El Cristianismo, contrario a lo que muchos piensan, está fundado en hechos. Nosotros creemos en un Dios vivo y verdadero que, si bien no podemos ni pretendemos demostrar, Él ha dispuesto las cosas de tal suerte que podemos reconocer sus efectos y evidencias. El ejemplo bíblico más claro con respecto a este asunto es el que ya citamos acerca de la resurrección de Jesús (1 Corintios 15:14). Aquí Pablo deja muy claro que la fe cristiana es fe en Cristo. Su valor no radica en el que cree o en la fe en sí misma, sino en aquel en el cual se cree. De hecho, si el objeto de nuestra fe fuera falso, la fe sería vana. Esto queda claramente ilustrado en 1 Corintios 15:19 “Si en esta vida solamente esperamos en Cristo, los más miserables somos de todos los hombres.” Esto significa, “si ponemos nuestra fe en un Mesías no resucitado”.
Que la fe apostólica estuvo fundada en hechos se demuestra de modo satisfactorio con los siguientes dos argumentos.
§ Razón y fe
Una de las acusaciones comunes hacia los creyentes en nuestros días dice lo siguiente: “ustedes los creyentes tienen una fe ciega”. Como si para ser cristianos, tuviéramos que cometer suicidio intelectual. Pero nada hay más distante de la fe de los apóstoles. La fe que demandó Jesús de nosotros, no era un salto hacia la oscuridad, sino hacia la luz, la luz del evangelio. Él mismo señaló en Juan 8:32 “Y conoceréis la verdad [no ignoraréis], y la verdad os libertará.” El apóstol Pablo dijo: “Yo sé a quien he creído” (1 Timoteo 1:12). El Espíritu Santo no obra una fe sin fundamento en el corazón de los cristianos. Para creer, no solo necesitamos integrar emociones y voluntad, sino también nuestra mente. Para el mundo la fe cristiana es contradictoria, pero para nosotros no es contradictoria, sino paradojal, aquí está la diferencia. La paradoja es una contradicción aparente. Aquellos que no logran entenderla (es decir, los incrédulos) seguirán pensando que es un atentado contra la razón, pero aquellos cuyo entendimiento ha sido iluminado por el Espíritu Santo somos capaces de distinguir la contradicción aparente, es decir, la paradoja. Por ejemplo, la creencia en un Dios trino, que es uno y que es tres al mismo tiempo; o la creencia en un mesías que es perfecto hombre y perfecto Dios a la vez; o la creencia en la muerte y resurrección del Hijo de Dios, contradicen la lógica humana. Por eso Pablo, enseñando a los corintios, dijo que “agradó a Dios salvar a los creyentes por la locura de la predicación” (1 Corintios 1:21). Pero la fe va más allá de la razón, no en dirección contraria, sino en la misma dirección, aunque llega más lejos. Nosotros negamos que nuestro Dios todopoderoso esté limitado por las dimensiones lógicas de la mente humana. Pero asimismo sabemos que la razón es don de Dios y que podemos amarlo, no solo con nuestra alma o con nuestro corazón, sino también con toda nuestra mente. Por ello, los cristianos creemos que “la palabra de la cruz es locura a los que se pierden; mas a los que se salvan, es a saber, a nosotros, es potencia de Dios” (1 Corintios 1:18).
§ “Lo que hemos visto y oído”
Los escritores bíblicos fueron testigos oculares de los acontecimientos que relataron. Su cercanía a estos eventos es clara, por la clase de afirmaciones que ellos hicieron:
Pedro:
“Porque no os hemos dado á conocer la potencia y la venida de nuestro Señor Jesucristo, siguiendo fábulas por arte compuestas; sino como habiendo con nuestros propios ojos visto su majestad.”
