En el Nuevo Testamento algunas veces la palabra mundo significa lo mismo que en el Antiguo Testamento; o sea, esta tierra, el buen orden natural creado por Dios. Sin embargo, lo más usual es que se refiera a la humanidad como un todo, ahora caída en el pecado y el desorden moral, y convertida en radicalmente contraria a Dios y malvada.
Pues si habéis muerto con Cristo en cuanto a los rudimentos del mundo, ¿por qué, como si vivieseis en el mundo, os sometéis a preceptos tales como: ¿No manejes, ni gustes, ni aun toques (en conformidad a mandamientos y doctrinas de hombres), cosas que todas se destruyen con el uso?
Colosenses 2:20–22
Los cristianos Están En La Sociedad Para Servirla Y Transformarla
Hay ocasiones en que ambos sentidos parecen fundirse, de manera que las afirmaciones acerca del mundo en algunas ocasiones llevan en sí el complejo matiz de una gente perversa que incurre en culpa y vergüenza por el mal uso que hace de las cosas creadas.
Juan 17.18 “Como Tú Me enviaste al mundo, Yo también los he enviado al mundo.
El cristiano y el Mundo.
Los cristianos son enviados al mundo por su Señor (Juan 17:18) para que le testifiquen acerca del Cristo de Dios y de su reino (Mateo 24:14; cf. Romanos 10:18; Colosenses 1:6, 23) y para servirlo en sus necesidades. Sin embargo, esto lo han de realizar sin caer víctimas de su materialismo (Mateo 6:19–24, 32), su despreocupación con respecto a Dios y a la vida eterna (Lucas 12:13–21) y su orgullosa búsqueda del placer, las ganancias y las posiciones, con exclusión de todo lo demás (1 Juan 2:15–17). El mundo es actualmente el reino de Satanás (Juan 14:30; 2 Corintios 4:4; 1 Juan 5:19; cf. Lucas 4:5–7), y las actitudes y formas de pensar de las sociedades humanas reflejan más el orgullo que se ve en Satanás, que la humildad que se ve en Cristo.
1 Juan 2.15 No amen al mundo ni las cosas que están en el mundo. Si alguien ama al mundo, el amor del Padre no está en él.
Al igual que Cristo, los cristianos deben ser comprensivos ante las ansiedades y necesidades de los demás humanos, a fin de servirles y comunicarse con ellos de una manera eficaz. Sin embargo, lo deben hacer a partir de un despego de este mundo en sus motivaciones, puesto que todo lo que están haciendo es pasar por él momentáneamente, mientras viajan hacia su hogar con Dios, y con el único propósito de agradarlo a Él (Colosenses 1:9–12; 1 Pedro 2:11). No se aprueba el alejamiento monástico de este mundo (Juan 17:15), pero tampoco se aprueba la mundanalidad (es decir, toda internalización del bajo interés egoísta en sí mismos que tienen los habitantes de este mundo: Tito 2:12). Jesús exhorta a sus discípulos a ponerse a la altura del ingenio de los hombres mundanos, utilizando sus recursos para hacer avanzar sus metas, pero especifica que sus metas correctas no tienen que ver con la seguridad terrenal, sino con la gloria celestial (Lucas 16:9).
Juan 17.15 “No Te ruego que los saques del mundo, sino que los guardes del (poder del) maligno (del mal).
La tarea triple del cristiano.
Por consiguiente, lo primero que les exige Dios a los cristianos en este mundo es que sean diferentes a quienes los rodean; que observen los principios morales absolutos de Dios, practiquen el amor, eviten una licencia vergonzosa y no pierdan su dignidad de portadores de la imagen de Dios con ninguna forma de autoindulgencia irresponsable (Romanos 12:2; Efesios 4:17–24; Colosenses 3:5–11). Lo que está pidiendo es un claro rompimiento con los sistemas de valores y estilos de vida del mundo, como base para practicar la semejanza a Cristo en unos términos positivos (Efesios 4:25–5:17 5:17).
La tarea que tiene el cristiano ante sí es triple. El principal mandato recibido por la Iglesia es el de evangelizar (Mateo 28:19–20; Lucas 24:46–48), y todo cristiano debe buscar por todos los medios promover la conversión de los incrédulos. Aquí es significativa la huella que deja el cambio realizado en su propia vida (1 Pedro 2:12). También, el amor al prójimo debe llevar de continuo a los cristianos a la realización de obras de misericordia de todas clases. Además de esto, los cristianos son llamados a cumplir el “mandato cultural” dado por Dios a la humanidad en el momento de la Creación (Génesis 1:28–30; Salmo 8:6–8).
Génesis 1.28–30 Dios los bendijo y les dijo: “Sean fecundos y multiplíquense. Llenen la tierra y sométanla. Ejerzan dominio sobre los peces del mar, sobre las aves del cielo y sobre todo ser viviente que se mueve sobre la tierra.” También les dijo Dios: “Miren, Yo les he dado a ustedes toda planta que da semilla que hay en la superficie de toda la tierra, y todo árbol que tiene fruto que da semilla; esto les servirá de alimento. Y a todo animal de la tierra, a toda ave de los cielos y a todo lo que se mueve sobre la tierra, y que tiene vida, les he dado toda planta verde para alimento.” Y así fue.
El hombre fue hecho para administrar el mundo de Dios, y esta mayordomía forma parte de la vocación humana en Cristo. Exige trabajo duro, con la honra de Dios y el bien de los demás como meta. Ésta es la verdadera “ética de trabajo” protestante. Esencialmente, es una disciplina religiosa; el cumplimiento de un “llamado” divino.
Conclusión.
Sabedores de que Dios, en su providencial bondad e indulgencia, sigue conservando y enriqueciendo a su mundo descarriado aun ante el pecado humano (Hechos 14:16–17), los cristianos deben involucrarse en todas las formas de actividad humana legales, y al hacer esto en función del sistema de valores y la visión de la vida cristianos, se convertirán en sal (un conservante que hace que las cosas sepan mejor) y luz (una iluminación que muestra el camino por donde hay que ir) en la comunidad humana (Mateo 5:13–16). Cuando los cristianos cumplen de esta forma con su vocación, el cristianismo se convierte en una fuerza cultural transformadora.[1]
[1] Tomado de: J. I. Packer, Teologı́a concisa: Una guı́a a las creencias del cristianismo histórico (Miami, FL: Editorial Unilit, 1998), 237–239.
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