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Luis Vogt

El hombre un ser moral

La ética según la Biblia es sabiduría, una vida orientada por el temor del Señor; una ética que propone una vida responsable, consciente del ‘como queréis que hagan los hombres con vosotros, así también haced vosotros con ellos’. La Biblia desde el inicio afirma que el hombre es un ser moral, una criatura con el llamamiento alto de cumplir el propósito para el cual fue creado. Los primeros capítulos de la Biblia explican las condiciones morales del hombre en la creación y como cambiaban por la caída en pecado.


Labrar y guardar la tierra

El libro de Génesis da un lugar especial al hombre en la creación de Dios, creado en la imagen y según la semejanza de Dios (Génesis 1.26,27). Es el representante de Dios en la tierra. Génesis 2 añade detalles a esta mayordomía: el derecho de dar nombres a los animales, labrar y guardar. Génesis 2.19-20). El primer verbo señala el trabajo de sembrar y de cosechar, el segundo se refiere a la responsabilidad de guardar la integridad de la creación. El carácter moral de este último encargo se precisa por el mandamiento de Dios de no comer del árbol de la ciencia del bien y del mal (Génesis 2.9). El árbol representa todo lo que Dios no quiere para el hombre: el caos, el vacío, la oscuridad y el sin sentido del inicio de la creación, igual que la vuelta a estas condiciones que es la muerte (Génesis 1.2; 2.17).


El hombre responsable y víctima del pecado

A continuación, la Biblia cuenta la historia de la caída en el pecado. Génesis 2.25 enfatiza que el hombre estaba desnudo, cierto, sin sentir vergüenza, pero también vulnerable. Cuando el mal entra en la buena creación en forma de una mentira, el hombre y la mujer no pueden defenderse. Son engañados con el mismo motivo falso que el diablo había usado para rebelarse contra Dios: la idea de ser igual a Él. Fue una mentira absurda, pero con consecuencias catastróficas. La relación entre el hombre y la mujer se hizo compleja y lo peor fue la separación de Dios por el propio carácter del pecado. Sabemos todos que cuando pecamos contra un amigo, perdemos su amistad. Cuando pecamos contra nuestra pareja, perdemos el matrimonio. De la misma manera: cuando el hombre peca contra Dios, pierde la relación con su Creador. Adán y Eva lo hicieron y al mismo instante el pecado hizo separación entre ellos y su Dios (Is. 59.2).

Muerto en delitos y pecado

La separación de Dios es muerte espiritual, pero el Señor tuvo misericordia de Adán y Eva y los buscó en su escondite. Cierto, los condenó a sufrir las consecuencias de su pecado en forma de una vida difícil y dolorosa. Hasta maldijo la tierra a causa de ellos y los expulsó del huerto de Edén. A la vez los protegió por separarlos del poder del diablo, prometiéndoles una salvación completa en el futuro. Mientras tanto puso enemistad entre el diablo y los seres humanos (Génesis 3.15).


La conciencia moral del hombre

Preguntamos, ¿cuál es esta enemistad? Podemos decir que es la conciencia moral del hombre. Si bien, la Biblia afirma con respecto a nosotros que no hay justo, ni aun uno (Rom.3.10), no significa que tenemos una relación cómoda con el mal. El mal nos asusta, nos provoca vergüenza y culpa, igual que a Adán y Eva. Dice el apóstol Pablo en Rom. 2.14, 15 que tenemos una ley en nuestro corazón que distingue entre cosas que debemos hacer y cosas que no debemos hacer. Y esta conciencia del bien y del mal nos hace seres morales.


Existe la posibilidad preocupante de endurecernos. Esto pasa cuando no escuchamos las advertencias de nuestra conciencia, cuando hacemos conscientemente y con frecuencia las mismas cosas malas. Al final ya no sentimos culpa o vergüenza. Podemos conocer casos históricos o contemporáneos de hombres o mujeres endurecidos, que cometen las crueldades más terribles. En nuestro tiempo el endurecimiento con respecto a los pecados sexuales es muy frecuente. En todo caso, el susto y el horror por el mal de otros, una vez más es otra confirmación de nuestro carácter moral.

Confirmamos que el hombre es un ser moral. Sabe del bien por la imagen y semejanza de Dios y del mal por el pecado, pero este saber es débil y confuso. Necesitamos una instrucción más precisa en cuanto al bien y mal que recibimos por la ley de Dios, revelada en la Biblia.

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