(2 Pedro 1:16)
Juan:
“LO que era desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos mirado, y palparon nuestras manos tocante al Verbo de vida; (Porque la vida fué manifestada, y vimos, y testificamos, y os anunciamos aquella vida eterna, la cual estaba con el Padre, y nos ha aparecido;) Lo que hemos visto y oído, eso os anunciamos, para que también vosotros tengáis comunión con nosotros: y nuestra comunión verdaderamente es con el Padre, y con su Hijo Jesucristo.” (1 Juan 1:1-3)
Lucas:
“HABIENDO muchos tentado á poner en orden la historia de las cosas que entre nosotros han sido ciertísimas, Como nos lo enseñaron los que desde el principio lo vieron por sus ojos, y fueron ministros de la palabra; Me ha parecido también á mí, después de haber entendido todas las cosas desde el principio con diligencia, escribírtelas por orden, oh muy buen Teófilo […]” (Lucas 1:1-3)
Los escritores no solo dijeron “nosotros vimos y oímos esto”, sino que además apelaron al conocimiento verdadero que sus mismos oyentes y críticos tenían de los sucesos. Los apóstoles los desafiaban diciendo: “ustedes también saben de estas cosas, ustedes también las vieron y saben que son así como las contamos nosotros”.
ü Cartas apologéticas
La actividad apologética, es decir, la denuncia de las doctrinas heréticas, junto con la defensa de las doctrinas cristianas, continuó desarrollándose en la expansión del cristianismo a lo largo de todo el imperio. La enorme variedad cultural y religiosa que caracterizaba a las personas de la época fue, desde un punto de vista, un obstáculo para la predicación, pero estos predicadores iban en nombre de Uno cuyo poder supera al hombre. No obstante, estos discípulos de Jesús, no dejaron libradas las nuevas iglesias a la suerte de las doctrinas que iban adquiriendo. Ellos no toleraron ni un milímetro de desviación doctrinal. Este celo por las verdades cristianas puede ser detectado en la mayoría de las cartas apostólicas cuyo propósito principal fue, precisamente, defender la fe.
Ejemplos:
· A los Gálatas
Escrita a un grupo de iglesias ubicadas en la provincia de Galacia. Pablo defiende el evangelio de la Gracia, contra los judaizantes, es decir, los legalistas judíos que querían imponer las conductas rituales de la ley a los nuevos cristianos. Conductas como la circuncisión, las comidas y el calendario.
· A los Efesios
Contra el gnosticismo.
· A los Filipenses
Contra un grupo perfeccionista de gnósticos. Se menciona a ciertos “enemigos de la iglesia” y la necesidad de estar firmes en la doctrina correcta.
· A los Colosenses
Pablo había recibido noticias inquietantes referentes a falsas enseñanzas que amenazaban con apartar a los colosenses de la verdad de Cristo. Estas falsas enseñanzas incluían el culto a los ángeles y la sujeción a leyes rituales judías, las cuales pueden catalogarse como gnosticismo judaico.
· Segunda de Pedro
Contra falsos maestros que enseñaban creencias erróneas como la inmoralidad, la insubordinación ante los líderes de la iglesia, el falseamiento de las Escrituras, la avaricia, entre otras.
· Epístolas de Juan
Contra un grupo esotérico de falsos maestros que intentaban seducir a los cristianos. Ellos decían tener un conocimiento superior al de los cristianos y fueron precursores de los gnósticos.
Esta es solo una selección, pero casi la totalidad de las cartas del Nuevo Testamento tenían por objetivo, ya sea principal o secundario, la defensa de las verdades evangélicas.
II. Apologética de los padres de la iglesia
Con la rápida propagación de la fe cristiana, surgieron las primeras acusaciones y las primeras herejías.
ü Acusaciones contra los cristianos
Los apologistas de la iglesia de entonces tuvieron que defender al cristianismo contra los cargos de ateísmo (porque se negaban a adorar al emperador o a los dioses greco-romanos), canibalismo (por la celebración de la Santa Cena), inmoralidad (porque se juntaban al anochecer y por el gran amor que manifestaban entre sí) y actividades antisociales (pues se retiraban de muchas actividades públicas, sobre todo en día domingo).
Uno de los apologistas del segundo siglo fue Justino Mártir, el filósofo cristiano más reconocido de la época. Justino Mártir defendió el cristianismo contra los cargos de ateísmo e inmoralidad, se esforzó por demostrar que Jesucristo era el Mesías y sostuvo debates públicos con los incrédulos. En el año 165 d.C. fue martirizado por Marco Aurelio.
