Cuando era joven y al igual que muchos de mi edad, vibraba con los movimientos políticos, sus ideales y su lucha por conseguir más y mejores cosas para todos, mi padre había sido un creyente de la política de izquierda y como tal sufría con las acciones y palabras de la vereda contraria, para mi dichos movimientos que intentaban cambiar el mundo para mejor y cuyos líderes hacían uso del “don de la palabra” encantándonos con sus diatribas y discursos, eran ideales que en nuestros nobeles corazones atesorábamos con pasión.
Solíamos estar junto a otros jóvenes allí en primera línea de reuniones, trataba de no perderme charlas ni eventos, tanto artísticos como políticos y culturales. Pero unos años después llegó a mi vida Cristo y toda mi cosmovisión dio un giro radical de 180º. Recuerdo que me aislé de mis amigos, de repente aparecía alguno preguntándome sorprendido, si ya no quería cambiar el mundo, pero ya mi pensamiento era otro, porque comprendí “…es imposible cambiar el mundo si no cambian antes las personas.” La revolución, el cambio duradero y genuino empieza de adentro hacia afuera y no al contrario.
Es por esta y otras razones, que me asombra el día de hoy la campaña mediática que está teniendo lugar en las redes, en apoyo de partidos ultras con tintes xenófobos, o en su defecto, animando los “cristianos” a la militancia activa en lobbies y grupos de presión, próximos al ultramontanismo católico-romano. Esto es a vista de pájaro lo que está sucediendo en Latinoamérica.
Hoy lamentablemente podemos contemplar atónitos y con sorpresa como el “movimiento evangélico” espera transformar la sociedad sin que los corazones hayan sido transformados previamente por la obra del Espíritu de Dios. Estoy totalmente convencido de que la Ley y las leyes son impotentes para cambiar el corazón del hombre, ni lo hacen las reformas sociales, ni los sistemas políticos o filosóficos. Ya se ha intentado en diferentes momentos durante la historia y ha fracasado; lo volverán a intentar de nuevo y repetirán los mismos errores al querer instaurar el reino de los cielos, aquí y ahora.
Haríamos bien en recordar que Dios no ha abdicado, ni ha mermado su poder, sigue gobernándolo todo y nada ni nadie, puede impedir que lleve a cabo su voluntad, Daniel ya lo decía “Él quita y pone reyes” (Daniel 2:21). Quizás no estemos satisfechos con su gobierno y nos unamos inconscientemente a la petición de los ancianos de Israel al viejo profeta Samuel: “Constitúyenos ahora un rey que nos juzgue, como tienen todas las naciones” (1ª Samuel 8:5).
Cristianismo y algo más.
El profesor y escritor C.S. Lewis, en su libro “Cartas del diablo a su sobrino” que originalmente fueron mensajes radiados por la BBC, en plena Segunda Guerra Mundial, anima así a su neófito y diabólico sobrino, recién salido del seminario luciferino: “El verdadero inconveniente del grupo en el que vive tu paciente es que es meramente cristiano. Todos tienen intereses individuales, claro, pero su lazo de unión sigue siendo el mero cristianismo. Lo que nos conviene, si es que los hombres se hacen cristianos, es mantenerles en el estado de ánimo que yo llamo “el cristianismo y…”. Ya sabes: el cristianismo y la Crisis, el cristianismo y la Nueva Psicología, el cristianismo y el Nuevo Orden, el cristianismo y la Fe Curadora, el cristianismo y la Investigación Psíquica, el cristianismo y el Vegetarianismo, el cristianismo y la Reforma Ortográfica. Si han de ser cristianos, al menos que sean cristianos con una diferencia. Sustituir la fe por alguna moda de tonalidad cristiana. Trabajar sobre su horror a Lo Mismo de Siempre.”
O podemos citar un extracto de un artículo de Otto Sánchez, pastor de la Iglesia Bautista Ozama (República Dominicana): “Los evangélicos en el mundo de la política, principalmente en el siglo XX van desde la ultra derecha recalcitrante de algunos sectores norteamericanos, los escándalos de corrupción, misticismo y crueldad en África y Asia, el liberalismo europeo, hasta la suma de todo lo anterior en Latinoamérica, lo cual deja un balance no muy positivo. Sin embargo, por todo esto no debemos dejar de dar respuestas a los males de la cultura desde una cosmovisión cristiana”.
El reino de Dios en la tierra.
