Continuando con la nueva serie de artículos sobre los siete concilios ecuménicos de la iglesia primitiva. Estos concilios comenzaron con el Primer Concilio de Nicea en 325 y concluyeron con el Segundo Concilio de Nicea en 787. Entre estos dos eventos hubo cinco más, cada uno de los cuales intentó comprender y establecer una teología cristiana unificada.
En esta serie examinaremos cada uno de los siete concilios. Para cada uno de ellos consideraremos el escenario y el propósito, los personajes principales, la naturaleza del conflicto, y luego los resultados y la importancia duradera. Hoy continuamos con el Primer Concilio de Constantinopla.
Marco y finalidad
El Primer Concilio de Constantinopla se celebró en Constantinopla, la actual Estambul, Turquía. Fue convocado por Teodosio I, que en ese momento era emperador del Imperio Romano de Oriente. El concilio se reunió de mayo a julio de 381.
El concilio fue convocado para tratar de unir a una iglesia que permanecía dividida sobre la cuestión de la naturaleza de Cristo y su relación con el Padre. Aunque el Primer Concilio de Nicea ya había intentado llegar a un consenso, el arrianismo y otras concepciones heterodoxas seguían siendo un campo de batalla en todas las regiones del imperio.
Personajes principales
Había 150 obispos orientales presentes en el concilio y entre ellos había un puñado de personajes notables.
Melecio, obispo de Antioquía, fue el primer presidente del concilio, pero murió poco después de su inicio.
Gregorio de Nacianzo fue elegido obispo de Constantinopla al inicio del concilio y, tras la muerte de Melecio, asumió la presidencia. Sin embargo, poco después, se impugnó la legalidad de su elección basándose en un canon del Concilio de Nicea que establecía que los obispos no podían ser transferidos de sede a sede (Gregorio había sido previamente obispo en Sasima). Esta disputa llevó a Gregorio a renunciar al obispado y a la presidencia.
Nectario era un funcionario civil que se bautizó rápidamente para poder asumir el cargo de obispo de Constantinopla y presidente del concilio cuando Gregorio dimitiera.
El conflicto
El asunto principal del concilio fue restablecer la doctrina que había sido expuesta en el Credo de Nicea. Para ello, redactaron un nuevo credo que eliminaba parte del lenguaje del Credo de Nicea que había resultado controvertido y problemático. También añadieron más aclaraciones en otros puntos en los que la doctrina se había desarrollado un poco más, o en los que la ortodoxia estaba siendo cuestionada.
Un área específica en la que la doctrina se había desarrollado era en relación con el Espíritu Santo. El concilio atribuyó cuatro cosas al Espíritu Santo: "un título divino, 'Señor', funciones divinas de dar vida que posee por naturaleza y de inspirar a los profetas un origen del Padre no por creación sino por procesión, un culto supremo igual al que se rinde al Padre y al Hijo" (de Leo Donal Davis, The First Seven Ecumenical Councils).
El concilio trató de utilizar el lenguaje bíblico para describir al Espíritu, con el fin de hacer la doctrina lo más aceptable posible para todos los presentes. Sin embargo, treinta y seis obispos macedonios se marcharon porque no estaban dispuestos a aceptar un lenguaje tan elevado para el Espíritu Santo. Eustaquio de Sebaste representaba su punto de vista cuando dijo: "Por mi parte, no elijo nombrar al Espíritu Santo como Dios, ni me atrevo a llamarlo criatura."
El resultado
El resultado más importante del Concilio fue el Credo de Constantinopla. Era muy similar al Credo de Nicea, pero eliminaba el anatema contra el arrianismo.
Creemos en un solo Dios, el Padre Todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra, y de todas las cosas visibles e invisibles. Y en un solo Señor Jesucristo, Hijo unigénito de Dios, engendrado por el Padre antes de todos los mundos (eones), Luz de Luz, Dios mismo de Dios mismo, engendrado, no hecho, siendo de una sola sustancia con el Padre; por quien fueron hechas todas las cosas; que por nosotros los hombres, y para nuestra salvación, bajó del cielo, y se encarnó por el Espíritu Santo de la Virgen María, y se hizo hombre; fue crucificado por nosotros bajo Poncio Pilato, y padeció, y fue sepultado, y al tercer día resucitó, según las Escrituras, y subió al cielo, y se sentó a la derecha del Padre; desde allí volverá con gloria a juzgar a los vivos y a los muertos; cuyo reino no tendrá fin. Y en el Espíritu Santo, Señor y Dador de vida, que procede del Padre, que con el Padre y el Hijo juntos es adorado y glorificado, que habló por los profetas. En una sola Iglesia santa, católica y apostólica; reconocemos un solo bautismo para la remisión de los pecados; esperamos la resurrección de los muertos y la vida del mundo futuro. Amén.
Además de reafirmar la fe de Nicea, el concilio también aprobó otros puntos. El más notable fue el canon que afirmaba que "El obispo de Constantinopla tendrá la primacía de honor después del obispo de Roma, porque Constantinopla es la nueva Roma". En el tiempo transcurrido entre Nicea y Constantinopla, Constantino había reconstruido y dedicado Constantinopla como la nueva capital del imperio romano. Asumir tal autoridad para el obispo de Constantinopla era una amenaza para Roma y el poder de su obispo. Se consideraba una grave afrenta, ya que Constantinopla no tenía ningún significado espiritual (mientras que el obispado de Roma pretendía ser el sucesor de Pedro). Este cambio, aparentemente pequeño, causaría todo tipo de disgustos en los siglos venideros.
Importancia duradera
El Primer Concilio de Constantinopla fue importante desde el punto de vista teológico y administrativo. Leo Donal Davis (citado anteriormente) resume acertadamente cada una de ellas: "Teológicamente, continuó la lógica del Concilio de Nicea y aplicó con cautela el razonamiento de ese Concilio sobre la relación del Hijo con el Padre al Espíritu Santo, aunque limitando su declaración a la terminología bíblica. Administrativamente, el Concilio continuó la práctica oriental de acomodar la organización eclesiástica a la organización civil del Imperio, sembrando la semilla de la discordia entre las cuatro grandes sedes de Oriente y Occidente al elevar el estatus eclesiástico de Constantinopla para que se correspondiera con su posición civil como Nueva Roma".
El concilio fue importante, pero aún quedarían muchos concilios antes de que existiera esa doctrina cristiana unificada.
Comments