ü Las primeras herejías
A la par que el cristianismo se expandía, aparecían nuevas herejías, las cuales exigieron a los defensores de la fe tanto el reconocimiento natural de las principales doctrinas, como el reconocimiento natural del Canon del Nuevo Testamento. Las herejías más perturbadoras fueron las siguientes:
§ Gnosticismo
No se trata del agnosticismo actual, que niega la posibilidad de conocer la divinidad. Se trata más bien de un movimiento religioso y filosófico que atraía a las masas por sus creencias esotéricas. Según los gnósticos solo una elite privilegiada podía acceder a un conocimiento verdadero y elevado llamado gnosis. La doctrina gnóstica destacaba principalmente por los siguientes rasgos:
· Dualismo
El gnosticismo fundaba su creencia en la oposición de las fuerzas del bien y del mal. Para el gnóstico, el bien solo podía estar asociado al espíritu, en cambio, la materia y el cuerpo solo encarnaban el mal. Por eso los escritores bíblicos protestan contra esta herejía en sus cartas. Ejemplo:
“AMADOS, no creáis á todo espíritu, sino probad los espíritus si son de Dios; porque muchos falsos profetas son salidos en el mundo.
En esto conoced el Espíritu de Dios: todo espíritu que confiesa que Jesucristo es venido en carne es de Dios:
Y todo espíritu que no confiesa que Jesucristo es venido en carne, no es de Dios: y éste es el espíritu del anticristo, del cual vosotros habéis oído que ha de venir, y que ahora ya está en el mundo.”
(1 Juan 4:1-3)
Sincretismo
Los gnósticos tomaban elementos de todas las religiones populares y los mezclaban dentro de la gnosis. Era común, para la literatura gnóstica, tomar personajes clásicos de las tradiciones religiosas. De ahí que hayan tomado al Judas relatado por los evangelios y lo hayan convertido en aquel personaje de texto ficticio, hecho para ilustrar su filosofía dualista. En el año 2006 La National Geographic publica burdamente este texto con el nombre de “Evangelio Prohibido de Judas”, pretendiendo lograr con él cierta credibilidad histórica, pero cualquiera que tenga cierta noción del gnosticismo antiguo, sabe que se trata simplemente de ficción literaria y que de ningún modo pone en duda la imagen bíblica del Judas traidor. Ireneo (año 180 d.C.) en su libro Contra las Herejías, escribe lo siguiente:
“Dicen que Judas conoció todas estas cosas y precisamente porque solo él conoció toda la verdad más que los otros apóstoles, ejecutó el misterio de la traición. Presentan estas invenciones llamándole el evangelio de Judas.”
(Ireneo: Contra las Herejías, 31:1)
§ Ebionismo
Fue desarrollado en Palestina por judíos que insistían en guardar la ley como modo esencial de salvación. Ellos negaban la divinidad de Jesús, rechazaban el apostolado de Pablo junto con sus escritos, pero veneraban a Pedro como “apóstol de la circuncisión”. No tuvo mayor efecto en la iglesia y desaparece por completo en el siglo V.
§ Montanismo
Surge por la enseñanza escatológica de Montano, quien afirmaba que el fin del mundo estaba cerca, que él era el iniciador de la Era del Espíritu Santo y que este hablaba a través de él. Los montanistas insistieron sobre los dones espirituales tales como la continuación de la revelación profética.
§ Monarquianismo
Error doctrinal que desvirtuaba la trinidad por mantener la unidad de Dios. Por ejemplo, algunos sostenían que solo el Padre poseía personalidad (socinianos y unitarios) y que el hijo y espíritu eran solo manifestaciones de Dios (modalismo).
§ Arrianismo
Conjunto de doctrinas desarrolladas por Arrio en el siglo tercero, quien consideraba que Jesús no era Dios, sino una criatura de Dios. Agustín de Hipona se opone tenazmente a esta herejía.
Ante estas doctrinas y muchas más se enfrentó la iglesia cristiana de los primeros siglos. Como verán, el panorama actual no dista mucho de aquel entonces. La diferencia está en que en tiempos antiguos, los cristianos estaban dispuestos a conocer y a defender su fe. La religión se encarnó en el alma de los cristianos justamente en tiempos que era necesario pensar la fe, como en tiempos del imperio romano y la reforma, donde asumir la fe implicaba entenderla y dar razón de ella. Esto hacía arder la pasión por Dios en los cristianos. La razón por la que el credo cristiano se vuelve frío, formal y vacío, y no llega al espíritu de las personas, es porque las personas se niegan a discutir y defender la fe, es decir, dialogar y razonar acerca de sus creencias.