Bueno, nadie niega que haya habido, hay y habrá cristianos que a nivel individual tengan una vocación de servicio público a través de la carrera política, pero lo que deberíamos sopesar como iglesias y organizaciones, es el coste que conlleva alinearnos colectivamente con programas, personas y partidos que bien pueden confundir el buen nombre de la causa del evangelio. Sería largo citar aquí los más variopintos personajes políticos que buscaron y consiguieron el apoyo de la Iglesia, denominándose incluso ellos mismos como cristianos “nacidos de nuevo”, para después ser acusados de abuso de poder, corrupción, inmoralidad sexual, enriquecimiento ilícito, represión de minorías, etc. Es triste ver a la iglesia actual inclinándose sin complejos políticamente, involucrada en diferentes campañas y descuidando lo más importante, la predicación del evangelio. Muchos sueñan con establecer el Reino de Dios en la tierra, sin entender que la utopía cristiana tendrá lugar sola y únicamente con el advenimiento de los nuevos cielos y la nueva tierra donde mora la justicia (Ap.21).
Toda Reforma genuina comienza por la iglesia
En palabras del teólogo y escritor, José de Segovia: “El movimiento evangélico no viene de las campañas moralistas que buscaban promover la decencia y las buenas costumbres. Eso hacían muchas iglesias, que no eran precisamente conocidas por su fe evangélica, sino por su humanismo y actividad social. Toda reforma y avivamiento han nacido de la predicación del Evangelio. Esa es la razón por la que predicadores como Lloyd-Jones se negaban a dejar su capilla en los años 20 la Liga de la Temperancia, para que los alcohólicos no dejaran de escuchar su predicación. ¡Cuánto tenemos que aprender de nuestros antepasados, cuando apoyamos dudosas campañas en pro de la moralidad! ¿Cómo queremos que un homosexual escuche el Evangelio, si nos dedicamos a luchar contra sus derechos? La homosexualidad es un pecado, la Biblia así lo declara, pero es también un pecador que necesita oír el Evangelio, no consejos morales. El anuncio del Evangelio es que “Cristo murió por nuestros pecados y resucitó” (1 Co.15:3-4). Predicamos a Cristo.”
No es la primera vez que escuchamos citar las palabras del Señor: “así alumbre vuestra luz delante de los hombres” con el propósito de animarnos a tener mayor presencia en la arena pública de nuestros países, aunque el texto no habla de esto sino de tener cuidado de practicar nuestra piedad delante de los hombres. En palabras del teólogo escocés A.B. Bruce “Tenemos que mostrar cuando estamos tentados a esconder y esconder cuando estamos tentados a mostrar.” ¿Cómo pretendemos juzgar al mundo, ver su paja, sin juzgarnos a nosotros primero y ver nuestra propia viga?, “A los que están fuera ya los juzgará Dios” (1 Co.5:13). Toda verdadera reforma y avivamiento comienza por la confesión y el arrepentimiento del pueblo de Dios. No deja de llamarme la atención que la iglesia solo se movilice y levante su voz cuando salen a la palestra temas como el aborto, la LGTB, la trata, pero no contra la corrupción de los políticos, los abusos de la Banca, la defensa de la salud o educación pública, los salarios dignos, la solidaridad con el emigrante, etc. ¿Doble moral quizás? Cuidado con esto, mi opinión es que debemos de hacer lo uno sin dejar de hacer lo otro.
Política cristiana, “en el filo de la navaja”
Creo que la expresión “en el filo de la navaja” frase acuñada por el escritor británico W. Somerset Maugham, describe de forma visual, las arenas movedizas en las que nos movemos. El problema con el posicionamiento político de la iglesia y entidades evangélicas es como la política misma, excluyente. Se trata de nosotros y ellos, azules y rojos, progresistas y conservadores, derecha e izquierda. La iglesia por el contrario llama a todos los hombres independiente de su raza, color, status social o ideología política a abrazar las Buenas Nuevas de Jesucristo. En palabras del apóstol Pablo: “Me he hecho a los judíos como judío, para ganar a los judíos; a los que están sujetos a la ley (aunque yo no esté sujeto a la ley) como sujeto a la ley, para ganar a los que están sujetos a la ley; a los que están sin ley, como si yo estuviera sin ley (no estando yo sin ley de Dios, sino bajo la ley de Cristo), para ganar a los que están sin ley. Me he hecho débil a los débiles, para ganar a los débiles; a todos me he hecho de todo, para que de todos modos salve a algunos.” (1 Co.9:19-22)
¿Cómo podremos alcanzar a aquellos que consideramos y nos consideran rivales políticos? ¿Cómo podremos ganar a todos si solo nos identificamos con algunos? ¿Cómo nos escucharan aquellos que son el objeto de nuestra confrontación política? No nos engañemos, la política del hombre natural y caído, desgraciadamente no une a los hombres, sino al contrario les divide y enfrenta, el evangelio derriba todo tipo de barreras. En palabras del apóstol Pablo: “Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús.” (Ga.3:28). Quién tenga un llamado, una vocación política, que la ejerza en el temor de Dios y para su gloria. En cuanto a la Iglesia, las palabras de Jesús no fueron: “id y haced política…”, sino “id y predicad el evangelio”.
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