La palabra «vida» (ζωή) o «vida eterna» (ζωή αἰώνιος) no es para Pablo un término general para describir a todas las personas con corazones palpitantes en la tierra, sino el «molde más frecuente en el que se vierte el contenido de la era venidera» (G. Vos, La Escatología Paulina, 303). La Escatología leuda la concepción de Pablo de la «vida», de modo que el estado eterno es un ámbito completo de la vida, un ámbito que reinó en la vida (Rom. 5:17).
Entonces, ¿Qué llevó a Pablo a esta concepción escatológica de la «vida»?
Según Vos, Pablo se basó en “la antítesis antigua en la que la vida se opone a la muerte desde el comienzo mismo de la raza” (La Escatología Paulina, 304). En Génesis 2 se nos presentan dos árboles del destino en los que chocan las fuerzas polares de la vida y la muerte: el árbol de la vida y el árbol del conocimiento del bien y del mal (Génesis 2:9). La consecuencia de comer del segundo árbol fue una muerte segura (Génesis 2:17).
Cuando el Señor formó al hombre, le insufló el aliento de vida [נִשְׁמַ֣ת חַיִּ֑ים], pero se le ofreció sacramentalmente un estado de vida superior en el árbol de la vida. Este sacramento se entiende correctamente en el contexto del pacto de obras “en el que se le prometió la vida a Adán; y en él para su posteridad con la condición de perfecta y personal obediencia". Esta futura bienaventuranza ofrecida a Adán “emerge como ‘la vida’ por excelencia” (La Escatología Paulina, 305).
Sin embargo, Adán no le rinde al Señor una obediencia perfecta y personal y, por lo tanto, se vuelve «incapaz de vivir por ese pacto». Sin embargo, el Señor se complació en hacer un segundo pacto, el pacto de gracia «en el cual ofrece gratuitamente a los pecadores la vida y la salvación por medio de Jesucristo» (WCF 7.3). Note que es la misma promesa escatológica de «vida» ofrecida en el segundo pacto como se ofreció en el primero, pero ahora se ofrece a los «pecadores». El aspecto escatológico de la vida siempre ha estado presente desde el principio, pero ahora se requiere un nuevo aspecto soteriológico. Porque la escatología precede a la soteriología.
La meta original sigue siendo reguladora para el desarrollo redentor de la escatología, apuntando a rectificar los resultados del pecado (remediador) y mantener, en conexión con esto, la realización de la meta original como aquello que trasciende el estado de rectitud (es decir, elevándose más allá de la posibilidad de muerte en la vida eterna). – Vos, La Escatología del Antiguo Testamento, 74.
Los aspectos escatológico y soteriológico se cumplen en la muerte y resurrección de Jesucristo y son disfrutados por todos los que están unidos a él por la fe en el poder del Espíritu Santo.
“Por tanto, hemos sido sepultados con Él por medio del bautismo para muerte, a fin de que como Cristo resucitó de entre los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en novedad de vida.” – Romanos 6:4
“Pero ahora, habiendo sido libertados del pecado y hechos siervos de Dios, tenéis por vuestro fruto la santificación, y como resultado la vida eterna. Porque la paga del pecado es muerte, pero la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro.” – Romanos 6:22-23
La concepción paulina de la vida no pertenece a aquellos cuya existencia está enteramente arrebatada en la época actual, sobre la cual reina la muerte, sino a aquellos que han resucitado con Cristo y se han sentado con él en los lugares celestiales. El creyente en unión con Cristo está hoy en posesión de la vida escatológica. Según el Catecismo de Heidelberg, uno de los beneficios de la resurrección de Cristo es que «por su poder, nosotros también ahora hemos resucitado a una nueva vida» (CH 45).
Esta vida está actualmente escondida con Cristo en Dios, pero un día se manifestará en gloria cuando Cristo regrese (Col. 3:1-4). “Lo que la vida es para el lado oculto del sujeto escatológico, esa [gloria] es para el lado exterior en el que la vida superior se revela” (Vos, La Escatología Paulina, 314).
Así que hoy, mientras nos aferramos a la palabra de vida, podemos estar seguros de que ni siquiera la muerte puede separarnos del amor de Dios en Cristo Jesús Señor nuestro.
“Nuestra muerte no paga la deuda de nuestros pecados. Más bien, pone fin a nuestro pecado y es nuestra entrada a la vida eterna”. – CATECISMO DE HEIDELBERG (42)
Artículo traducido con permiso. Artículo original alojado en: https://reformedforum.org/the-eschatological-aspect-of-the-pauline-conception-of-life/
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