Ante los actuales embates contra el evangelio de Jesús, nuestro deber como sus seguidores es anunciar las evidencias que confieren al cristianismo el carácter de verdad y la adecuada apología de la fe.
Somos responsables de asumir este rol tan olvidado como un compromiso personal, día a día.
III. El adecuado uso de la apologética
Al emplear la apologética como un arma en favor del evangelio, debemos tener los siguientes cuidados:
ü Dios es el que salva
Quien salva es Dios, no la apologética. No obstante, Dios frecuentemente usa las evidencias para ayudar a quitar los obstáculos que los incrédulos ponen a la fe y, asimismo, para mostrar que la fe en Cristo no es una fe irracional. Por lo mismo, necesitamos reconocer el adecuado uso de la defensa, es decir, debemos predicar el evangelio, pero también debemos estar “aparejados para responder […] a cada uno que demande razón de la esperanza que hay en [nosotros]”. De modo que las evidencias nos ayudarán a compartir nuestra fe a otros de una manera más efectiva.
ü La fe y las evidencias
Asimismo, no debemos olvidar que Jesús reprendió a Tomás por dudar de su resurrección diciendo: “bienaventurados los que no vieron y creyeron”, pero tampoco debemos desmerecer el hecho de que Tomás fue guiado a declarar con plena convicción su creencia en Jesús como Señor y Dios. Es decir, la evidencia fortaleció su fe. Del mismo modo, la apologética podrá ser usada para fortalecer nuestra fe en Cristo, pero aquella fe que ya hemos depositado en Él, sin previas demostraciones o razonamientos argumentativos, sino por Gracia de Dios.
ü Condiciones desfavorables
Para muchas personas en el mundo, el cristianismo es un cheque por una cantidad enorme de millones, pero un cheque sin firma al pie. Es decir, muchos consideran el cristianismo una religión falsa y el hombre solo puede creer aquello que tiene por verdadero. Nosotros, que somos cristianos, tenemos el cristianismo por verdadero, pero otros lo tienen por falso. ¿Quién tiene razón? Gresham Machen responde a esta pregunta, diciendo: “Esta es una cuestión que solo puede resolverse examinando y comparando las razones aducidas por ambos bandos. Cierto es que una de las bases de nuestra creencia es una experiencia interior que no podemos compartir con nadie –la gran experiencia que empezó por la convicción de pecado y la conversión y que continuó con la comunión con Dios- una experiencia que otros hombres no poseen y, en la cual, por consiguiente, no podemos basar directamente un argumento. Mas si nuestra posición es correcta, deberíamos, por lo menos poder demostrar al otro hombre que sus razones pueden no ser concluyentes.[…] Dios, por lo general, ejerce [su] poder en conexión con ciertas condiciones previas en la mente humana, y nuestra tarea debe ser crear, dentro de nuestras posibilidades, con la ayuda de Dios, esas condiciones favorables para la recepción del evangelio”.[2]
IV. La preparación de un apologista
Hasta aquí, hemos vislumbrado la necesidad de defender y de evidenciar la fe cristiana. Ahora bien, ¿qué pasos nos conviene seguir para emprender esta labor? Sin duda, podemos hablar de variados modos de preparación, de los cuales los aspectos morales ocupan un lugar prominente. En esta oportunidad, en cambio, nos referiremos a tres principios, no menos importantes, para una preparación de tipo intelectual.
El racionalismo y el empirismo del siglo XVII, junto con la Ilustración del siglo XVIII, le dieron a la razón un lugar prominente entre las facultades humanas. Esto se trasuntó en un daño posterior a las iglesias cristianas, con las tendencias modernistas y naturalistas. Por lo mismo, los cristianos hemos dejado el intelecto para los estudios seculares, pero para las Escuelas Dominicales o para los seminarios simplemente hemos dejado las emociones. Pues creemos que el rigor intelectual es incompatible con la fe sencilla. De los mismos cristianos, muchas veces se oyen afirmaciones prejuiciadas acerca de la razón, que la conciben como un instrumento antirreligioso. Sin duda, esto se debe a la nociva influencia que ejerció el racionalismo en las congregaciones cristianas durante los últimos siglos. Pero no debemos olvidar que el intelecto es don de Dios y su voluntad es renovarlo[3] para sus propósitos santos. Por lo mismo, nuestra gran responsabilidad es ocuparlo en el estudio apasionado de la Escritura y, junto con ello, atender a aquellos aspectos relevantes que evidencian a favor de o que atentan en contra de la fe. No usamos la apologética para satisfacer la arrogancia intelectual de los incrédulos, sino para responder apropiadamente a la pregunta “¿por qué eres cristiano?”.
Tomando en cuenta lo anterior, consideramos fundamental que todo cristiano apologista se concentre en indagar continuadamente en los asuntos de la fe cristiana. Recomendamos iniciar un estudio personal progresivo que incluya los siguientes tres principios.
ü Introspección
En primer lugar, necesitamos auto-reflexionar sobre lo que creemos, es decir, nuestras doctrinas. Introspección, desde su etimología, sugiere una mirada hacia dentro, para examinar a la luz de la Biblia nuestras convicciones, nuestro conocimiento sistemático de Dios. Requerimos destinar esfuerzos en conocer, con toda reverencia, a quien nos ha amado desde antes de la fundación del mundo. En este principio tiene lugar tanto el estudio de las doctrinas básicas de la fe, consignadas en los credos históricos, incluyendo el adoptado por el CIIC, como las secundarias. Un estudio profundo de las doctrinas básicas nos permitirá fundamentar bíblicamente las doctrinas relacionadas con la Biblia (Bibliología), con Dios (Teología), con Cristo (Cristología), con la salvación (Soteriología), con el hombre (Antropología) y con los acontecimientos futuros (Escatología). Aparte del conocimiento sistemático, debemos procurar un conocimiento expositivo de la Biblia, atendiendo al propio argumento discursivo entregado por los escritores sagrados. Para ello, debemos prestar especial atención a las ciencias que se cruzan con el estudio bíblico, es decir, la historia, las lenguas originales, la arqueología, la geografía, la hermenéutica, la filosofía, etc. Un cristiano que no ame su Biblia es porque está dejando de amar a su Autor.
ü Retrospección
En segundo término, nuestro llamado es a fortalecer la memoria de los grandes eventos del pasado, que han sido guiados por Dios para nuestra enseñanza. Un panorama de los hechos históricos más incidentes en el desarrollo de las ideas religiosas nos dotará de herramientas claves. En esto consiste mirar hacia atrás: aprender de los errores y aciertos históricos. Este estudio debe incluir una revista a las confesiones y credos pasados, las herejías antiguas y su permanente aparición bajo ropajes nuevos, en suma, un panorama global de la historia eclesiástica.
ü Apologética
Finalmente, nos corresponde alzar la voz con bríos enérgicos, cada vez que las verdades bíblicas son amenazadas. Debemos advertir o denunciar el error, junto con anunciar la verdad. Así se constituye la genuina defensa. En esta fase, será preciso permanecer atentos a las embestidas recientes que el enemigo se encarga de perpetrar contra el evangelio. Quien no se entera, no puede opinar cuando el momento de hacerlo llega. No sea que por nuestra ignorancia e indiferencia, la fe cristiana sea desvirtuada y tenida por falsa, por utopía y por fe ciega. Solo por mencionar algunos de estos ataques, citaremos:
· la hipótesis documentaria del Pentateuco;
· el naturalismo;
· los métodos de interpretación naturalista, mítico, del acomodamiento;
· la crítica textual moderna;
· la literatura con pseudo pretensiones históricas (al estilo “Código da Vinci”);
· y los documentales recientes, como “La tumba perdida de Jesús” y “El evangelio prohibido de Judas”.
Algunos libros de apologética recomendados son:
· Josh McDowell: Nueva Evidencia que Demanda un Veredicto. Más que un Carpintero.
· Lee Strobel: El caso del Creador, El caso de Cristo, El caso de la Fe.
· Roger Dickson: El ocaso de los incrédulos.
· Norman Geisler y Ron Brooks: Apologética, herramientas valiosas para la defensa de la fe.
· Werner Keller: Y la Biblia tenía razón.
· James Kennedy: ¿Por qué creo?.
Unámonos a la arenga de batalla que algún día pregonaron los apóstoles por el testimonio de Jesucristo y, así como ellos, “no dejemos de decir lo que hemos visto y oído”.
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